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domingo, 15 de marzo de 2020

Educador Confinado 1


Pues sí. Llevo cuatro dias confinado. Mejor dicho, autoconfinado, puesto que aún no he recibido la llamada que me de instrucciones sobre lo que hacer al haber estado en contacto mi hijo y yo con una persona enferma, aunque tengo claro que debo recluirme junto a él los catorce días de rigor que los protocolos recomiendan para no poner en peligro a los demás; en este caso al resto de niños y sus famílias del colegio de Oriol y a la comunidad de niños/as, adolescentes y equipo educativo del Crae (centro de protección de infancia tutelada) que dirijo en L’Hospitalet de Llobregat.

Y sí. Como todo el mundo ando preocupado. Estos últimos días de hecho, preocupadísimo con la gestión del centro, sintiéndome muy impotente por no poder estar ahí y confiando ciegamente en las actuaciones del equipo directivo de la cooperativa que lo gestiona, abordando el tema de frente con el equipo educativo, ciertamente angustiado, y con los niños de la Llar Infantil i los adolescentes de la Llar Juvenil. 
Soy consciente que las educadoras y educadores están haciendo un trabajo brutal de concienciación con todos los chavales trabajando la idea que no van a salir de allí ni ver a sus famílas en un mínimo de quince días. Desde aquí los felicito igual que a los miles de profesionales que las próximas semanas se dedicarán a atender personas poniendo en riesgo su propia salud.

Nuestro dispositivo ya parte de la idea que podemos ir enfermando y teniendo que recurrir a la bolsa de suplentes. Y si mucho empeorasen las cosas nos podríamos encontrar con que ya no disponemos de equipo suficiente en algún momento para la atención de 24 horas que debemos dar, hecho que conllevaría turnos maratonianos para los que quedaran o incluso confinamiento junto a los niños en caso de infecciones dentro del centro. Yo ando calculando los días que me quedan para poder dejar a mi hijo en casa de su madre y instalarme en el centro llegado el caso. 
En fin, tal vez se trata de aventurar cosas que aún no sabemos pero al no habernos encontrado nunca en semejante situación vale la pena considerar todos los escenarios.

Tal vez el Covid-19 no sea brutalmente mortal pero yo lo tomo como un serio aviso de qué podría pasar socialmente ante una amenaza mucho más letal y la verdad, el resultado es totalmente devastador, absolutamente triste:

  • · Veo miles de famílias especialmente en Madrid pero también en Barcelona huyendo a sus segundas residencias a pasar un período de vacaciones con los niños exponiendo a otras comunidades o pueblos (muchos de ellos con elevados índices de población envejecida) con actitudes totalmente irresponsables.
  • ·         Observo la obscena avalancha en los supermercados de personas histéricas acaparando comida de manera descontrolada, carritos con quilos y quilos de arroz, el ya famoso papel higiénico, estanterías de carnes y pescados totalmente vacías.
  • ·         Veo en las grandes ciudades como la gente se reúne en terrazas a tomarse sus copas como si nada, las discotecas madrileñas repletas, los restaurantes y bares obligados por la policía a cerrar, empresas que aprovechan para despedir a gente, la patronal junto a sindicatos apoyando despidos masivos, toreros en la televisión dando consejos de salud, a los políticos que desmantelaron de manera criminal la sanidad pública haciendo llamadas por twitter para aplaudir desde los balcones a las 10 de la noche a todos los sanitarios que se dejan la piel...
  • ·         Veo un gobierno español totalmente inútil, haciendo llamadas al patriotismo más patético y anulando competencias a las comunidades que sí que ya han actuado y están activando planes útiles, entrando de lleno en la centralización decimonónica que cómo siempre –y pese a que el pringado de Pedro Sánchez rebuzne lo contrario- siempre llevaron a este estado inventado al desastre.
  • ·         Veo como gracias a los nefastos gestores de la comunidad y el ayuntamiento de la capital del “reino” el vírus en España representa ya el lugar del mundo con una mayor expansión de contagios en menor tiempo. Unos cracks.
  • ·         Veo como se habla de solidaridad pero no la acabo de ver por ningún lado cuando un montón de famosillos, políticos y otros ya han dado positivo (señal de que les hacen el test) y miles de personas aguardan en sus casas por símple sentido común con la incertidumbre de si estarán o no infectadas.
  • ·         Veo ataques xenófobos a la comunidad china y cómo esta responde con verdadera solidaridad regalando mascarillas o cerrando antes que nadie sus negocios.
  • ·         Veo como servicios como el mío no estamos en boca de nadie ni importamos socialmente pese a que tengamos responsabilidad sobre la vida de personas durante 24 horas al día. Para nosotros la única respuesta ha sido “tirad del equipo y de la bolsa de suplentes”. Y yo me pregunto ¿cuando caigan o si caen todos quién se va a hacer cargo de la vida de niños y niñas cuyo tutor legal es la propia Generalitat?

Veo muchas cosas y caigo en el cabreo supino o en el nerviosísmo. Estoy atrapado en casa y miro tanto por mi família como por los chicos y chicas de los que soy guardador legal. Me siento algo impotente puesto que siento que mi lugar ahora debería ser estar en el centro, liderar al equipo, calmar los ánimos, reunir a los chavales y promover un proyecto común de responsabilidad y precaución. Pero no lo puedo hacer desde allí y me mareo en casa pensando en como puede evolucionar todo.

Si soy realista creo que la mayoría nos vamos a infectar y me preocupa saber cómo vamos a proteger a nuestros mayores y cómo vamos a evitar el colapso de un sistema sanitario ya tocado de muerte gracias a gobiernos anteriores. Se trata de una situación nueva que nos va a poner a prueba como sociedad. Otro tema va a ser la crisis económica monumental que va a seguir a la pandemia y que creo modestamente que va a cambiar el devenir de nuestras sociedades ayudando a apostar por precarizantes trabajos por horas, instaurando el teletrabajo para quien pueda, reducciones de costes y tal vez llevando a una renta bàsica universal que más que ubicarse en la órbita del derecho lo va a estar en la de la supervivencia extrema. 

No puedo decir que nos agarremos por las curvas que vienen porque ya estamos de lleno en ellas.

