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sábado, 30 de marzo de 2024

La muerte de la Eso, Telegram y las cold wallets



Supongo que tras leer el título alguien pensará que me he fumado esta mañana algo muy potente. De momento sólo he tomado café con canela y maca. Desconozco si esa mezcla me amplía la percepción o sólo me ayuda a sobrellevar este martes lluvioso.

Hoy no voy a escribir tanto como educador social sino más bien como pedagogo, como ciudadano y papá algo rallado.

El motivo de sacar el móvil esta mañana en el metro y empezar a escribir se debe a la conversación que mantuve con mi hijo de casi trece años el pasado viernes a propósito de sus resultados en las cualificaciones del segundo trimestre de primero de Eso en el instituto público en el que ha estrenado su etapa preadolescente este curso. 

Sus resultados son muy buenos pero yo estuve reflexionando con él acerca de la escasa mejora respecto al anterior trimestre y más aún sobre su nivel de esfuerzo, más bien tibio en aquello que no le agrada. La conversación fue derivando poco a poco hacia un análisis crítico de mi hijo respecto el instituto. Yo le escuché atentamente durante los diez minutos intensos que, andando dando vueltas por la sala y con diversos saltos emocionales, me fue explicando qué pensaba él de la Eso. Voy a transcribir literalmente -lo más que recuerdo- sus frases:


Papa, no entiendo porque nos torturan de esta manera. ¿Qué sentido tiene? Estoy horas y horas en la clase repitiendo cosas sin cesar, pensando en cuánto falta para terminar y ser libre. Estoy allí aburrido día tras día haciendo trabajos o escuchando cosas que no sé para qué me servirán. Cuando hay un tema interesante para investigar o saber más no lo abordamos y nos quedamos detenidos en tonterías que se repiten una y otra vez en buena medida porque hay muchos chicos en la clase que se portan mal y los profes se cabrean y no pueden estar por todos y a los que nos interesa algo para investigar nos quedamos con las ganas y aburridísimos por los continuos parones y vuelta a empezar con lo mismo una y otra vez. En los trabajos de grupo me ponen con los que no tienen interés en nada y se pasan todo el rato viendo vídeos de youtube y después el profe se cabrea conmigo porque me quejo que tengo que hacer el trabajo yo solo y si no lo hago solo entonces queda una mierda de trabajo y no aprendo nada. Y cuando propongo una idea para mejorar el proyecto de robótica la profe me dice que me ciña al temario y tengo que hacer ese rollo que lo sé hacer desde hace años y me aburro mucho y después me ponen en las notas que he tenido una actitud pasiva. En la hora de lectura también pasa lo mismo porque no puedo leer el libro a mi rollo y tengo que ir al rítmo de los que leen en voz alta que a veces es lentísimo y pone de los nervios. Me aburro mucho papá (con lágrimas en los ojos, no es coña).  Me encanta investigar cosas y aprender pero no lo puedo hacer y cada día es una pesadilla… muy de vez en cuando algo interesante se puede trabajar para  entender mejor. Tampoco entiendo la mala leche de muchos profes. Hay algunos guays que tienen buen humor pero muchos están todo el dia cabreados y incluso ante una sonrisa que hago ya me meten bronca sin saber nada o te dicen cosas cómo "siempre estás despistado"…. Cómo no voy a estar despistado cuando hemos empezado ese tema 10 veces y se ha quedado interrumpido por algo y hemos vuelto a empezar?? Quiero que se termine ya la ESO …. haciendo trabajos o escuchando cosas que no sé para qué me servirán…


Mi hijo expresó todo esto y mucho más visiblemente afectado. Yo le escuché con atención y entendí al segundo que hablaba de un profesorado que después de un trimestre no ha sabido ver en él sus habilidades increíbles para su edad en dibujo, su interés y conocimientos sobre la historia del mundo o sus capacidades y saberes sobre las construcciones y especialmente los motores, apartado en que puede explicarte perfectamente el funcionamiento de un motor de combustión. Tampoco se han enterado de su gran sensibilidad y empatía para con los demás  ni en su sentido extremo de la justicia y su capacidad de análisis de las relaciones entre iguales así como de la habilidad en captar y reaccionar a emociones ajenas. Se han fijado -eso sí- en sus momentos recurrentes de ensimismamiento y aparente empanada así como en sus despistes, olvidos y deficiente planificación. Se han fijado y se lo han señalado pero nadie se ha preguntado por qué ni ha tenido tiempo de enseñarle o sugerirle algún método. 


