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viernes, 26 de febrero de 2016

Hævnen (En un mundo mejor)

Acabo de deleitarme con esta película sueco-danesa. Al no ser un experto en el séptimo arte no entraré en críticas ni valoraciones estéticas que dejo para los entendidos aunque debo reconocer que me ha gustado y mucho. Y no solamente por la actuación de la espectacular actriz danesa Trine Dyrholm sino especialmente por la trama orquestada sutilmente por un guion que  ahonda de lleno en la respuesta que como padres, educadores y personas damos a la violencia cotidiana que nos rodea.
Hay una escena en concreto que me ha tocado de lleno. El protagonista corre hacia los columpios del parque al ver que su hijo pequeño se pela con otro niño. Tras separarlos con calma les pregunta por qué motivo se están pegando y los niños explican que uno quería echar del parque al otro. Al instante aparece el padre del otro chico y empuja violentamente al protagonista mientras le conmina a no tocar nunca más a su hijo. De paso le suelta un par de bofetones -de los que duele ver de verdad, por lo humillante- y le provoca para que se revuelva. Anton observa la situación: su hijo pequeño asustado ante lo que le hacen a su padre y el mayor con rabia en la mirada, esperando un acto violento en respuesta que no se va a dar. Decide retroceder y salir del parque evitando un altercado mayor consciente de que su hijo mayor va a tacharle de miedoso y va a sentir una fuerte decepción aunque orgulloso por poner en práctica una de sus máximas éticas que pretende transmitir a sus hijos.

En el filme se dan diversas situaciones que cotidianamente querríamos resolver por la línea agresiva como bullying en la escuela o situaciones abusivas gratuitas. Sin embargo lo que se pone en relieve durante toda la cinta es precisamente el control de la respuesta ante el abuso: ¿caer en la tentación de revolverse violentamente o mantenerse firme y valiente sin caer en la respuesta al mismo nivel? En este sentido aparecen algunas escenas que invitan a la catarsis violenta por aquello de pensar en la justicia y ese dilema momentáneo nos lleva a lo más hondo de nuestra humanidad.

Todo ello me recordó a mis años de escuela. Concretamente en cuarto de EGB. Un niño de mi clase (pongamos que se llamaba Jaume) tenía atemorizados a todos los demás. Su modus operandi era a través de disponer de tres o cuatro fieles matones así como de un sinfín de aduladores temerosos de recibir golpes y humillaciones en la hora del patio. Yo estaba cansado de ver como a mis compañeros les robaban las canicas, les insultaban y pegaban injustamente, se reían de uno y otro y nadie hacia nada. Por suerte yo nunca fui víctima directa de sus fechorías hasta el día que decidí plantarles cara ante un injusto canje de canicas que rozaba el robo. Mi preciada canica metálica grande fue a parar a los bolsillos de Juan y no pude hacer nada por recuperarla. Durante un par de días insistí en lo injusto del canje ya que habían hecho trampas en el juego pero sólo encontré de respuesta risas y mofas. Cansado, a la hora del patio me dirigí al "cappo" Jaume indicando que su pequeño sicario me estaba tratando injustamente a lo que me respondieron todos con amenazas colectivas, mofas y humillaciones diversas. Aún recuerdo los bailes de Santiago alrededor de mi riéndose y dándome alguna sutil patada con sus horribles botas amarillas y Jaume riendo con aquella carcajada sádica que un niño de nueve años no debería de tener.
Las dos horas posteriores al recreo antes de la salida fueron algo terrible para mí. Sentía una rabia intensa y mi mirada estaba fija en Jaume a quién soñaba en agarrar y pegar sin compasión. Y sencillamente así fue. La algarabía de la salida de clase se truncó en el patio, justo enfrente de la puerta donde las familias recogían a los niños. Recuerdo bien que me dirigí a Jaume y le dije muy seriamente que se había terminado ser el "jefe". Cuando se mofó de mi le agarré por el cuello y tras tirarlo violentamente al suelo empecé a propinarle puñetazos en la cara, uno tras otro, sin soltarle el pescuezo, aunque los cuatro sicarios se abalanzaran sobre mí pegándome y arañándome. Yo no le solté. Ni cuando varios padres y madres (entre ellas la mía, que se asustó al encontrarme debajo de la montaña de niños que se ostiaban) nos intentaron separar. Yo seguía lanzando patadas y puñetazos sin compasión aun viendo la sangre en su nariz y un ojo hinchado muy feo.

Todo terminó unos días después con una mediación escolar y una pequeña charla. Pero, ¿saben lo mejor? La banda de Jaume se desmontó y nunca más él volvió a ser "el jefe" y alguno de sus pequeños matones con el tiempo se hizo amigo mío y a día de hoy Jaume y yo, aun viéndonos poquísimo, nos apreciamos. Curioso.

Esa historia de mi infancia siempre me provoca dudas. Estoy plenamente convencido que la violencia conlleva irremediablemente a más violencia ("Hævnen", el titulo original del filme significa venganza) así lo demuestra. Y la historia de la humanidad está llena de ejemplos. Como padre y educador no permito que la agresividad se responda del mismo modo.
Aún recuerdo en mis años de universidad un ejercicio de "Clarificación de valores" que el viejo profesor de educación moral nos propuso: encuentran a un viejo desvalido al borde de la muerte que resulta ser el responsable de grandes matanzas en campos de concentración nazis; ¿qué hacemos?, ¿lo llevamos a juicio y destrozamos la vida de su tranquila família que nada conoce o lo dejamos morir en paz? Dilemas morales que se entrelazan con ansias de venganza y en lo más hondo la violencia aunque creamos que es justa.