Salud, más que nunca y seamos responsables.

lunes, 2 de marzo de 2020

De cómo me llaman paternalista



Debe ser que últimamente ando algo sensible o paranoico pero a menudo en Twitter me siento atacado por algunas personas que se proclaman progresistas o militantes de diversas causas por el símple hecho de decir que soy director de un centro de protección mal llamado de menores  o por nombrar mi profesión de educador social. ¿Me duele? Pues algo sí;  aunque por otro lado entiendo la crítica velada a lo que algunas de estas personas se refieren que entiendo debe ser aquello de que formo parte activa de un sistema que perpetúa la injustícia, que actúa como panóptico social, que maniobra útilmente entre aquellos más vulnerables para mayor beneficio del control social, que sectariza la sociedad para poder analizar las vidas de personas y se da derecho para actuar sobre ellas y sus hijos y hijas en pos de unos ítems de “riesgo social” aplicados de manera objetiva (aunque no sea así)  y basados en unos parámetros digamos adaptados a una sociedad occidental blanca, patriarcal (sí, aunque nos pique reconocerlo) y adaptada a un sistema de vida que reconocemos como el adecuado en un consenso del que no todos han participado. Desde este punto de vista el “no adaptado” a la “norma” o al “dogma” corre el riesgo de ser estigmatizado, filtrado por la red de los servicios sociales y psicologizado, psiquiatrizado, educado, manipulado, etc por los distintos dispositivos de los que la sociedad se vale para asegurar su continuidad en los mismos criterios que la definen como “correcta”: centros de menores, justícia juvenil, equipos de atención a la infancia y adolescencia, etc en el caso del trabajo social dedicado a la infancia. Dispositivos todos ellos surgidos a la luz, si hacemos deconstrucción de la historia, de grupos sociales confinados por “peligrosidad social” ya fuera ligado a cuestiones psiquiátricas o criminalizantes. Sí, reconozcámoslo! Nuestras profesiones vienen de ahí. Ese es nuestro origen mal que nos pese y mal que queramos olvidarlo. Y siguiendo la estela de Foucault que tanto me entusiasmó en su momento debo reconocer que el orígen de cualquier institución va a determinar de por vida sus métodos y objetivos por mucho que vayamos limando con el pasar de las décadas esos orígenes que nos cuesta reconocer.

Por ello, cuando por tuiter o por dónde sea alguien me desvalora en mi profesión quiero pensar que está apelando a esos orígenes de fondo y trasladándolos a la época actual, mostrándose crítico o crítica ante una situación social que encuentra injusta e injustificable y ataca a uno de los mecanismos que a menudo más se las dan (damos) de progresistas y “buenistas” pero que en el fondo sí que es cierto que dotamos de estabilidad al sistema general que perpetúa y a veces exacerba la injustícia, el patriarcado, el racismo o la marginalidad.

Es por ello que puedo entender que hoy una joven antropóloga me haya invitado a no opinar en su publicación tuitera para no “estropearla” a propósito de mi crítica sobre las letras de un músico joven surgido de un barrio que conozco bien que yo considero que reivindican cosas pero que a mi juicio recrean situaciones de calle, de violencia, exacerbación de actitudes callejeras próximas a delitos varios y que a mi entender eso no abandera demasiado... Por hablar así me han acusado de criminalizar al joven y al barrio entero y en algún momento he podido leer algún comentario acerca de mi “paternalismo blanco” con el beneplácito de entender que dicha publicación aludía a ese joven en un concierto repleto de muchos otros jóvenes – muchos racializados- y que ello era una muestra positiva de voz alternativa y de empoderamiento hacia minorías que se sienten justamente maltratadas.

Dejando de lado que comparto plenamente el argumento de la necesidad de voces empoderadas que abanderen movimientos, reúnan militancias, aglutinen gente y tomen poder político sigo pensando que el símple hecho de que un actor aislado (aunque potente) surgido del bolsillo de un industrial avispado sabedor de la necesidad que muchos jóvenes tienen de disponer de referentes “rebeldes” con el sistema y de poder expresar justa queja sobre la mierda en la que viven, no representa un movimiento social, político o juvenil en el que verter con santa inocencia las lógicas inquietudes que militantes de comunidades diversas ponen ahí. Y lo digo a riesgo de ser “linchado” por personas que conozco. Aunque opino que el simple hecho de “reunir” en torno a algo a una comunidad juvenil con un estereotipo en sus espaldas (sea de caràcter racista, cultural, homofóbico, etc) ya es acto imprescindible para empoderarse y saberse comunidad potente y unida para actuar contra lo que les oprime... que es prácticamente todo en muchos casos. Y opinando así, aún a riesgo que alguien más me llame “paternalista blanco” sigo pensando que tomar el mando de una reivindicación no pasa por endiosar a sus prácticas más marginales (la calle, los trapicheos, los chivatos, las balas...) sino más bien por endiosar a sus ejemplos más brillantes, esos que desde el propio sistema que les ha oprimido han logrado alzar sus voces, hacerse ver y visibilizar a sus comunidades y que desde ahí son capaces de ser críticos y convertirse en referentes ... pero, total, ¿qué sabré yo?... si para algunos o algunas sólo soy una pieza más del engranaje que perpetúa la injustícia o la opresión desde mi lugar profesional...

Y dicho esto asumo el riesgo que alguien me diga:
  • a)      Tú no puedes opinar de esto por que no has vivido ese azote del sistema en tu propia carne.
  • b)      Tú debes callarte por que ocupas un lugar clave en el aparato de control social.
  • c)       Tú debes callarte por que eres un pureta que no entiende las lógicas juveniles actuales.