Explico todo esto no para evidenciar los talentos de mi hijo sino para evidenciar que absolutamente todos los niños tienen talentos innatos o aprendidos, facilidades para unas tareas y dificultades en otras, intereses y saberes diversos, sensibilidades distintas y maneras de ver el mundo particulares. Y ante esa evidencia estamos en 2024 anquilosados en un sistema educativo empeñado -como antaño- en la uniformidad, en el pasar por el tubo, en la norma y la disciplina pese a que los discursos oficiales vayan por otros derroteros.

Ni qué decir tiene que hay miles de profesores de secundaria obcecados en innovar y modificar los sistemas pedagógicos anticuados pero no han sido capaces ni probablemente lo serán nunca de negar la verdad más clara que no es otra que disponer de un sistema educativo de secundaria enzarzado en ser una mera preparación para el sistema productivo posterior en que los niños de hoy, ya adultos, deberán enfocarse en sus trabajos diarios para ser una pieza más del engranaje gigantesco al servicio de poderes superiores. 

Es esta una evidencia simple y muchos de vosotros al leerlo me tildaréis de "pasado de moda", trasnochado o tonto. Otros diréis que soy un exagerado. Pero me da igual. Tengo clarísimo que el sistema educativo (hablo sobre todo de secundaria) es un enorme mojón edulcorado y adornado de múltiples teorías educativas que fueron muy punteras en el momento de redactar el proyecto de la ESO, teorías y planteamientos enormemente avanzados que jamás han podido desarrollarse plenamente por el puro desinterés del estado y los poderes superiores. Desinterés evidente ya que plantear un sistema educativo avanzado  implicaría desarrollar mentes inquietas, críticas y novedosas que podrían poner en jaque al propio sistema. Sí. Se trata de un motivo y un razonamiento muy antiguo y sospechosamente izquierdoso pero es real. Si hubiera habido algún interés en realmente formar a ciudadanos críticos, innovadores, con herramientas personales (las que las empresas llaman "soft-skills") y potentes seguramente se habría diseñado una formación con el resultado de profesores de ESO expertos en Pedagogía, adolescencia y psicología evolutiva, seguramente se doblaría la inversión para tener más profesores por aula pudiendo atender la especificidad mucho mejor, seguramente se incentivaría el uso de tecnología avanzada en el aula, habría expertos en cada instituto para trabajar la educación moral, la ciudadanía y la mirada social, existirían profesionales expertos en educación emocional y educadores sociales trabajando en la parte de familia y convivencia, los chicos podrían diseñar proyectos propios y se desarrollarían conceptos como las inteligencias múltiples aportando bienestar, progreso y felicidad en el alumnado. Todo ello sería así, claro, si hubiera habido algún pequeño interés. Pero no es ni ha sido así y nos mantienen engañados (y a los profesores también) dejando que la ESO se caiga a pedazos junto a los pobres profesores (dónde muchos de ellos están haciendo de profes bien por casualidad o inercia de una salida laboral lógica para los de letras y algo más atípica para los de ciencias pero sin disponer demasiada idea en psicología adolescente ni una profundísima mirada pedagógica… como debería ser….y recalco, profundísima). Y no es una crítica al profesorado. Ellos se dejan la piel a diario. Se lo curran de veras llegando a la extenuación pero muchos de ellos terminan tan agotados que ya no tienen fuerzas para intentar darle la vuelta al sistema. Un sistema, no nos engañemos, que educa para sí mismo, esto es para la certeza que nada cambiará. 


Y nada debe cambiar para que los mismos poderes sigan sosteniendo el sistema ya no del mismo modo sino con una fortaleza y una virulencia inusitada. Es decir, se necesitan ciudadanos dóciles, adaptados al sistema productivo, acostumbrados a vivir en la carrera de la rata, acríticos, idiotizados por placeres diversos y absolutamente creyentes en las bondades del estado que velará siempre por ellos. El estado. Ese ente que hasta hace unos veinte o treinta años aún mantenía algunas características de ese antiguo "estado del Bienestar" pero que hoy día no es más que una organización mafiosa al servicio de entes superiores; un sistema liderado por una casta organizada entorno a causas que nada tienen que ver con la democracia, el servicio a las personas o el bienestar. Absolutamente nada. Y conste que me cuesta admitir esta realidad (que me aproxima peligrosamente a postulados de la extrema derecha actual que tanto habla de libertad) puesto que yo siempre fui un firme creyente en las bondades del estado del Bienestar en democracia. Pero la realidad es que cuando queda claro que el sistema democrático es una auténtica estafa, que el estado no trabaja para sus ciudadanos y que la casta política entera está al servicio de empresas superiores entramos en un agujero negro que sólo presenta la salida de la revuelta colectiva…. Ahh! La revuelta!! La revolución! El levantamiento de los ciudadanos contra los que oprimen sus libertades y coartan su evolución y dignidad!! Pero tampoco eso va a funcionar… ya se ha encargado el sistema educativo y todos los medios para que el ciudadano medio sea sólo crítico con los árbitros de los partidos de fútbol o con los concursantes en programas de televisión o con las noticias que nos presentan para que todos andemos con un pensamiento uniformado. 