Estos dilemas aparecen en la vida cotidiana de nuestros pequeños y adolescentes. Ellos responden a menudo desde su cerebro reptiliano, desde su emoción básica. Y nosotros nos espantamos al observar la creciente violencia entre la población adolescente. Sin embargo no nos paramos a pensar del todo en sus motivos, quizás no tan cercanos a nuestra moralidad o tal vez sí aunque con un desfase temporal que no entendemos.


Sea como fuere los adultos nos preocupamos y a menudo nos sentimos impotentes ante situaciones de bullying y agresiones o humillaciones diversas que se dan cada dia en escuelas e institutos sin darnos cuenta que el detonador de todo a menudo no es más que el miedo. Miedo a sentirse rechazado, diferente, apartado, solo, incomprendido, injustamente tratado o vilipendiado. Y ese terror es capaz de crear monstruosidades. Capaz de generar maltrato y prepotencia. Brutalidad y perversión. De todo ello es capaz puesto es lo mismo que funciona en la sociedad adulta: el miedo al fracaso, la ley de la jungla, el poderoso siempre premiado aún a sabiendas de lo injusto de su poder. ¿Estamos los adultos sometidos?, ¿es la violencia juvenil una respuesta o un espejo?

domingo, 7 de febrero de 2016

+ Humans



L'altre  diumenge per la tarda vaig aprofitar per apropar-me al CCCB per a poder gaudir d'una exposició que ja feia díes que tenía al llistat  de coses a fer  de la meva agenda: "+ Humans. El futur de la nostra espècie". Vaig anar tot sol, sense ningú amb qui comentar, llegint i rellegint les informacions, delectant els videos amb atenció, reflexionant sobre tot el que apareixia i escoltant els comentaris dels meus companys visitants, acció aquesta, la d'escoltar als altres, que requereix d'entrenament i atenció.

L'exposició, perfectament equilibrada en quant a l'estètica, els continguts, la rigorisitat i el possibilisme em va deixar autènticament bocabadat. Presentar de manera tan magistral el futur de la humanitat a partir d'avenços tecnològics i hipótesis de futur de manera clara i sintètica em va donar molt de gust i em va fer pensar moltíssim en les possibilitats i amenaces amb les que haurem d'enfrontar-nos els propers anys.
Vaig gaudir i imaginar amb tecnologies esperançadores en el món de la salut i la sostenibilitat ambiental, les màquines generadores d'empatia, l'apropament inevitable de tots els èssers humans, l'allargament de l'esperança de vida i l'impacte en l'economia, la familia i les relacions humanes, la sexualitat del futur, la robótica domèstica, la gestió del temps i el pensament, la infantesa i l'educació. A banda de recomenar-vos amb molt d'èmfasi que hi aneu abans que marxi a un altre país també voldria compartir el profund impacte que vaig sentir un cop vaig sortir del CCCB i vaig anar lligant caps i rumiant. I és que sempre que parlem o pensem en el futur ho fem des de la hipòtesi, l'exageració o el radicalisme positiu o negatiu. I en aquest cas vaig veure tant clar que la tecnología actual ja permet la majoria de propostes de l'exposició que per una banda em vaig sentir desbordat i per altra ben motivat a enfrontar-me a  tot allò que vindrà esperançat que podem fer una millor societat.

A la primera part de l'exposició em vaig emprovar el "casc desaccelerador" i la "màquina avatar". El primer artilugi consistia en un casc que, un cop posat, mostrava un monitor intern amb una visió alentida del temps, amb imatges processades en un lapse més lent que obria una possibilitat a la reflexió en una societat tan accelerada i urgent com la  nostra. El segon consistía en una mena d'arnilla amb una càmera instalada al darrere amb un angular que permetia veure't en temps real i poder contemplar l'efecte de la teva pròpia vida en moviment en tercera persona difuminant la realitat de la realitat virtual.
Es tracta de dos exemples concrets dels moltíssims que em van colpir i em van fer replantejar el present i el futur en clau de persona, pare, parella, fill i professional de l'educació social. I és que cal saber que ens trobem en un moment històric autènticament excepcional; un cop passades les grans revolucions que van modificar la vida humana ens trobem tot just encetant la gran revolució tecnològica que, al igual que l'agrícola i l'industrial, ens duran en poques generacions cap a un mòn radicalment diferent on les concepcions avui més integrades hauran quedat obsoletes i oblidades.
La gran preocupació que totes les persones que treballem amb persones tenim rau en la possibilitat de pèrdua de valors, la dràstica reducció d'interaccions entre els individus, els profunds canvis a nivell de xarxa relacional propera substituïts poc a poc per l'aparell globalitzador i un nou veïnatge virtual o llunyà en l'espai, els nous aparells educatius i el tracte que faran dels sistemes emocionals, l'inmediatesa en tots els àmbits de la vida humana, les noves estructures familiars i l'impacte en la socialització, la nova organització laboral i l'impacte en les famílies -com estructura fonamental de la societat- i altres molts aspectes fascinants d'imaginar a la vegada que terrorífics pensats des del nostre pensament de 2016. 