Aunque ya me adelanto a responder:

  • a)      Cierto. No he vivido según qué cosas y desconozco muchas de las lógicas que subyacen pero ... ¿eso me desautoriza a preguntar, opinar o ser crítico con respeto? A veces pasa que perdemos la energía en demonizar al que se siente de tu parte (aún ignorante de millones de cosas y absolutamente sin pretender dar lecciones de lo que no se sabe y también metiendo la pata) sin atacar realmente al enemigo más acérrimo que acostumbra a ser común ... y sí, en según qué cuestiones esto no es tan fácil de ver y a menudo el “enemigo” está en las maneras de hacer, sentir y lógicas culturales heredadas y vigentes que yo mismo seguro que tengo incorporadas en mi ADN cultural. Y además me gustaría aclarar que desde ayer y gracias al comentario de una persona también tengo más en cuenta la cuestión de "catársis" necesaria que muchos jóvenes necesitan (si es a través de la rabia expresada desde la música pues ya vale) para hacer aflorar de alguna manera la situación de injusticia, opresión o racismo en la que viven mordiéndose los puños a menudo...

  • b)      Cierto. Dirijo un Crae. Pero mi pequeña lucha particular pasa por empoderar al máximo a los niños/as, adolescentes y famílias con las que trabajo en mi dia a dia para que un día puedan decidir con mayor autonomia y puedan disponer de vidas más felices. Sí, supongo que suena “happy flowers” pero los que me conocen saben que respeto al máximo a cada persona y que siempre me dediqué a ello  ya fuera en el centro o en otros espacios profesionales.
  • c)       Cierto. Ya soy algo mayor y seguramente se me escapan cosas de la juventud de hoy. Pues claro! Y es que los que deben tomar el mando son los propios jóvenes en muchos aspectos y alzar la voz exponiendo argumentos, críticas o alternativas. Yo me quedé cantando cosas de La Polla Récords y Kortatu ....


jueves, 27 de febrero de 2020

¿Multicultural?, ¿Intercultural?



Recientemente acudí a una mesa redonda en Barcelona enmarcada en la celebración del día mundial de las lenguas maternas en la que se iba a hablar de la importancia del plurilingüismo en el mundo educativo. Los ponentes de la mesa (una mamá de origen marroquí, una profesora universitaria investigadora en el tema y un coordinador pedagógico de una escuela de primaria)  dialogaron junto a la moderadora, una educadora social especializada en temas interculturales ... o será multiculturales? Y esa pregunta no me la hago en balde ya que llevo casi quince días dándole vueltas a todo lo que escuché, pensé y recordé de mi experiencia, conversé con la persona que me acompañaba, que por cierto, hizo una aportación fundamental al final del acto relativa a que hacen falta más profesionales procedentes de otras culturas y sobretodo que se les pregunte y escuche.
Los argumentos pedagógicos y sociológicos acerca de por qué debe incentivarse el uso de cualquier lengua materna en el mundo escolar son obvios aunque debo decir que me encantó escucharlos de nuevo y reactivar antiguas ideas, creencias y demandas de las que reconozco estar algo olvidadizo. Especialmente me sorprendió (tal vez más por el uso de un concepto que por la idea de fondo que se pretendía mostrar) la exposición de la mamá dónde explicaba la poca participación en las escuelas de las familias de origen inmigrado apelando a un supuesto “sentimiento de inferioridad”. Inferioridad. Inferioridad. Esa palabra retumbó un rato en mi cabeza y me cogió desprevenido. No se trataba de un argumento técnico aunque estaba más claro que el agua. Y ya sabemos que dónde hay alguna idea de inferioridad existe otra de superioridad aunque su grado de sutileza la haga a menudo casi indetectable agazapada en aquello de “lo políticamente correcto”.  Enfrascado en ese pensamiento y saltando de lo social a lo lingüístico y cultural de un lado a otro recordé el libro de Siguán (Bilingüismo y Educación) que todos los maestros y pedagogos parece ser que leímos en nuestra formación en los noventa dónde apoyado en criterios filológicos y sociológicos defendía la tesis que un perfecto bilingüismo es una quimera inalcanzable puesto que cada idioma aporta un valor cultural, histórico, económico, sociológico y vital único, particular, que siempre tenderá a querer imponerse en un territorio determinado por encima de los otros. Ya por aquella época entendí claramente la necesidad del concepto de Inmersión lingüística en la educación catalana por el simple hecho de estar en inferioridad de condiciones ante siglos de imposición del español a todos los niveles. Aún hoy día cabe destacar el ridículo porcentaje de uso de la lengua catalana en prensa, edición de libros, televisiones, radios, carteleria, cine o publicidad frente al español y el porcentaje similar de su uso especialmente en la zona metropolitana de Barcelona; una situación general, esta, sin duda esclava de motivaciones culturales, políticas y económicas.
Pero mi foco de interés ahora no abarca la situación de bilingüismo en Catalunya sino más bien hacia dónde fue derivando poco a poco el diálogo en la mesa redonda. Una derivación inevitable hacia alusiones al racismo, supremacismo, multiculturalismo o interculturalismo. Soy consciente que todos estos términos juntos marean o aluden a deseos de simplificar y aclarar pero me parece ahora mismo extremadamente complejo hacerlo. Y en mi caso es así porque siempre le di muchas vueltas a estos temas y de hecho me los fui encontrando en toda mi trayectoria profesional, muy especialmente en mi dedicación de 14 años en el barrio del Raval en Barcelona trabajando con infancia, adolescencia, familias y jóvenes desde diversos proyectos comunitarios, donde incorporé a mi vida un cúmulo de experiencias, personas,  creencias,  prejuicios y situaciones que me obligaron a replantearme infinidad de temas.
Sin duda, cuando el otro día se aludía desde la mesa a las ya clásicas fiestas “folclóricas” de representación de la diversidad cultural en escuelas y similares no pude reprimir una tristeza interna por ver que andábamos aún 25 años después en la misma idea de las famosas “Festes de la Diversitat” que organizaba antaño SOS Racisme y de las que tanto había yo participado tanto por compromiso social, como festivo y familiar por los lazos que me unían entonces a la directora de la organización. No pude reprimir tampoco recordar la multitud de veces que desde los proyectos del Raval, en unos primeros años de novedad habíamos animado a visibilizar y empoderar a las diversas comunidades del barrio para que fueran reconocidas y como con el pasar de los años comprendimos que ese no era sino un paso más que preliminar, sólo introductorio para poder tan sólo soñar con “normalidad” y que nuestra ingenuidad chocaba una y otra vez contra un sistema socioeconómico perpetuador de desigualdad y vasallaje.
En un momento de la conversación se hizo alusión a trabajar las “competencias interculturales” y rápidamente en una visión algo crítica recordé como había estudiado antaño los conceptos teóricos de multiculturalidad y interculturalidad dentro de mi propio desempeño profesional pretendiendo comprender esas lógicas y decidido (también con una extrema ingenuidad... mi pareja lo definiría como “chupiguays”) a poder convencer a los distintos equipos de la necesidad de orientar nuestro trabajo hacia la interculturalidad sin tener como objetivo el multiculturalismo ya que –creía yo- que no era esa una situación para alcanzar sino un hecho objetivo del momento. Entonces no caía mucho en la cuenta de la necesidad extrema de empoderar a los diversos colectivos, del tiempo necesario para que muchas personas se sintieran ciudadanas reales de esta sociedad, de la falta de líderes y referentes, de las trabas insalvables que el establishment ponía, pone y pondrá y de la extrema sutilidad en que a menudo se desenvuelven las redes del control social, el racismo y el poder. No era muy consciente aún puesto que desarrollaba mi trabajo con tanta pasión que tal vez me dejaba llevar por los cantos de sirena de los nuevos descubrimientos teóricos como la etnopsicología y etnopsiquiatría importados de Francia por un colaborador nuestro, antropólogo francés, que defendía que la salud mental y el concepto de bienestar occidental no eran muy compatibles con las realidades de las personas recién llegadas o las de sus hijos. Recordé esa tarde en un instante multitud de proyectos en que nos embarcamos para dar voz a niños y niñas, a sus familias, a jóvenes y adolescentes a la vez que animábamos su triunfo en lo académico como primer espacio de reconocimiento social, a la vez que fomentábamos (ya en una segunda fase) la participación social como eje fundamental para poder acceder a espacios de decisión y vinculación social y política. Estamos hablando de inicios de los años 2000 y por aquél entonces centramos esfuerzos en dirigirnos hacia la interculturalidad a través de proyectos artísticos (conciertos, acceso a la música y intercambios culturales, intergeneracionales, teatro y muy en especial en el acceso a la metodología del Teatro del Oprimido de Boal a jóvenes de la calle para poder expresar sus reivindicaciones...) en un contexto dónde la ciudad de Barcelona aclamaba músicas mestizas y proyectos parecidos en un boom multicultural y intercultural que parecía dar alas a proyectos de intervención socio educativa en esa área.
Y centrado en todos aquellos recuerdos y experiencias como educador-militante de juventud caí en la cuenta que nos habíamos descuidado de aspectos fundamentales como el hecho de detenernos infinitamente más en el reconocimiento, visualización, empoderamiento y surgimiento de líderes de comunidades diversas para que ellos tomaran el mando y en el hecho fundamental de la lucha contra la desigualdad porque si bien ello formaba parte del ADN de la organización para la que trabajábamos tal vez y pese a todos los esfuerzos aún hoy día ese resulta ser el aspecto fundamental que circunscribe a determinados ciudadanos a ser visualizados como “de segunda” y ello mantenga vivas ideas xenófobas y racistas que siempre estuvieron presentes y formaron parte de nuestra cultura con sutilidad en algunos casos y con violencia en otros.
Esta noche pienso en la situación actual de muchos de los que por aquél entonces eran niños y adolescentes y me pregunto qué ha cambiado para ellos; a qué tuvieron que renunciar para poder tener una vida digna los unos; en qué pozos cayeron por no gozar de igualdad de oportunidades los otros. Y sin llegar a mayores conclusiones me gustaría pensar que las nuevas generaciones de educadores y educadoras (hoy ya no militantes en su mayoría) aúnan esfuerzos para encontrar modelos de intervención que generen ascenso social, referentes culturales y líderes emergentes en los que otros jóvenes se puedan reconocer, espacios comunitarios de diálogo, conocimiento y intercambio así como una decidida apuesta por pedir políticas públicas en esta línea. Y por supuesto me gusta saber que muchos de esos nuevos profesionales jóvenes (estos sí más militantes) provienen de orígenes familiares diversos y disponen del conocimiento y la referencia para empoderar a sus comunidades de origen.
Y por último me pregunto por el futuro que nos espera con las referencias sangrantes del modelo francés dónde muchos franceses hijos y nietos de extranjeros se sienten hoy extraños y discriminados en su tierra o con la referencia británica de una amalgama de comunidades que conviven en paz pero de espaldas los unos a los otros. Ni en Catalunya ni en España disponemos de un modelo en el que trabajar. Sigue en construcción.