Y si volvemos al título de este artículo nos encontramos con la noticia de esta misma semana dónde vemos que la justicia española acaba de prohibir Telegram  (sí, han leído bien, prohibir… con los matices que sean). O sea, que la justicia que se mantiene con nuestros salarios tiene capacidad para vetar un canal de comunicación libre (con escaso o nulo control institucional) y privarnos a todos los ciudadanos de información libre no controlada por el sistema. En este caso la excusa ha sido la piratería y en otros será protegernos de la pedofília o la deep web. Siempre encuentran una excusa para poder privarnos de información, para evitar que nos comuniquemos por canales ajenos al poder.  En este caso por Telegram se mueven millones de informaciones relativas a sistemas gratuitos de programación, información crítica no tamizada por las agencias de información, se desvelan chapuzas financieras y políticas, existen grupos críticos con el sistema dónde se construyen y comparten nuevas maneras de entender el mundo, etc. Y sí, una pequeña parte de Telegram tiene usos de piratería (aunque debería mirarse bien quien es realmente el pirata) y de actividades ilícitas como la venta de armas, grupos terroristas, etc. 


Como hemos visto disponemos de un sistema educativo estructurado para crear ciudadanos acríticos centrados en formar parte del engranaje laboral del sistema. Para rematarlo vivimos en una sociedad dónde los medios de comunicación libres se van a ir cerrando (siempre en nombre de la libertad, la justicia o la tontería que les venga en gana decir) y a ello iremos sumando centenares de movimientos políticos para seguir la misma hoja de ruta del control total del ciudadano. 


Pongamos que esta misma semana otra noticia importante se ha presentado: la UE acaba de prohibir el uso de las "Cold wallets". Para los que no lo sepáis, las billeteras frías son un hardware muy popular dónde los compradores de criptomonedas pueden almacenar sus activos de manera particular y poder traspasarlos a sus cuentas bancarias cuando consideren. Esto significa que cualquier ciudadano puede comprar en un “exchange” el activo que desee (bitcoins o lo que quiera) y irlo almacenando en su propia wallet quedando fuera de la red y fuera por tanto de los ojos del estado. Es un método seguro que permite a los usuarios tener la tranquilidad de controlar sus cryptos evitando la posibilidad de perderlo todo en caso de quiebre de la casa de cambio. Pues esta semana por obra y gracia de la UE ya se ha materializado la prohibición para que los ciudadanos europeos no puedan operar con estos aparatos. ¿La excusa? Esta vez ha sido la lucha contra el blanqueo de dinero cuando a todas luces se sabe que esta medida no representa ni una milésima parte del problema que podría abordarse desde una función mucho más selectiva en la investigación fiscal, acabando con los paraísos fiscales, las mafias banqueras y políticas de control severas en las grandes fortunas. Pero no. El sistema decide atacar a la libertad del ciudadano medio para impedirle de raíz el acceso a tecnologías que pudieran brindarle algo de independencia financiera en el futuro. El estado decide atacar nuestra libertad para almacenar misérrimos ahorros (que recordemos que también tributarían) para dejarnos claro sibilinamente y “por nuestro bien” que el control sobre el dinero no nos pertenece. 

Todos sabemos que este tipo de medidas son tan efectivas en lo práctico como disuasorias y “educativas”. En este caso y momento histórico (los albores de un reseteo financiero con la llegada de las divisas electrónicas) todas las medidas preparatorias son pocas para dejarnos a todos subyugados en el futuro a un sistema monetario en el que ya no tendremos el control sobre nuestro propio dinero puesto que la tecnología de blockchain permitirá al estado conocer y rastrear cada una de nuestras transacciones y dejará via libre a bloquearnos activos, obligarlos a gastar en determinados bienes, prohibirnos otros, etc. 