Tot i passar-ho tot pel filtre de la por caldrà reconèixer també que les societats en transformació radical (com la nostra avui dia) acostumen a patir greus crisis que desemboquen en nous plantejaments i en una progressiva adaptació. És per això que com a persones i com a professsionals caldrà que les properes dècades estiguem absolutament alerta i conscients dels canvis. No podrem educar als nostres infants amb les mateixes metodologíes que coneixem avui dia i s'imposarà una formació permanent per part dels adults així com una consciència clara "d'aquí i ara" per a poder empatitzar i comprendre la gent jove en el seu moment històric. Qüestions com l'educació emocional i la innovació en l'ensenyament seran absolutament imprescindibles per a poder adaptar les persones a un mòn en ràpida transformació. Les emocions i els valors crec que seran la màxima prioritat en un entorn cada cop més tecnologitzat en que la realitat virtual, la robòtica i altres prendran cada cop més espai a la nostra humanitat. Per això mateix caldrà educar cada cop amb més força en allò que ens fa autènticament humans i que rau en el coneixement d'un mateix i les seves emocions així com en els valors humans compartits que cal preservar per a que ens puguin servir de far i guia per sempre.

Haurem també de ser conscients -especialment aquells que ens dediquem a treballar amb població més desfavorida- que les distàncies socials s'enxamplaran enormement entre aquelles persones amb més formació i les que no han pogut accedir favorint la creació de societats dualitzades que a la llarga poden dur a un mòn de primera i un altre de segona (bé, de fet ja és quelcom que tenim present avui dia…).

Com a educador i pedagog em comprometo des d'avui a lluitar i treballar al màxim per potenciar intensament  l'enfortiment de les capacitats, habilitats, emocions i valors que ens defineixen com a èssers humans… és la nostra única esperança i si ens en sortim podem pensar en unes generacions futures més justes, felices i equilibrades. Som-hi!!

domingo, 29 de noviembre de 2015

White saturday


Tras la inmensa acometida mediática del black Friday me siento algo aturdido. No he realizado ninguna compra pero he observado anonadado cómo miles de familias, adolescentes y niños han puesto sus ilusiones en estos días con la esperanza de poder llevarse a casa gangas variopintas a precio de saldo (supuestamente). Y es que cuando una sociedad pone en juego sus ilusiones alineadas con el deseo de tener y poseer objetos algo nos está alejando de nuestra humanidad.
Sin sentirme cualificado para dar lecciones de ética o moral sólo me erijo en observador y atiendo a una realidad cada vez más enquistada: muchas familias encuentran el éxito y la felicidad en el hecho de "tener", "disponer" de artículos variopintos ya sea la última ropa de marca para el nene de P4, el altavoz espectacular para el iphone, las botas de montaña con tecnología para subir al Everest (aunque nuestra meta pase sólo por una subida a Collserola al año), el recibidor de diseño, el porta documentos envidia de toda la oficina, el traje estratosférico a mitad de precio, las cortinas de "breaking bad" o los Levi's lavados a la piedra pómez.

Esta última semana me he sentido agredido por la publicidad. Todo el mundo hablando del "black Friday". Adolescentes soñando con la sudadera soñada de doscientos euros a mitad de precio. Papás y mamás haciendo incursiones en la web para cazar la mejor ganga. Tios y abuelos a la espera de unas rebajas sonadas en el Corte Inglés. "Compre y disfrute". "Financiamos los que sea". Acumular para ser felices; tener para mostrar a los demás (aunque sea bajo la excusa que esta marca "dura diez años" por aquello de la calidad…), poseer como signo de estatus (aunque los últimos años la clase media haya rebajado sus pretensiones y compre artículos de los denominados "no snobs" para no parecer lo que comúnmente llamamos "un fantasma"… está mal visto). Sin embargo, la industria siempre va unos pasos por delante y sabe perfectamente cual es su nicho de ventas, su cliente potencial.

Y nuestros hijos están empapados de esta furia consumista. No pueden escapar por que nuestra sociedad se basa en el consumo desaforado, en la necesidad construida desde fuera. No pueden huir por que nosotros tampoco lo hacemos. Aunque después, los papás y mamás más "progres" les hablamos de reciclaje, de las familias que casi no pueden alimentarse, de aquello de comprar sólo "lo que necesitamos y no más", de que "tener no nos hace más felices" y argumentos parecidos. Sin embargo ellos van al cole y observan a sus amigos con las zapatillas último modelo, la sudadera surfista de moda o la mochila más "in" … y lo quieren; pretenden esos objetos por que la sociedad les ha enseñado que son más estéticos que otros, que su estatus va a ser distinto y que van a sentirse envidiados… y quieren sentirse así, adoran que los demás los miren y envidien, que piensen "qué suerte tiene este", "  cómo me gustaría ser como él" y parecidos…. Y es ahí como donde educador y pedagogo me alarmo y como persona me escandalizo. Y conste que no digo una barbaridad… o ¿sí?...

Por todo ello propongo un "white Saturday" dónde las familias podamos poner en valor lo que de verdad queremos poseer. ¿Y qué queremos?; ¿qué deseamos más para nuestros hijos?, ¿Qué se sientan envidiados o empoderados en el cole por llevar unas Munich "special"?, ¿Que se sientan orgullosos de sus padres por poder comprarles lo que desean (aunque algunos menores de 10 años ni lo sepan aún…)?, ¿Qué empiecen a hacer distinciones entre personas por el hecho de poseer objetos o por su origen social?... ¿seguro que deseamos esto?... ¿creemos -cómo nos inculcan sutilmente los medios- que los pequeños empiezan a triunfar en la vida a partir de todo esto?... Y nosotros, ¿nos sentimos más aliviados si nuestro pequeño de cuatro años calza unas "Timberland"?, ¿le hace este hecho más humano o más capaz?.... Todos diremos un NO rotundo… pero el inconsciente, magullado, nos traiciona.