viernes, 20 de diciembre de 2019

Amic Invisible


M'ha tocat a la feina ser l'amic invisible i donar-li un regal a una de les educadores de l'equip. En això dels regalets acostumo a ser un paquet i sovint any rere any em passa el mateix: dies pensant cosetes a comprar i  arribar a la vigilia de la celebració sense cap idea clara al cap. Un clàssic nadalenc. 
Aquest any vaig pensar en fer-li un llibre, una tassa amb missatges positius, una llibreta guapa per a dur a les reunions, alguna cosa de conya o similar però res no m'acabava de fer el pes... i és per això que he decidit escriure-li aquí mateix quatre ralles bàsicament per a que les pugui llegir quan es senti cansada, descoratjada, deprimida o simplement perduda en la seva feina d'educadora social ja sigui en el seu àmbit actual o al futur. He pensat que podia ser un bon regal a propòsit d'un any bastant dur, amb força canvis, amb anades i vingudes, sorpreses i trencaclosques permanents. He cregut que especialment tu (tranquil.la que no escriuré al bloc el teu nom) enguany has patit la teva primera petita crisi com educadora social de les moltes que tindràs al llarg de la teva trajectòria professional. I consti que no m'agrada especialment la paraula "crisi" i que la faig servir en el teu cas com a sinònim de creixement professional i personal, reexida, ampliació de mires o noves perspectives. 
I és que quan algú fa pocs anys que entra a la professió i es troba en la situació de responsabilitat brutal que tenim, que tens... a vegades és normal tendir a pensar més en els obstacles, les petites pors o les dificultats de context que ens poden ofuscar per moments i fer-nos prendre embranzida. És normal. A tots ens ha passat i ens seguirà passant. 