La coyuntura de crear ciudadanos acríticos y con deficiente formación humana y escasa mirada social junto a las prácticas de uniformizar la información que nos llega y los movimientos prohibitivos constantes en nuestras libertades atisba un futuro realmente aterrador. 

Una vez superado el sueño de la época de las democracias reales y los estados de bienestar nos enfrentamos ahora a escenarios imaginados por autores antiguos como Huxley o Bradbury y lo hacemos con una sonrisa en el rostro, seguros de que todo lo que se viene es por nuestro bien -tal y como ellos predijeron- y colaboradores con el sistema. 


Y no. No hablamos de un futuro lejano. De hecho el último paso hacia un poder dictatorial mundial -que ya existe- sólo consiste en la implementación progresiva de una serie de medidas políticas, sociales, económicas y humanas que ya están siendo preparadas desde hace décadas y que la tecnología ya permite llevarlas a cabo. Que se desarrollen con nuestra colaboración y sonrisa dependerá de cada uno de nosotros. 

Os recomiendo volveros a leer “Un mundo feliz”. 

domingo, 3 de marzo de 2024

REIVINDICACIÓ DELS PROFESSIONALS DE L'EDUCACIÓ SOCIAL


 

Sovint parlo amb companys del meu sector i d’altres professions lligades al benestar de les persones com personal de sanitat (pública i privada) o de la mateixa atenció a la infància en risc contractats o funcionaris de l’administració (craes, eaia, creis i d’altres) i me’n faig creus, absolutament, per la diferència abismal de condicions laborals a saber si un està sota conveni públic o privat (benestar, ICS o d’altres privats tipus St Joan de Deu) o està, com en el meu cas sota el conveni d’Acció Social d’infància en risc.

 

Quan parlo amb aquests professionals m’adono que el meu salari com a director i guardador legal d’un munt d’adolescents tutelats amb la responsabilitat impensable que això comporta està al nivell, per exemple, d’educadors/es de serveis públics i extremadament per sota d’educadors/es amb plusos especials (en el nostre cas no hi ha cap plus per a res) o de coordinadors/es, sotsdirectors/es i directors/es on la diferència pot estar per damunt dels 1000€.

Per a que els profans m’entengueu, hi ha un munt de professionals treballant en serveis residencials de protecció a la infància i adolescència que tenen unes condicions laborals absolutament incomparables a les dels seus companys/es de la funció pública i d’altres convenis privats exercint exactament la mateixa tasca amb idèntica responsabilitat.

 

He dedicat la vida a la meva feina i estimo el que faig a diari. Cada dia em llevo disposat a buidar-me en el que faig, a tenir cura dels adolescents amb tot el cor, aplicant una mirada educativa que amb el passar dels anys s’ha anat depurant i millorant sense perdre la capacitat de sorpresa, posant la meva mirada personal, les meves emocions i autenticitat tant com soc capaç. Estimo el que faig. Ho estimo de cor i crec cegament en el valor increïble que la nostra tasca aporta als nois i noies que atenem, a les seves famílies i a la societat. Crec fermament que tots els que ens dediquem posant cor i ànima (cert, no tothom ho posa tot) ho fem amb amor i al servei de les persones posant la nostra integritat (física i sobretot emocional) pel davant del que molts que no coneixeu la feina creuríeu. I ho seguim fent. Almenys jo ho seguiré fent per que em mou l’amor al que faig i també el servei als adolescents que tinc a càrrec, molts dels quals son ciutadans del nostre país que gaudiran d’un futur exitós o com a mínim digne.

 

I us dic tot això per que m’esparvera que, malgrat els anys, els aprenentatges, l’expertesa, els encerts (i desencerts), la professionalitat i l’amor que milers de professionals han posat en joc encara es considera que la nostra tasca (vocacional per se) no és un eix fonamental vertebrador del nostre país tant com ho pot ser la salut o l’ensenyament, per exemple. M’esparvera que milers de professionals que sostenen a diari a milers d’infants, adolescents i famílies segueixin invisibilitats i amb condicions laborals penoses si tenim en compte la immensitat i intensitat de la seva feina.