Por todo ello propongo un "white Saturday". Un día especial dónde se ponga en valor lo que de verdad cuenta: la felicidad de los niños, la humanidad, el valor de las pequeñas cosas cotidianas, el placer del juego, de la risa, la sonrisa, el resplandor de la mañana de sábado, la pereza de levantarse, el beso de buenas noches, el cuento antes de dormir, la canción que hace saltar, las cosquillas, la peli en familia, las palomitas en el sofá, la odiada espinaca y el querido "nugget", la dentadura del abuelo en el baño, el globo que huye, el porrazo en el parque, la celebración por la ecuación resuelta, la señora del mercado, el sabor de la fruta, las nuevas canas del papá, el conflicto resuelto, el amigo de siempre, el placer de un baño, el gol fallado y la suplencia sufrida, el lloro desconsolado y el abrazo incondicional. Y es que los papás y mamás somos incondicionales de nuestros hijos se mire por donde se mire… pero haríamos bien en serlo también el sábado, no sólo el viernes. 

sábado, 14 de noviembre de 2015

Llibertat? igualtat? fraternitat?


Acabem de llevar-nos aquest fatídic dissabte amb l'horror de la nit parisina, amb la ferum de la sang vessada barrejada amb restes de beguda i sopars de caprici a la capital de la llum. 
Veient el volum de la massacre és comprensible una resposta social de rebuig i ràbia, de dolor inexplicable vinculat a una violència mental extrema que fins i tot en els més reposats i reflexius provoca petits moments catàrtics imaginaris de venjança absoluta contra els assassins. 
La quantitat de persones mortes és insignificant si la comparem, posem, amb qualsevol dia normal a certes zones de Síria o d'altres zones del món en determinats moments però la proximitat geogràfica i cultural de París ens provoca una identificació immediata que ens posiciona com a víctimes d'un fet intolerable.
Fa tremolar la fredor extrema dels assassins. Com en una mena de videojoc fatídic, com si la gent que anava morint no fos real, els sonats que disparaven metralladora en mà tenien temps per a recarregar les seves armes tranquil·lament enmig del infern que havien creat i tornar a començar dirigint les seves bales sobre persones innocents. Difícilment imaginable. Colpidor.
Unes 140 víctimes confirmades i altres que aniran traspassant els propers dies serà el balanç final al crit de "Allah és gran". 
I ara què? Doncs la tònica habitual: els governs europeus demonitzaran obertament algunes zones estratègiques per tal de bombardejar sàdicament (ara sí, amb el suport de la població) per intentar apropiar-se de recursos naturals i d'altra mena que seran gestionats, expoliats, venuts i revenuts pels monopolis que controlen els governs i el present del món. I així funciona. Els amos del món necessiten que la població doni suport a la guerra i la violència en nom de la seguretat i la justícia provocant paradoxalment la major de les injustícies.

I és que vivim en una realitat de paradoxes i contrasentits.
Avui, lluny de centrar-me en el que escolto per la ràdio: "xoc de civilitzacions", "no podem posar a tots els musulmans al mateix sac", "tots som parisins", "s'activa el nivell cinc d'alarma terrorista" i d'altres bejenades, tòpics i ridícules anàlisi; jo duc el meu pensament cap als joves assassins i les seves motivacions reals.
Potser els propers dies els mitjans començaran a desvetllar l'origen dels sicaris i segurament restarem sorpresos al veure que es tracta de persones molt joves i de ben segur, la majoria nascuts a França d'orígens nord-africans. I si és així -com jo aventuro- aviam quin mitjà de comunicació es mostra valent i reflexiona sobre la realitat dels milions de persones d'origen estranger (però francesos) que viuen o malviuen a França. M'agradarà veure si algun diari o televisió explica com milers de joves francesos resten exclosos sistemàticament de la societat formant part de terribles ghettos en ciutats, barris i pobles amb elevats índex de pobresa, atur i delinqüència on el sistema de protecció i serveis socials estén els seus braços tímidament sense el suport d'una decidida política de promoció social que mai no ha existit. M'agradarà copsar si els poders francesos són capaços de reconèixer que darrere les seves criminals accions colonials van haver d'acceptar de mala gana que els nous "nacionals" visquessin a Europa i formessin les seves llars, famílies i societats segregades, sense suport real i sempre sota sospita. El resultat de tot això el tenim clar: milions de francesos i franceses de segona que tendeixen a ajuntar-se en allò que els dona identitat. La religió, la cultura, el lloc d'origen, la ràbia adolescent. Qualsevol d'aquests aspectes dota de sentit la vida en comunitat d'una part de la població que se sent assenyalada i ha viscut els darrers seixanta anys, generació rere generació, sota el paraigua fictici d'allò que és francés qualsevol que accepta els preceptes clàssics de la república. El problema, però, és que les comunitats segregades subtilment acaben per no creure's allò de la llibertat, igualtat i fraternitat. No són lliures per que no poden sortir de la seva classe social, no són iguals per què sempre seran jutjats pel seu lloc d'origen i la seva condició social  i la fraternitat sols la troben en les seves comunitats, fet darrer que agreuja el seu sentit anti-sistema i la seva exclusió de sentir-se francesos de "soca-rel".

Els joves més manipulables per les xarxes de captació d'assassins són aquells que viuen en aquestes condicions. Com en tot, quan algú està cercant la seva identitat i apareix un missatge molt potent, radical i proper culturalment que entronca amb la seva ràbia vital i el sentiment d'abandó social, es tendeix a adoptar-lo per així poder sentir-se part d'un grup de poder, per donar sentit a unes vides properes a la marginalitat i buides. És ben fàcil.