En el teu cas crec que ets paradigma d'educadora que es deixa l'ànima a la feina; que posa el cor en tot el que fa i que penses en els nens i les nenes amb els que treballes des d'una perspectiva de cura absoluta, de voler respectar-los i cuidar-los, fer-los crèixer i pensar en ells i elles des d'una perspectiva positiva de possibilitats infinites. 
I és això mateix el que et fa ser una gran educadora. Et diria fins i tot que posar el cor pel davant de tot sovint ens juga males passades donat que les emocions sovint es desborden o descontrolen i ens fan creure erròniament que no fem les coses prou bé o que no som capaços del que sigui... però això no son més que emocions i miratges. 
Sóc conscient que la exigència que et poses és màxima i que sovint dones més del que caldria en una relació estrictament professional i és precisament aquest "plus" el que et fa estar atenta a necessitats poc visibles i a tenir cura de petits detalls que són importants o bàsics per a les persones a les que atenem. Però malauradament és també aquest "plus" el que a vegades et pot passar factura deixant-te més cansada del que caldria, restant-te energia o fent-te sentir massa decebuda davant situacions que no esperaves o que no has pogut controlar. I és que la nostra feina és un món pleníssim d'oportunitats, sorpreses, moments dolços, amargs, tristeses, violència, impotència, felicitat i alegria, incertesa, pors, certeses que no ho son tant, porositat... tant de tot que sols ho podem resumir en "vida" ... perquè és aquest el nostre material, pura vida infantil i adolescent. Vides de les que tenim cura i sobre les quals a vegades sentim la necessitat d'incidir de maneres diferents sense tenir en compte que nosaltres sols els acompanyem en una part del seu camí i que la nostra funció no passa per a que tot sigui perfecte sinó per a que ells o elles puguin obrir noves portes, atrevir-se a creuar-les per a descobrir noves cambres i disposin de llanternes per il·luminar en la foscor i poder trobar nous camins, espais, portes o finestres estant disposats a donar-se cops, caure i tornar-se a aixecar.... I no, companya, no evitarem que molts s'estimbin pel camí si és això el que havia de passar però sí que haurem de ser conscients que la nostra entrega diària donarà fruits tard o d'hora i que això és el que ens toca i el que podem aportar....

I per aquest proper any i per a tots els que vindran sols et desitjaria que seguissis apretant com ho fas, posant cos i ànima en aquesta feina meravellosa no deixant-te vèncer per moments de desànim o per objectius no assolits gaudint del dia a dia i dels centenars de milers de motius, moments, oportunitats, experiències, emocions, rialles i plors que t'acompanyen cada vespre quan surts i tanques la porta de la feina... i sàpigues que estàs al inici de la teva carrera i és moment essencial per a créixer i emocionar-se amb el que fas... però sàpigues també que aquesta il·lusió dels inicis, en el nostre cas, no decau amb el temps sinó que s'incrementa i transforma en funció de nosaltres (i no del context) i que la podem fer crèixer i crèixer fins a l'infinit per a venir a treballar al nostre centre o allà on sigui amb un somriure, confiança, il·lusió màxima, concentració i molt d'amor fins a la darrera jornada de la nostra vida laboral. 

I sí.... tu tens fusta d'educadora social. I sí... ets una crack!

Gràcies pel tu esforç 

El "dire" 

domingo, 8 de diciembre de 2019

Hortaleza


Desde el año 1995 que trabajo en el ámbito de la Educación Social siempre en proyectos relacionados con familia, niños, niñas, adolescentes y jóvenes en situación de riesgo social en la órbita de los servicios sociales o la protección. Va a hacer 25 años que vibro con mi profesión y que me dedico a hacer pedagogia a allegados, amigos y gente en general que estereotipan por desconocimiento a una parte de la población y a los mismos profesionales que trabajamos con ellos, explicándoles con detalle la realidad del sistema (que sí, que en su génesis no deja de ser perverso) y haciéndoles ver que se trabaja con seres humanos con nombres y apellidos para su proyección personal y para su repercusión positiva en el bienestar general de la sociedad de la que forman parte. Porque sí. Porque forman parte de nuestra sociedad. Porque la participación positiva de un sólo individuo ya mejora a toda su comunidad.

Llevo años en ello. Los últimos 13 en la dirección de un par de CRAES que para el que no lo sepa son centros residenciales dónde viven personas menores de edad tuteladas por la administración. Y sigo emocionado cada día con lo que hago creyendo firmemente en mi trabajo y en las personas a las que acompañamos. 
Es cierto que no siempre las cosas salen bien pero las vidas exitosas de muchas personas dan fe de la utilidad de un esfuerzo conjunto entre los equipos y las personas atendidas. 
Recuerdo que sobre inicios del 2000, momento en que trabajaba como educador por la zona del Raval en Barcelona, tuvimos que enfrentarnos a la primera gran oleada de niños extranjeros no acompañados campando por las calles y sin servicios a los que acudir. Unos proyectos bastante precarios procuraron abordar la situación en sus primeros momentos dónde trabajamos con mucho ánimo pero con profundo desconocimiento. De aquella época conservo amigos -por aquél entonces niños- que hoy día forman parte positiva de nuestra sociedad. También conservo recuerdos penosos de otros chicos desbordados que no consiguieron sus objetivos y hoy día están muertos o deambulan entre la prisión, las drogas o los narcopisos del Raval. En aquella primera oleada de adolescentes vinieron tanto chavales de la calle de Tánger como otros adolescentes que símplemente venían a buscar trabajo honesto en la tan fastuosa Europa como otros de clase media y alta marroquí que venían a la aventura para probar suerte y iniciar una nueva vida; algunos con el beneplácito de sus famílias, otros no. 
Conocí en varios años a infinidad de chicos y más adelante chicas y puedo decir que en su mayoría se trataba de personas fuertes, con buenas intenciones, capacidades y ganas de tener una buena vida. También había quien delinquía por que ya venía con esa afición desde su país o bien por que una vez en Barcelona y sin recursos terminaba sucumbiendo a las drogas y al malvivir. Sí, muchos terminaron así, pero la mayoría no venían con esa intención.