M’entristeix profundament que el sistema polític sols posi el focus d’atenció i per tant d’inversió en aquelles àrees de benestar social que són més universals com la sanitat o l’ensenyament (tot i les retallades) pel fet evident que es tracten de serveis bàsics universals, per a tothom i per tant objectes sensibles d’indicadors electorals. D’altra banda els serveis socials, els infradotadíssims serveis de prevenció o benestar universal i la resta com els del meu sector ja no són tan importants (des de l’òptica política) donat que tot i ser universals estan utilitzats per aquella població amb majors dificultats socials i ja sabem que aquests no son tant importants a l’hora d’anar al col·legi electoral. És evident que hi ha una població que importa menys.

 

Si el sistema polític estigués d’acord -amb una mirada de país i d’evident responsabilitat- faria molts anys que gaudiríem de serveis universals enfocats en el benestar i la prevenció tals com suport socio educatiu i psicològic parental i marental a les escoles, serveis extraescolars gratuïts, educació emocional integrada en tots els àmbits educatius formals i no formals, una xarxa de suport a la família per evitar situacions de risc i probables tuteles, una xarxa de suport professional potent per a sostenir els acolliments familiars, uns serveis de salut mental infantil, juvenil i per adults potent i no sols centrada en el símptoma, professionals atenent situacions de risc a domicili i amb intensitat i quan tot fallés o fos imprescindible una xarxa residencial més dotada amb professionals ben pagats d’acord amb la duríssima exigència de les seves feines.

 

Tot això no és així ni probablement ho serà mai donat que el sistema en el que estem immersos no mira pel benestar dels ciutadans sinó per la perpetuació del mateix i els seus sostenidors i l’aparell polític no posa la vista en el futur a llarg terme sinó en els simples quatre anys fins a la propera convocatòria electoral.

 

I la realitat és que en el nostre sector (i ara torno a parlar específicament de la xarxa residencial de Craes, etc sota conveni d’Acció Social) paguem els plats trencats d’aquesta política a dos nivells: per una banda és molt comú que acabin arribant a les nostres mans situacions familiars i de nois i noies veritablement insostenibles fruit d’ineficiència o inacció anterior, fruit també de la manca de serveis de prevenció i intervenció en territori tot esperant que des del Crae de torn l’equip educatiu obrarà el miracle de reconduir la situació i posant-nos tot el pes i responsabilitat si no aconseguim revertir la situació; per altra banda i amb aquesta responsabilitat brutal a sobre disposem d’unes condicions laborals lamentables -si tenim en compte la intensitat de la feina- posant al límit la nostra vida professional i personal. Unes condicions que serien impensables en altres àmbits, sectors o convenis. Per exemple us puc explicar situacions que jo visc en carn pròpia com viure 24 hores connectat a la feina podent rebre trucades en qualsevol moment de l’any i a qualsevol hora (exceptuant el meu mes de vacances) havent de presentar-me d’urgència a qualsevol lloc o a qualsevol hora, havent de respondre personalment per suplències sobtades (ja he fet al llarg dels anys 3 nits caps d’any, per a que m’entengueu) o urgències (imagineu-vos haver d’explicar a la família que el cap de setmana tant desitjat fora se’n va a norris el divendres tarda quan ja tenim les maletes fetes per exemple) i moltíssimes situacions més (moltes d’elles totalment impensables). Es tracta d’una dedicació total i absoluta que requereix d’una fortalesa mental i emocional brutal i que en el conjunt de la societat no es coneix. Penseu en professionals que estan 24 hores connectats amb la seva feina tot l’any i on, a més, es donen situacions que poden ser greus i on li sumem una responsabilitat personal (que pot ser penal) com a guardadors d’infants. Penseu-hi una mica.

 

Per suposat deixo a banda la realitat social que qualsevol informàtic, tècnic, enginyer, programador, etc que  com a mínim em doblarà el sou. Ja no hi entro.

 

Els que tenim cura de persones ja sabem que el reconeixement de la nostra tasca és irrisori comparat amb la responsabilitat de productivitat en el sector empresarial. Ho tenim assumit encara que mitja societat ens observi encuriosits.

Però tot i així amb el passar dels anys m’adono que hem de fer alguna cosa tant per a les persones que atenem com per a nosaltres mateixos.