En els meus anys de treball al barri del Raval, a Barcelona, vaig poder entendre com joves marroquins que havien viscut en condicions miserables al carrer passaven del consum permanent de dissolvents i de robatoris diaris en una vida sense sentit a ser de sobte abanderats de la religió sota la direcció de la mesquita refusant qualsevol idea "occidentalitzant".
D'altres experiències amb adolescents i joves en condicions similars em duu a pensar que hi ha determinades organitzacions polítiques, criminals, religioses o terroristes que saben molt bé com i on cercar les persones més vulnerables per a donar-los un sentit a la seva existència. Així doncs, bandes llatines, determinats moviments religiosos importats d'Amèrica, altres aparells religiosos radicals, sectes i d'altres capten als adolescents i joves més perduts i vulnerables per a engrossir les seves files amb persones que acabaran erigint-se en veritables fanàtics de la causa, en una comunitat tancada que els tractarà de "germans" i suplirà l'amor i suport de la família, en un espai on es podran sentir orgullosos i trobaran grans motius per viure o morir.

Algú té dubtes que la reacció dels poders aquesta propera setmana passarà per mesures de seguretat extremes?
Algú te dubtes que el que viurem pels carrers els propers dies serà un increment de la desconfiança vers qualsevol tipus de població que puguem relacionar llunyanament amb l'islamisme?

Jo no en dubto. Com tampoc no dubto que cap estament polític mourà un dit per a augmentar els recursos per a treballar en la inclusió d'aquest perfil de joves o per a posar noves mesures per a que aquestes famílies redueixin la seva vulnerabilitat social. I cap poder polític no ho farà -tot i que alguns ho intentin o tinguin clar què cal fer- per què els veritables poders no ho permetran ja que aquest joc els va perfecte: tenir l'enemic a casa crea por i aquesta és indispensable per a justificar més violència cap a d'altres, per a garantir més injustícia i aprimar encara més la democràcia i finalment per a tenir a la societat dividida, autèntic precepte indispensable per a continuar manipulant-nos com vulguin. 

martes, 10 de noviembre de 2015

Aprender a fluir




Durante un entrañable fin de semana en casa de mis amigos Ferran y Carol asistimos con mi hijo Oriol de tres años a una feria navideña infantil que se había instalado en el pueblo. En ella encontramos varios hinchables gigantes, talleres de manualidades, maquillage y también una  pista infantil para bicicletas y patinetes organizada a modo de circuito. Mi hijo Oriol, como buen loco por todo aquello que tenga ruedas se agarró una bicicleta y más tarde un patinete y ya no los soltó en toda la tarde. A mí no me quedó más remedio que quedarme en pie esperando observando el ir y venir incesannte del niño mostrándole ánimos tras alguna de sus aparatosas caídas. El niño daba vueltas y más vueltas por el circuito, aprendiéndose de memoria las diversas curvas, controlando mejor a cada paso por meta los derrapes con la rueda de atrás en el suelo encerado, aumentando paulatinamente su velocidad con el paso de los minutos, esquivando cada vez con mayor habilidad a los demás niños, proponiéndose atrapar a los chavales mayores que le llevaban ventaja y disfrutando al observar que efectivamente les reducía la distancia a cada vuelta. Concentrado. Feliz. Para él no había nada más en ese instante que el puro disfrute del momento, el goce increíble de marcarse pequeños retos y de mejorar sus movimientos, cada vez con mayor destreza y tino, en cada curva con una nueva expectativa de pedalear más rápido y de derrapar mejor, disfrutando.
Perdí la noción del tiempo mirando a mi hijo y captando ese estado de ánimo concentrado y feliz. Sus ojos resplandecían de felicidad cuando adelantaba a otro niño y su expresión denotaba seguridad, temple y absoluta concentración. Fue entonces cuando recordé la antigua lectura de un libro muy importante en mi vida: "Fluir (Flow). Una psicologia de la felicidad" de  Mihaly Csikszentmihalyi . Y pensé en ese autor puesto que su tesis principal sobre la búsqueda de la felicidad tenía que ver precisamente con ese estado de ánimo: fluir.
Fluir; hoy tal vez una palabra bastante en boga aunque desconocida en la época en que el autor escribió su obra. La felicidad como un estado subjetivo, cómo no, aunque ligado a una actividad humana concreta, a algo en lo que disfrutamos ya sea por puro placer cómo por reto personal.
En su libro aparecen ejemplos de personas de todas las culturas y edades. Ellas se mostraban felices a partir de actividades cotidianas que se convirtieron en eje central de sus vidas: la viejita que cortaba leña en un pueblo perdido de los Alpes y que vivía sumida en lo que a nuestros ojos podría parecer la pobreza, el joven nadador que sacrificaba su adolescencia por rebajar cada mes unas centésimas en su marca, el padre de família que ayudaba a hacer los deberes a su hija a diario, el quiosquero que comentaba las notícias cada mañana con sus vecinos... Cada persona dispone de sus objetivos diarios, de sus retos personales, de sus ambiciones cotidianas como quiere y en ellas puede encontrarse y sentirse plena, dichosa, concentrada. Feliz.
Casi todo el mundo denosta el trabajo; pero quién no ha sentido alguna vez en su vida un goce intenso al sentirse realizado con su tarea, plenamente concentrado en algún proyecto o idea, desarrollando una pequeña innovación, cumpliendo mejor su cometido o concentrándose absolutamente en algo?  Y sin hablar del trabajo, quién no se ha sentido feliz absorbiéndose en su hobby, en algún deporte o símplemente mejorando en labores domésticas? Y es que hay dos conceptos que están muy próximos a "fluir": la concentración y el reto personal. Ambos funcionan a la par y cuando fluímos somos capaces de olvidar todas nuestras preocupaciones para centrarnos en una única tarea que nos absorbe y que nos plantea la mejora contínua, el reto de perfeccionar cada movimiento, de ir más rápido, de llegar más lejos, de hacerlo mejor o de sentir con mayor intensidad.
Los niños son especialmente sensibles a estos estados. Sólo debemos observar a pequeños de tres o cuatro años para apreciar como se esfuerzan en mejorar el trazo del dibujo, en perfeccionar su equilibrio en el patinete, su velocidad en ejecutar tareas diversas. Los adultos a menudo no somos conscientes del intenso placer que sienten nuestros hijos con estos esfuerzos. Los pequeños retos inconscientes que ellos se marcan así como el intenso estado de concentración en el que entran los hacen entrar en un plano distinto en el que no existe nada más que la actividad que realizan en ese momento. Recuerden por unos instantes la determinación innata de los bebés aprendiendo a dar sus primeros pasos, inmunes a las caídas y al desánimo, felices por andar unos centímetros más lejos cada vez.
La cultura y la educación recibida han castrado a los adultos impidiendo la continuidad de esas sensaciones infantiles. Nosotros nos movemos en otro plano, más atentos "al qué dirán", incapaces de aislarnos con nosotros mismos centrándonos en una sóla tarea mental, frustrados permanentemente por no sentir durante todo el tiempo esa sensación de felicidad que tanto ansiamos, aquejados a diario por millones de motivos de preocupación y miedo, atascados en egoísmos y envidias con nuestros allegados, temerosos del futuro y invidentes ante el presente.
Esta gran capacidad perdida la mantienen pocos adultos ajenos a la idea que en ello reside la felicidad, ese estado subjetivo que los amos del mundo pretenden vendernos por la vía consumista.