Me vienen todos estos recuerdos hoy a raíz de los hechos acontecidos en el centro de menores de Hortaleza, sí, el de las ruedas de prensa de Vox, el de las pintadas racistas en la puerta, el de los ataques con una granada... ese mísmo.
Y es que leí la notícia por twitter y la desinfornación de los medios me llevó a leer que la granada la había puesto un joven marroquí en un “ajuste de cuentas”... diversos medios importantes publicaron esto y tardaron muchas horas en retractarse muy tímidamente. Triste. Más triste aún que en su inmensa mayoría los grandes medios silenciaran el asunto o no lo relacionaran con la presión que VOX ha estado ejerciendo sobre ese establecimiento. Así las cosas, un acto obsceno de terrorismo racista contra niños llegó a pasar bastante desapercibido para la inmensa mayoría de la sociedad. Si algo así hubiera pasado relacionado con Catalunya y la guardia civil se hubiera decretado el estado de sitio en mi tierra... pero ese ya es otro tema.

Pues bien. Unos adolescentes tutelados han sido objeto de un ataque terrorista pero como se trata de extrangeros denostados por la prensa y por la extrema derecha pues no pasa nada ni se activa ninguna alarma. Prensa importante de España destacaba la poca carga explosiva de la granada restando importancia al asunto. Otros medios ni lo nombraban y mañana estará olvidado.... total, se trata de escoria humana (aunque niños) que no le importa a nadie.

Y pensando en todo ello mi indignación crece y crece. Como aquél lejano día en que fui esposado de malas maneras sobre el capó de un turismo por un guardia urbano barcelonés por haber intentado parar a su compañero que abofeteaba en medio de la calle a un niño de unos 12 años con la única excusa de las “pintas” de niño de la calle (kharraka) que llevaba. El niño se llevó las ostias. Yo me llevé unos empujones. Y el par de orkos que me detuvieron alegaron desacato a la autoridad para salir de rositas aunque la intervención de los tenderos de la calle les obligó a soltarme para no meterse en mayores problemas.

Sí. Vivimos en una sociedad algo enferma. Vivimos en un lugar dónde la justícia forma parte de ideales nada prácticos y que se extienden sólo en constructos teóricos y políticamente correctos que no resisten la mínima mirada de humanidad. Una legislación y un sistema al servicio de poderes económicos oscuros, lejanos y diversificados nos tiende una existencia con muy pocas libertades efectivas y que nada tienen que ver con lo que nos venden como libertades democráticas para hacernos sentir libres, justos y moralmente respetables dentro de nuestra inmensa jaula.

Y sí, lo de Hortaleza me jode. Igual que me jode la situación que se vive en otros lugares que conozco más de cerca como los vividos este verano por un grupo de seis adolescentes extrangeros no acompañados y sus educadores que viven en un piso de l’Hospitalet de Llobregat. Durante el mes de julio y agosto fueron asediados por prensa local y vecinos varios azuzados por una asociación de extrema derecha del mismo barrio que mintió, atacó y provocó altercados diversos acusando a los jóvenes de delitos no cometidos. ¿El resultado? Radicalización de los adolescentes, vivencias de injustícia y sentimiento de persecución. ¿Culpables?.... seguramente los cuatro adolescentes manipulados por adultos fascistas que en pocos años habrán aprendido a adaptar sus actuales actuaciones antisociales hacia discursos más “políticamente correctos” que tendrán cabida en esas “lbertades democráticas” que cada vez más se hacen suyas los defensores del racismo y el odio.
Y en eso andamos ahora en esta sociedad; en flexibilizar la  ética y la moral para ponerla al servicio de amos desconocidos a los que no les importamos un carajo porque sólo somos mano de obra barata y consumidores descerebrados para sostener sus gigantescos negocios. Y en eso andamos, discutiendo entre nosotros y tomando partido por bandos que los medios de comunicación nos imponen sutilmente sin ser conscientes que todos somos uno y que el único bando contra el que luchar ya ha sobrepasado con creces el control y la dictadura de los mundos inventados por Huxley, Orwell y Bradbury....

Y sí. Mañana me levantaré con ilusión para trabajar con fuerza pese a saber que formo parte intrínseca del sistema y que estoy atado a una hipoteca, un salario y una organización social de la que no puedo escapar radicalmente. Pero sí puedo poner en práctica valores en los que creo y tengo la inmensa suerte de poderlos ejercer en mi trabajo. Por ello me siento muy feliz y orgulloso. 
Y volviendo a Hortaleza debo decir que me siento algo aliviado al ver hoy por televisión que centenares de vecinos han salido a la calle a defender a los jóvenes que viven allí. Una señora entrevistada me ha emocionado al escucharla decir que somos seres humanos y que las etiquetas que nos venden nos hacen creer que en determinadas zonas del mundo nos sentimos con el derecho a vivir con comodidades aún a sabiendas que eso mismo relega a otros seres humanos a vivir en la miseria. Y esa idea tan clara y certera me persigue desde siempre y me cortocircuita a veces cuando intento aparentar para mí mismo que soy un ser coherente sin llegar a serlo jamás. 
Pero pese a mis incoherencias y las vuestras (todos las tenemos sino no seríamos seres humanos... me encanta Morin!) debemos ser conscientes que vivimos en comunidad y que cada uno de nuestros pequeños actos repercute en todos de alguna manera. 
Por todo ello os animo a ser coherentes con lo que sentís como seres humanos... y antes de dejaros seducir por discursos políticos que hacen énfasis en el bienestar de unos pocos, antes de comprar ideas centradas en la sostenibilidad del sistema, antes de creer en pensamientos aparentemente centrados en la justícia social de nuestro pequeño espacio, intendad ampliar el foco para tener una mirada más global libre de prejuicios sociales, raciales o económicos para poder mirar a los ojos a cualquier ser humano y sentiros en el mismo plano. Es difícil porque no hemos sido educados así pero no hay otra manera para que podamos avanzar como sociedad o para que podamos seguir habitando este planeta. Y por favor, borrad de vuestro cerebro la jodida palabra Mena.