 

Recordo una discussió amb una cap de RRHH d’una fundació gran on vaig treballar també com a director. Em va dir enfadada “tu saps el que cobres?”. M’ho va etzibar d’una manera que jo mateix em vaig quedar bloquejat sota la idea que ens han venut que la nostra feina te un component tan vocacional que implica acceptar uns sous i condicions d’acord amb el “sacrifici” que estem disposats a fer, com si fos injust, poc ètic o poc solidari el fet de demanar millors condicions. Si aquesta senyora em fes aquesta pregunta avui li diria alguna cosa així com “sí senyora, cobro moltíssim menys del que em mereixo, de fet cobro una merda per tot el sacrifici personal que faig i per tot allò que aporto a les persones més fotudes d’aquesta societat; i al igual que jo cobro una merda, els meus companys i companyes d’equip cobren merda i mitja tenint en compte el que han de sostenir, tenint en compte que posen en joc cada dia la seva autenticitat personal, les seves emocions i que sovint marxen cap a casa totalment buits havent donat el millor de sí mateixos, havent deixat bocins de sí mateixos en situacions tenses, tristes i de patiment d’altres, havent dedicat una energia poderosa basada en l’amor a infants que la necessiten, havent patit agressions, insults i plors (també tenim abraçades, petons i emocions positives increïbles), havent sostingut situacions inversemblants derivades de salut mental o de malestars incontenibles, havent tensionat la seva individualitat fins al límit, posant-se en joc com a professionals i exposant-se com a persones…. I ara digui’m senyora… cobrem massa per a fer tot això?, potser no es mereixen les persones que atenem uns professionals amb unes bones condicions, salaris, descansats i cuidats?”.

Avui li respondria això i molt més.

 

Avui m’agradaria que les persones que no saben sobre aquestes professions llegissin aquest escrit.

M’encantaria que polítics que mai no pensen en nosaltres com a mínim tinguessin consciència del que costa (en termes de desgast humà) sostenir el sistema de protecció a la infància d’aquest país i poguessin donar alguna resposta, llençar algun compromís de millora o simplement posar-nos en agenda. De no ser així han de saber que cada dia més professionals aniran entrant en un bucle de decepció augmentant la mobilitat professional i repercutint directament en els nois que atenem que repetidament aniran tenint pèrdues i més pèrdues quan el que necessiten en primer lloc es estabilitat de referents.

 

Hi ha professionals tan implicats en la tasca que, malgrat la queixa i la decepció, sempre prioritzarem l’amor a la professió i el benestar dels nois. Cert. Crec que soc un dels milers que així ho entenem. I puc parlar en nom de multitud de professionals assegurant que buidar-nos a diari i fer-ho amb felicitat és una gran sort. Així ho sento. Afortunadíssim amb el que faig i amb la il·lusió intacte com el primer dia. Si no fos així hauria abandonat el sector fa segles, segur.

 

Igual que jo, molts d’altres es deuen sentir feliços amb el que fan, malgrat tot, però amb aquesta sensació trista de no ser valorats i tenir unes condicions laborals penoses en comparació de la responsabilitat. En el fons és tota una declaració de principis des de l’aparell polític i es pot resumir en alguna cosa així com: hi ha vides que no importen tant com d’altres i no val la pena invertir massa en elles ni en la seva cura, de fet, sols allò imprescindible.

 

Repeteixo. Malgrat tot, il·lusió intacte.

 

domingo, 31 de diciembre de 2023

FELIÇ I COMBATIU 2024 EDUCADORS I EDUCADORES

 

Fa uns quants dies que pensava en reservar-me una estoneta el darrer moment de l'any per a poder seure i escriure unes notes per a tots els i les professionals de l'educació social en general i als que ens dediquem a infància i adolescència en risc en particular.

Volia felicitar-los l'any nou i encoratjar-vos per a seguir ferms en la nostra professió.

Pretenia destacar la nostra feina invisible, el nostre esforç brutal i mal pagat sostingut -almenys en la gent de la meva lleva- en allò que anomenem "vocació";  mot que els i les professionals de més de quaranta anys tenim tan i tan arrelat al nostre instint històric-laboral que ens ha permès sostenir des d'antuvi i normalitzar allò de "treballar hores de més que en el nostre cas no són extres donat que treballem per vocació"; "sostenir allò insostenible i insuportable és el que ens toca, va amb la nostra tasca social"; "posar-nos en risc per sistema forma part del nostre encàrrec"; "exigir millores laborals a tots nivells no va amb nosaltres donat que som solidaris i no pretenem sobrecarregar la despesa social de l'administració i a més, si ens paguen més a nosaltres -com ens afirmen- no hi haurà diners per atendre persones que ens necessiten"; "estar de guàrdia permanent que no es gratifica és normal… estem atenent persones que ens poden necessitar en qualsevol moment"; "posar-nos cada dia al davant de situacions límit no passa factura als nostres cossos ni ments i no caldria pensar en augmentar els nostres períodes de descans ni en realitzar formacions tipus mindfulness o similars… som superdones i superhomes"; "el nostre patiment va amb la tasca que realitzem i des d'una voluntat de servei als altres ens considerem ben pagats en intangibles emocionals que tan reconforten i que tan escoltem als nostres interlocutors externs quan expliquem allò que fem i ens recorden que la nostra labor és molt bonica i gratificant…"