Como padre y educador reivindico el esfuerzo que debemos hacer para observar a los niños re-aprendiendo de ellos por un lado y animándolos por otro para retrasar la inevitable castración que la cultura dominante va a ejercer sobre ellos con el tiempo.
Hoy mismo estuve observando a mi hijo, ya con cuatro años, en el parque infantil: recorrió como veinte veces seguidas el mismo recorrido de obstáculos, saltando por entre la cuerdas, trepando por las maderas y resbalando por el poste de hierro; cada vez lo hacía con mayor desempeño hasta llegar a dominar perfectamente todo el castillo infantil sintiéndose más rápido, ágil y pleno. El golpe en la cabeza al caerse desde el poste no le hizo cesar en su empeño, animado por mí restando importancia al dolor del accidente y poco a poco consiguió subir hasta el límite de la construcción infantil, lugar al que nunca antes había llegado. Una vez encaramado arriba me miró con rostro de satisfacción y me mostró el pulgar hacia arriba describiendo su satisfacción personal y su estado de ánimo pleno. Estos instantes de mi paternidad resultan ser gigantes, extremos y dichosos. Comprobar que tu hijo disfruta con un esfuerzo y consigue su humilde objetivo se convierte en un ejemplo básico de lo que debe ser su proceso educativo: un reto permanente, la búsqueda del placer en el esfuerzo cotidiano, el inconformismo desde una visión subjetiva, la mejora basada en la atención plena en una actividad.
Hoy mismo me he propuesto releer al autor de "Fluir" (qué complicación escribir su apellido) para recordar que la paternidad y la educación deben basarse en el placer de aprender centrados en la adquisición de las habilidades de concentración y en la idea del reto cotidiano. Dicho de otro modo: animamos a nuestros hijos en sus quehaceres cotidianos por muy inservibles que nos parezcan a nosotros?; permitimos que se tomen el tiempo necesario para concentrarse en una sola tarea durante mucho tiempo en una era en la que la multiplicidad de estímulos no nos permite a los adultos sentir el " aquí y ahora" por más que unos minutos? Les confieso ahora que escribiendo estas líneas, a medianoche, en silencio y ante una cerveza negra he estado fluyendo como hacía tiempo que no lo hacía.

jueves, 8 de octubre de 2015

Carta a un futuro educador social


Toni me repite continuamente que quiere estudiar para ser educador. Él tiene 19 años, un pasado familiar complejo, tres años de adolescencia vividos en el centro de menores que dirijo, buena voluntad, valores importantes y un espíritu resiliente encomiable. No tengo dudas que este chico llegará donde se proponga. Ninguna duda. Pese a las dificultades existen personas que amparadas en su fuerza de voluntad, en sus valores y en una energía positiva sonsacada de no se sabe dónde consiguen sus objetivos. Y él quiere ser educador social. Quiere trabajar en esta complicada profesión después de haber sufrido y disfrutado de las diversas intervenciones que unos cuantos profesionales hicieron con él, después de vincularse a personas que en un momento difícil de su vida supieron rescatar lo mejor de él, después de sentirse agradecido por el apoyo que recibió. Sinceramente, no sabe dónde se mete.

