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domingo, 12 de marzo de 2023

SOBRE LA VIOLACIÓN DE BADALONA Y LOS NIÑOS QUE DELINQUEN

 


Esta semana nos hemos despertado apesadumbrados por la brutal notícia. Una niña de once años violada salvajemente  por media docena de niños en los baños de un centro comercial de Badalona. Parece ser que los hechos ocurrieron hace ya algunos meses y que todo ello fue grabado en vídeo y compartido por Telegram por lo que muchos niños del instituto y también algunos padres y madres se habrían enterado antes de que saltara la notícia a la luz pública. En el vídeo se puede identificar claramente a algunos de los agresores así como a la niña. A lo escabroso de la situación cabe añadir que sólo uno de los agresores es imputable penalmente (o sea, mayor de 14 años) y nos encontramos con niños de entre 11 y 13 años que han participado activamente en los hechos (amenazar, agredir y violar en manada a una niña), A ello sumémosle también que el hermano de la niña violada -sabedor de la situación- lleva tiempo amenazado de muerte por otros chicos para que no denuncie el caso y que ningún adulto de los que ha visto el video ha denunciado la salvajada. El terrible suceso salió a la luz vía instituto, al enterarse un profesor de todo esto a través de espacios tutoriales con el alumnado.

Las respuestas y denuncias desde la sociedad y los medios de comunicación no se han hecho esperar. Televisiones, radios, tuits, editoriales de periódicos y otros se han puesto manos a la obra a vociferar la indignación, la perplejidad y desconcierto. El lógico clamor popular ha girado entorno de tres ejes.

·       En un primer plano ha sobresalido el fragor por las necesidades brutales de educación en cuestiones de género en los niños destacando el tremendo aumento de delitos parecidos cometidos por menores de edad desde hace unos años.

·       Por otro lado se ha aludido con insistencia al fracaso estrepitoso de nuestra sociedad en general dónde cada dia es más habitual encontrarnos  con notícias de este tipo.

·       Y por último y con mucha fuerza ha aparecido la sed de justícia y indignación relativa a la inimputabilidad de la mayoría de los niños que perpetraron el ataque.

Con diferencia esta última cuestión ha estallado sin control en la opinión pública y como siempre ocurre en estos casos, la primera oleada de comentarios se ha centrado en el sistema judicial de menores y en la incongruencia de no hacer "nada" con los chicos que han cometido el delito. Algunos periodistas desde sus privilegiados altares han lanzado como un misil la idea que no es justo ni ético que existan violadores, asesinos y otros delincuentes menores de 14 años con los que la sociedad no hace otra cosa que mandárselos a sus padres para que los "controlen". Otros han dado rienda suelta a su rabia proponiendo cadenas perpetuas, métodos de la justícia estadounidense para con menores de edad, castigos brutales y demás. Lo que se demuestra meridianamente claro es que la equiparación de "justícia" con castigo y venganza sigue vigente en el imaginario popular como desde el inicio de los tiempos.

Actos tan horribles como este impactan en la sociedad como un torpedo capaz de hacer saltar por los aires cualquier lógica educativa, psicológica o judicial préviamente establecida o legislada y es que el dolor es tan grande que el ser humano, herido, se centra en el abordaje inmediato del asunto desde la rabia  y la impotencia. Desde ahí es muy lógico que aparezcan debates que destruyen en segundos décadas de enjuiciamiento penal con menores, trabajo educativo con adolescentes o las respuestas "tibias"  del sistema ante hechos de este calibre.Si además adobamos todo ello con la actual encrucijada de los medios respecto a las propuestas legislativas y los descarnados debates en redes sobre las violaciones, el cambio de sexo, el cuestionamiento del movimiento feminista y similares nos encontramos en la tormenta perfecta para alargar todo ello hasta el infinito. Y es que ya sabemos que el poder político, sabedor tanto en izquierda como en derecha que el actual sistema democrático sólo es válido para legislar en cuestiones de convivencia, estereotipos, cultura y poco más se regocija en todo este tipo de debates sangrientos que acostumbran a ocultar las verdaderas causas de malestares sociales básicos -surgidos de lo económico- incapaz de abordar las causas estructurales de las fallas del sistema. ¿Qué tendrá este inciso que ver con el tema?, os preguntaréis. Y la respuesta es compleja.

Los medios al servicio del poder (que no de la política) -que lo son todos- azuzan este tipo de debates creando estados de opinión radicalmente enfrentados que después los ciudadanos siguen en las redes o en los bares. La crispación crece.  Los diferentes bandos enfrentados sienten la impotencia de disponer de la razón absoluta (avalada por el medio o pseudointelectual de turno) y no son capaces de adoptar posturas más flexibles para intentar comprender otros argumentos distintos. En esta inercia de enfrentamiento ideológico permanente y irreconciliable los ciudadanos somos tipificados en bandos por dar una opinión sobre algo.