domingo, 17 de noviembre de 2019

Ecológicamente Incorrecto


Hacía tiempo que deseaba escribir acerca de este tema pese a saber que me van a caer palos por parte de profesores de primaria que trabajan con sus alumnos actitudes ecológicas, ambientalistas y otros tantos.
Y es que sí, que está muy bien que enseñemos a nuestros niños cómo funciona el reciclaje casero y que estos puedan ilustrar a sus ignorantes padres. También es muy pedagógica la avalancha de noticias y detalles que estos últimos años los medios nos regalan a diario con todo lujo de detalles para tener bien claro que existen microplásticos no perceptibles al ojo humano, que las bolsas de plástico en el mundo son una barbaridad, que los envases deben ser reutilizables y que en Barcelona si eres relativamente pobre y tu moto tiene más de doce años puedes ir a pie a partir de enero si no quieres una multa de mil euros. También me encantan los talleres de reciclaje, el día de la bicicleta, las jornadas populares de recogida de basuras en la playa y otras tantas iniciativas.

Todo esto está muy bien. Y si además se habla abiertamente del cambio climático y de la crisis mundial que se avecina pudiendo llegar a ser un apocalipsis muy real y cercano pues una parte importante de la población toma conciencia, se preocupa y empieza a movilizarse. No en vano en nuestro país y en todo el globo los activistas más concienciados son gente muy joven… incluso niños y niñas. Mi propio hijo de ocho años terminó llorando el dia que estuvimos charlando un buen rato sobre este tema al darse cuenta que nuestro planeta está literalmente al borde del colapso y que de no haber un cambio increíble y desmesurado vamos esprintando hacia nuestra propia extinción. Él me dijo que lloró por miedo pero yo creo que también sintió impotencia. Y es esa sensación, la de impotencia, la que más me duele a mí como ser humano. Y es que yo siempre he creído ciegamente en aquello de "actúa localmente para crear cambios globales" pero en este caso creo que las loables acciones individuales y comunitarias a pequeña escala aunque se repliquen a millones no llegarán a apaciguar la hecatombe que se nos avecina  ni en un ridículo diez por ciento.

Podemos reciclar fantásticamente, usar bolsas de tela, controlar el uso de agua, electricidad y tener criterios ecológicos en todas nuestras compras, comprarnos un coche eléctrico y denunciar la deforestación de la Amazonia y aun haciendo todo esto y mucho más la gran mayoría de la humanidad no llegaremos a evitar nuestro fin como especie en un corto período de tiempo. Eso es así y así debemos empezar a decírselo a nuestros niños y jóvenes porque realmente no nos enfrentamos a una crisis climática o ambiental sino a una crisis sistémica, de humanidad. Una crisis derivada de un sistema capitalista obsceno, tan obsceno que aun siendo el culpable de la situación no duda ahora en "jugar al despiste" con la población proponiendo nuevos hábitos de vida y productos "eco" por supuesto más costosos, aunque ya se encarga la maquinaria publicista de adornarlo con valores para que los ilusos consumidores se sientan a gusto y felices. Una nueva oleada lanzada por multinacionales y poderes económicos se dispara por el mundo a toda máquina convenciendo a la humanidad que ese nuevo consumo "alternativo" te hace mejor persona y que ayudas a la sostenibilidad del planeta. Una suerte de nuevos conceptos culturales han empezado a arraigar en todo el mundo haciendo creer a las víctimas del abuso de los recursos que no somos víctimas sino culpables y que por ello estamos moralmente obligados a hacer algo (por supuesto, a consumir algo alternativo que nos proponen como más ecológico y sostenible). Y diría que sí, que estamos obligados moralmente a hacer algo; por supuesto. Pero me van a disculpar si pienso que ese “algo” que tenemos que hacer debe ser radicalmente distinto a consumir más...
Pensemos que los que controlan los medios (y el pensamiento) de la humanidad son los que acaparan las fortunas mundiales acumuladas a base de extorsiones, abusos y expoliaciones necesitando de la extracción insostenible de recursos naturales y de una pobreza mundial mayoritaria que no para de crecer. ¿Qué extraño motivo nos hace creer que estos sujetos y sus corporaciones buscan un bien común para la humanidad si precisamente necesitan a un ser humano empobrecido, alienado y feliz en su burbuja de ecoplástico con programas de televisión a la carta, consolas, moda a la última y smartphones de la leche para seguir creciendo? Dejemos de ser ilusos y de hacerles el juego, por dios o por lo que sea.

Mientras nuestros niños aprenden a reciclar cristal, multinacionales envasadoras aumentan su producción; mientras usamos productos reutilizables una oleada de márketing los promueve mucho más caros  con valores añadidos; mientras hablamos de economía de proximidad empresas chinas nos venden naranjas de Valencia al doble de precio y así hasta el infinito.

Dejemos de ser ilusos y mostremos a nuestros niños que el sistema capitalista está controlado desde unas élites mundiales que no dudan en aniquilar población de Síria o Irak para asegurarse reservas petrolíferas o bien de dar golpes fascistas (estos energúmenos sin ideas y fácilmente manipulables) en cualquier área de América Latina o África. Hoy toca Bolívia con sus reservas de litio pero mañana puede ser Nigeria, Congo o Uruguay… y sí, esa es la crisis, la verdadera crisis. La historia de una humanidad rota que se debate entre la miseria y la supervivencia en su gran mayoría, de un norte abatido los últimos años por el fenómeno proteccionista, racista y violento de la ultraderecha amparada por los medios y financiada desde oscuros rincones y de un sur expoliado sostenido en mínimos de supervivencia para poder siendo útil (y consumista) a las élites. Eso es lo que ocurre mientras seguimos reciclando la basura de casa pensando que salvamos el mundo y ante esa idea sólo siento impotencia y desorientación.