Un servidor empezó su carrera como educador en un lejano año olímpico. La primera horneada de educadores sociales que empezamos en la universidad en un lejano 92 con toda la ilusión del mundo, rebeldes algunos, emocionados los más. Con 20 años de profesión a mis espaldas entiendo ahora en toda su inmensidad la categoría de nuestra labor. He pasado por centros de menores, por proyectos comunitarios, por centros abiertos, por acciones de participación infantil y juvenil, por apoyo a familias, menores migrados en solitario. He trabajado de educador en la calle y en instituciones. He coordinado y dirigido equipos. He formado educadores y educadoras tanto en la universidad como en el tajo. Y de todo ello me quedo hoy con que todavía sé muy poco de mi profesión. Poco. Poquísimo. Tan poco que cada día aprendo cosas nuevas de mí mismo, de los chicos de los que tengo la guarda legal, de mis jefes y especialmente de los educadores que colaboran conmigo. Un continuo aprendizaje que me produce dolor (cuando debo reconocer mis errores o señalar actitudes incompetentes o poco comprometidas) y placer (cuando integro nuevos puntos de vista o compruebo logros de las personas).

Por ello, cuando Toni me dice que quiere ser educador siento un inmenso placer por integrar a un futuro profesional que será muy competente a la vez que una leve angustia por no saber explicarle con palabras claras dónde se está metiendo. ¿ Dónde se quiere adentrar? A él le hace ilusión, lógicamente, trabajar de educador en un centro de menores. Él ha pasado parte de su vida ahí y sabe que puede aportar mucho, muchísimo. Yo también lo creo. Lo sé. ¿Quién mejor que un ex residente en un centro de menores para entender lo que sienten los chicos y chicas que están ahí?, ¿quién mejor para entender sus angustias, miedos y rebotes? Pero aun así, alguien debe de explicarle algún día en qué consiste realmente este trabajo. Yo no le puedo dar más que mi visión individual pero me veo en el deber de regalársela para que realmente esté seguro de su elección.

Querido Toni:

Tú sabes por experiencia propia que hay diversos tipos de educadores. Seguramente tantos como tipos de personas. No soy quién para enumerar aquí las diversas etiquetas y roles que llevan y juegan los muchos educadores y educadoras sociales que existen, especialmente en los centros de menores. Pero sí que te puedo explicar lo mucho que ponemos en juego.

El educador/a excelente viene cada día al trabajo con la máxima energía, está centrado absolutamente en la necesidades de los chicos y chicas que atiende, observándolos, compartiendo con ellos sus alegrías tristezas y desvaríos. Comprende el complejo cerebro adolescente sin juzgar todas las acciones. Está centrado en acompañar al chico o chica del que es tutor atendiendo a sus necesidades vitales, flexible con las normativas del centro, duro cuando debe serlo, cariñoso cuando se precisa, afable en las contrariedades, chistoso en los buenos momentos, inflexible ante las tomaduras de pelo, entrañable en momentos cálidos y cabroncete cuando se tercia. Pero con todo, el educador/a excelente anda al lado de cada chico o chica, consciente que no está" reconstruyendo" nada sino simplemente acompañando, sintiendo y animando a la vez que llamando la atención y señalando oportunidades y nuevos caminos que cada adolescente debe aventurarse a explorar.
Ese educador/a excelente no anda centrado únicamente en hacer cumplir las normas (de ello ya se encarga la policía en exclusiva) ni en obligar a andar el camino que él cree correcto desde su experiencia. Al contrario, entiende que cada persona es un mundo y se centra en que cada chico/a se conozca mejor a sí mismo y se sienta capaz de mejorar y transformarse.  Intenta que cada joven observe el presente y el futuro como un espacio lleno de posibilidades, consciente de los peligros y apoyado en sus puntos fuertes. Ese educador/a insufla fuerza, energía, esperanza. Cree en el adolescente y no se da por vencido. Sostiene al chico/a cuando este pierde la esperanza, le frena cuando se dispara, le abraza cuando se hunde y le abronca cuando se desmadra. Se hace respetar amparado en su fuerza y energía personal y no en la normativa en la que algunos profesionales intentan justificarse y disimular su incompetencia o su escasa energía vital.
El educador/a excelente no compara a los jóvenes ni crea estereotipos. Desenmascara conflictos internos sutilmente a la vez que presenta oportunidades y puntos de apoyo. No se pone las medallas sino que las pone él al adolescente y a la familia, si cabe.
No hablamos sólo de un profesional sino más bien de una persona comprometida con el prójimo, abierta a las emociones, centrada, resolutiva, enérgica y entrañable.

Pareciera que hablo de superhombres y super mujeres. Pero no nos podemos conformar con menos.
Y sí, Toni, olvídate de sueldos jugosos. Admite que parte de tu salario va a venir de tu satisfacción personal y de lo mucho que te plantees disfrutar en el trabajo. Triste, sí, que las labores básicas de esta sociedad sean vistas como poco menos que periféricas y prescindibles. Pero esta idea no debe desanimarnos puesto que nosotros sabemos que estamos aportando valor social clave .
Sin embargo te encontrarás con compañeros y compañeras desanimados, negativos, tristes o ambivalentes, resabiados y incompetentes. Pues claro; como en toda profesión hay personas que no debieran haberse dedicado a eso. Y lo afirmo categóricamente. Existen educadores que serían excelentes guardias urbanos, maestros, carpinteros, ingenieros, economistas, payasos, políticos o periodistas… pero como educadores que deben acompañar a jóvenes en riesgo son unos auténticos patanes. Lo siento. Es así. Si alguien me lee y se siente reconocido le aconsejo que se replantee su vida profesional puesto que su mala praxis está haciendo daño (y mucho) a personas adolescentes.