No vamos a entrar en la peligrosidad de esta situación (más si cabe con el progresivo control de la privacidad más allá de lo imaginable que ya tenemos en ciernes) porque daría para millares de debates posteriores pero -volviendo a Badalona y a los argumentos que se lanzan fundamentalmente a favor de la imputabilidad penal de niños- nos encontramos con demagogias populistas que aprovechan lo doloroso de la situación para plantear más y mayores medidas centradas en el control del cuerpo y el castigo.

Este retorno a las tésis del castigo es totalmente recurrente y tengo la esperanza que se enaltezca sólo el tiempo necesario que tarda la rabia y sed de venganza en disiparse. Eso es así en la mayoría de la población pero no en aquellas élites deseosas de ampliar los métodos de coerción social todo lo posible; justamente esas élites a las que tenemos que agradecer los grandes problemas estructurales del sistema que son precisamente  aquellos que permiten desde su injustícia social los actos más abyectos. Con ello no defiendo a los muchachos que han violado sino que denuncio la situación desde la que se ubican, es decir, un barrio de mierda, con violencia institucional, en espacios guetizantes, con servicios dejados de la mano de algún dios, al amparo no de la justícia social sino de la cultura del clan, cultura que no es negativa y dispone de su propia lógica nunca validada por el sistema, eso sí, y que atiende a lógicas familiares, patriarcas y subsistemas de control, castigo o justícia propios. Por todo ello, seguramente en barrios como Sant Roc, La Mina y tantos otros la acción de los servicios de protección a la infancia es desesperadamente dura y a menudo estéril ya que nuestros actuales ítems de riesgo social explotan brutalmente en entornos a los que los profesionales no pueden (aún poniéndose ellos mismo en riesgo) acceder. Con ello debemos reconocer que existen miles de niños con los que el sistema de protección se muestra inútil. Ya sea por miedo a reacciones violentas del clan (que las hay) o por otros métodos, la vida de muchos chicos escapa al control social impuesto desde la administración y se mueve por otros cánones regidas por leyes internas distintas. Que la gran mayoría de estas “leyes” favorezcan la convivencia y armonia social está claro pero a veces algunas escapan incluso de ese control permitiendo acciones brutales con impunidad total. Parece que en el caso de Badalona estamos ante algo parecido.

 

No he escuchado ningún periodista o columnista que hable de la comunidad de estos chicos y de cómo intervenir desde allí. No es fácil y depende de cómo se exponga, puede aparecer la sombra del racísmo por algun lado, cierto. Pero algo habrá que hacer!!

Volviendo a los planteamientos rabiosos de muchos ciudadanos exigiendo castigos ejemplares y riéndose del actual sistema penal para menores de edad sí que creo que haríamos bien como sociedad en reflexionar sobre las brutalidades que cada vez más aparecen ligadas a niños y niñas menores de 16 años y cómo damos respuesta a ello.

Como pedagogo y educador social me gusta más hablar de atacar las causas estructurales pero debo reconocer que estas son tan complejas (en la historia social y con los actuales cambios sociotecnológicos) que daría para hacer un listado enciclopédico. Por ello, si no podemos abordar las causas ahora, sí que sería importante presentar alternativas a las consecuencias por que ante un aumento tan alarmante de delitos en niños no podamos seguir confiándolo todo al “control de las famílias” y a su responsabilidad civil. Debemos ir algun paso más allá y plantear (yo creo que fuera del sistema penal) algún tipo de respuesta que buscara de manera obligada una reflexión sobre los hechos, que trabajara sobre la empatía, que practicara una suerte de actividades -también obligadas- en relación a la reparación, que mostrara a los niños ejemplos de adultos que han vivido en el mundo criminal, que reforzara el respeto a la vida y la convivencia. Todo ello no debería encabirse en una “pena” para los niños sino para los padres y madres, responsables de su educación y que deberían obligarles a hacerles seguir este tipo de itinerarios con el apoyo de profesionales de la educación social, la psicología y otros.

Esta propuesta no es algo novedoso. Es puro sentido común. Pero de tan normal que es, al final, no la termina haciendo nadie ya que los equipos de protección a la infancia es imposible que puedan realizar un abordaje tan intenso e individual. Existen los profesionales. Existen las ideas y el “know how”. Lo que no existe es la financiación ni la voluntad política.