Y sí; seguimos a toda máquina directos a la extinción. De todas las medidas ambientales tomadas o en proyecto casi ninguna ha sido llevada a cabo por las grandes potencias puesto que realmente no son los estados los que gobiernan el mundo sino las élites financieras que mueven los hilos de la política mundial y en un acto de psicopatía extrema han decidido que si sus nietos deben morir así será. Y no hay democracia en todo el globo (salvo algunas como Venezuela o Bolívia que terminan rápidamente en dictadura de izquierdas) que pueda escapar a ello … y me atrevería a decir que las democracias modernas no son garantía ni de autogobierno ni de poder popular actuando como simples decorados ciclópeos en que los estados distraen a la población y les hacen sentir empoderados en sus anuladas vidas.

Por ello, esta noche cuando bajes al container verde con tu hijo para tirar las botellas y recipientes del fin de semana recuérdale que para salvar el mundo deberá hacer mucho más de lo que estamos haciendo sus padres….






viernes, 23 de agosto de 2019

Indefensión ante los medios



Lo que en mi época de estudiante venía a ser una necesidad para disponer de una visión crítica de nuestro entorno social, es decir, poder leer periódicos distintos y a poder ser vislumbrar las semejanzas y similitudes según la línea editorial (y política) alineándose siempre en algunos en concreto como en mi caso eran El País y Avui se ha convertido en los últimos tiempos en algo sencillamente imposible. Y no se trata de disponer de menos información, todo lo contrario. En nuestra época actual dónde la tecnología permite (yo diría que exige) que estemos permanentemente conectados al mundo recibiendo inputs por diversidad de canales ya sean noticias, reseñas, habladurías, memes, hilos interminables de grupos de wathssapp, opiniones que parecen verosímiles, fotos de amigos postizos en Bali y otros tantos nos resulta verdaderamente complicado poder poner orden a tanta información y darle un sentido global. Y es precisamente esa falta de visión global la que nos lleva a mirar, leer y comprender la realidad desde múltiples perspectivas, muchas de ellas –las más- construidas desde los aparatos de poder para bien construirnos un discurso afín a sus intereses o bien desballestar definitivamente nuestra percepción del mundo para poder sólo atisbar lo superfluo e intrascendente.
Si los neuropsicólogos coinciden en la necesidad de esa nueva educación para nuestros niños basada en la selección de contenidos y la construcción coherente de discurso merece que los educadores estemos formados para ello y antes que nada seamos conscientes y críticos con todo lo que nos llega a través de las pantallas y la lectura. Sin embargo una cosa son los métodos educativos a usar (fijémonos en Baumann, Morin o las inteligencias múltiples) y otro distinto los valores con que ayudamos a crear discursos propios en cada niño o niña. Y es esa última cuestión la que más me preocupa ya que cada vez resulta más complicado escapar a la influencia de un pensamiento único controlado por unos aparatos de poder decididos a entrar en la esfera privada y poder inmiscuirse en nuestros propios valores para servir a sus fines.
Recuerdo un trabajo que realicé hace siglos en la facultad. Una frase de un psicólogo americano me impactó hasta hoy: “si no aparece en la televisión, sencillamente no existe”. Obvia pero jodida frase. Se trataba de un libro que analizaba la influencia de la televisión en la educación en los años ochenta. De estar vivo hoy ese autor del que ni recuerdo el nombre escribiría algo así como “aunque aparezca en los medios no tiene porque ser verdaderamente la realidad o existir” … y yo le añadiría algo así como “en la mayoría de los casos todas las noticias van a estar dirigidas o diseñadas para crear discursos afines a los aparatos de poder, incluso las que parezcan críticas o revolucionarias van a ser fagocitadas por los medios para convertirlas en modas, ridiculeces o discursos periféricos sin sentido”.
Y es que el sistema capitalista exacerbado en el que vivimos no nos permite ni nos permitirá nunca más pensar por nosotros mismos ni crear un mundo más justo y con valores humanos. En su lugar se ha creado una corrección política que justifica la desigualdad, el terrorismo económico, la explotación y la injusticia. Y por vez primera en la historia todos aquellos que nos querríamos levantar ante el abuso no disponemos –por ahora- de armas eficaces tal como tuvieron nuestros abuelos y bisabuelos apoyándose en revoluciones o levantándose –porqué no- en armas ante la opresión.
Como educador diría que nos queda la educación. Y no como arma de manipulación sino como sistema de perpetuar una humanidad libre capaz de pensar por sí misma y abrazar valores humanos universales sin tapujos. Y por ello a veces me siento desanimado al ver como los estados manipulan los sistemas educativos a su antojo, como se desmonta progresivamente el estado del bienestar con el beneplácito de millones de votantes, cómo el derecho a la libre expresión cada vez está más en entredicho (estoy seguro que los abusos de la fiscalía española en este sentido conforman una especie de experimento para ver hasta dónde soporta la ciudadanía), cómo se mide a las personas y su éxito por lo que tienen más que por lo que son y tantos otros…
Pero aún así creo que nos sigue quedando la educación. Y no sólo la escolar; también la no formal, la que damos como padres y madres, como ciudadanos. Nos queda la educación, sí. Y ayer mismo al ver las noticias de cómo ardía la Amazonia por televisión junto a mi hijo de ocho años le dije que hacía ya quince días que se quemaba y que informaban ahora. Y ante su “por qué no informaron antes?”, le expliqué que la televisión está controlada por los mismos que ganan dinero con que se desforeste la selva dónde plantarán soja para criar a las vacas transgénicas de las que la élite brasileña es líder mundial y que esas tierras serán robadas a los indios para quedárselas terratenientes que las acabarán de destruir para su beneficio económico. Y así todo.
No sé si mi hijo entendió la explicación pero yo, como adulto más o menos formado, he llegado a esa situación dónde ya creo que cada pequeña noticia, imagen o discurso lanzado por los medios tiene una finalidad ya programada de manipulación y pensamiento único y conscientemente escucho, leo y miro los medios desde una absoluta desconfianza, es más, a menudo desde una profunda irritación y asco. Tal vez mi visión roza lo tóxico o lo paranoico pero sinceramente prefiero convertirme en un conspiranoico antes que en un “ciudadano feliz” en una sociedad como la imaginada por Huxley. Y eso me lleva a pensar entre la dicotomía de si debemos educar amparados en la rebeldía o bien conformados en ayudar a formar ciudadanos felices y plenamente adaptados al sistema. ¿Vosotros qué pensáis?