Si quieres dedicarte a acompañar jóvenes y adolescentes deberás ante todo conocerte a ti mismo, tus fortalezas y debilidades, tus limitaciones y potencialidades para saber en todo momento dónde y cómo estás. Un educador que no se conoce a sí mismo y que no es capaz de plantearse retos personales y crecer no será capaz de hacer crecer a sus chicos y chicas. Y es que hablamos de educación, claro, pero siempre vinculada al crecimiento personal, al convencimiento de ser capaces de todo, de aceptar la realidad para mejorar desde ella, del esfuerzo por conseguir objetivos, de resiliencia para superar las dificultades y de la búsqueda de la felicidad. Si!, de la felicidad! Te extraña? Pues no debería ... Acaso no es ese el reto de cada ser humano?: vivir feliz y en harmonía en su comunidad?

Te escribiría muchas más ideas pero todas se pueden resumir en un dicho de las abuelas, siempre a la vanguardia de la educación con sentido común: "se educa más con el ejemplo que con las palabras". Pues eso.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Maldita foto de Aylan


Nuestra sociedad funciona así. Una maldita imagen insoportable colapsa todos los medios occidentales y de repente una lógica ola de indignación a la vez que solidaridad sacude a la ciudadanía mundial. De repente, los gobiernos occidentales se ven obligados a seguir las demandas de sus votantes y timidamente empiezan a proponer medidas humanitarias de auxilio para ayudar a los refugiados que escapan aterrorizados del conflicto armado obviando lógicamente que gran parte de esos mismos gobiernos son culpables sino incitadores y financiadores directos de este tipo de conflictos: lógicas y incoherencias de este mundo dominado por la codicia estructural que consiguen convencernos que las grandes soluciones pasan por el auxilio a los necesitados más que por un gobierno mundial que vele por el bien de la humanidad.

La maldita foto del pequeño ha colapsado los medios esta semana. Debo reconocer que para un padre de un niño de cuatro años como yo, observar esa imagen de Aylan Kurdi, se antoja un hecho insoportable. Y realmente así es. No he conseguido aún mirar con atención la foto por más que unos pocos segundos y debo reconocer que el llanto se apodera de mí cuando mi mente obscena recrea la maldita imagen en la playa. Se trata de algo cruel, desgarrador. Una vida arrancada que me conmociona en todos los sentidos, por lo próximo, por lo humano que resulta el hecho de querer huir de un lugar sitiado por la metralla, la muerte y la sinrazón.

No es mi intención ahondar en la herida que todos hemos sentido esta semana aunque siento un leve respiro por ver que los políticos escuchan de vez en cuando (ni que sea con ánimo electoralista) el clamor de la ciudadanía. Sinceramente no confío en que se tomen medidas de humanidad absoluta. Más bien creo que se aprobarán presupuestos y proyectos inmediatos para que las grandes masas sigan creyendo en la bondad del sistema y poco más… no nos engañemos. Los mismos que propondrán medidas de apoyo seguirán vendiendo armas a partes del conflicto y tomando parte de acuerdos geoestratégicos con otras naciones, corporaciones y demás. Así funciona nuestro mundo. Nuestra especie está dominada por la codicia y la última gran revolución deberá basarse en el bien común… aunque en términos evolutivos podemos estar aún en etapas muy iniciales.

Mi gran duda estos últimos días como padre y como educador radica en qué decir a nuestros niños y jóvenes al respecto. Estoy seguro que en muchos hogares se habrá tratado el tema del niño con horror; se habrá comentado, algunos niños y adolescentes se habrán sentido conmovidos, otros tal vez no, algunos padres habrán mostrado su indignación para con el mundo, otros habrán apagado los televisores para proteger inútilmente a sus vástagos de la barbarie humana… sea como fuere, cuando los medios nos dirigen hacia una noticia resulta imposible escapar de ella. Pero yo sigo preguntándome: ¿cómo tratamos estos temas con nuestros hijos?, ¿tomamos partido moral o políticamente?, ¿logramos hacer que empaticen con la situación de semejantes suyos en otros contextos?, ¿los alienamos y prohibimos el acceso a la información por miedo?, ¿mostramos nuestros temores y recelos sobre el mundo en que vivimos?, ¿logramos hacerles ver que la vida y la humanidad es tan maravillosa como terrorífica?.

Pensemos en cómo un niño o adolescente de nuestra sociedad encaja las imágenes de Aylan en su estructura de pensamiento; pero pensémoslo desde dos prismas básicos: el contexto de educación moral en que ha crecido (el sistema de valores familiares y su aplicación) y la educación emocional que ha recibido.  Si el primer aspecto rige la capacidad de sentido crítico, justicia y criterios de humanidad, el segundo se centra en los sentimientos y el grado de empatía. Ambos se relacionan y retroalimentan lógicamente permitiendo la expresión de ideas, sentimientos y emociones dentro de una propia escala de valores. Y ahora, la pregunta: ¿somos siempre conscientes padres y educadores que nuestro ejemplo cotidiano repercute en todo ello?

Dicho esto propongo no esconder a nuestros niños (no me refiero a los más pequeños, claro) la maldita imagen siempre y cuando podamos tratar el tema en familia y mostrar nuestros valores más firmes sin esconder nuestras emociones más básicas. Resulta que a menudo los adultos nos convertimos en grandes expertos en edulcorarles la realidad sin tener en cuenta que los más jóvenes ya forman parte de esta comunidad tan maravillosa como violenta llamada mundo, sin recordar tampoco que nunca el valor de la justicia estuvo tan inmensamente claro como en nuestra infancia. Y si nunca jamás seremos tan justos como los niños tal vez debemos reaprender de ellos o valorar mejor sus "sencillas" propuestas.