Us he recordat aquí alguns exemples de pensament que no ens permeten reivindicar-nos amb molta més força i fermesa.

Els i les que em coneixeu mínimament sabeu de sobra que soc un crític aferrissadíssim de tot aquell professional que no està compromès al màxim nivell amb la seva feina. I estar compromès al màxim vol dir estar disposat a posar-se en joc cada dia, ser valents i valentes per a convertir-nos en figures referents que fan més que diuen, en professionals que acompanyen vides complexes, en persones molt importants que tenen cura i son veritables experts i expertes en el vincle i les habilitats educatives en el sistema no formal. I quedi ben clar aquí que avui dia hi ha molts educadors i educadores que no aporten tot això i que per tant haurien de deixar la professió demà mateix. Ho dic seriosament. Els que no es deixin la pell en el que fan resulten en una negligència per a les persones que acompanyen. I no, no podem posar d'excusa que es cobra una merda, que no estem reconeguts, que els torns són horribles, etc. No ho podem posar d'excusa malgrat que sigui cert per que si permetem que sigui una excusa estem destruint el sentit de la nostra professió i manllevant els mèrits i èxits de tots aquells professionals que han estat abans que nosaltres.

Soc el primer que avui mateix està certament cabrejat donat que ara mateix m'estic fent al càrrec que els plans que tenia per aquest vespre, cap d'any, s'acaben d'esfondrar doncs hauré d'anar a treballar tota la nit per una baixa de darrera hora d'una educadora i ara mateix ja no tinc ningú -que conegui als nois, no posaré a un desconegut/da- que vulgui/pugui anar. Llavors, com a director hauré d'anar i deixar a la meva família palplantada a l'hora del sopar. No vull exposar-ho com un drama. 

Em permetreu que avui parli de la meva figura de direcció donat que sempre parlo dels educadors i educadores.

En els meus disset anys com a director de diversos Craes he gaudit d'alguna nit sorpresa de Sant Joan i cap d'any, he hagut d'anular viatges en el darrer moment, sortir corrents de casa moltes nits,  atendre milers de trucades en dies de descans i a qualsevol hora connectant-me d'immediat amb la feina, quedar-me al centre i atendre tot allò que es podia en moments de crisi,  etc. Tot plegat no es res estrany en una feina com la meva però quan em poso a analitzar alguns fets objectius com els que ara us llistaré la  veritat és que em marejo una mica:

  • En disset anys de la meva vida sols he estat autènticament LLIURE i no DE GUÂRDIA, o sigui, pendent les 24hores cada dia de la setmana i el cap de setmana un total de disset mesos, és a dir, durant les vacances d'estiu. Això vol dir que tant sols un 8% del meu temps els darrers disset  anys de la meva vida no he estat de guàrdia i atent a totes les trucades o moviments de la feina. No arriba a un 10% del meu temps mentre que qualsevol treballador disposa d'un 85% del seu temps per a ell (incloent les hores de son, és clar). I direu que això va amb el sou. Doncs sí. Però no està retribuït ni reconegut i cada directora o director ha de cuidar de la seva salut mental com pot. I no és cosa de la fundació, cooperativa o associació gestora en concret sinó del conveni general.
  • En disset anys l'IPC ha pujat un 33,6%. El meu salari també ha pujat “força” des de 2007. Exactament un 8%. Això vol dir que a dia d'avui disposo d'un 25% de menys poder adquisitiu que fa disset anys. Llavors, la meva expertesa, coneixements i recorreguts sembla que són molt tinguts en compte per al sistema, oi? Vull dir que aquells professionals amb major recorregut en altres professions sovint disposen d’altres beneficis... en fi, no sé.
  • Tots aquests anys he gaudit del que faig (a vegades patit). Segueixo fen-t'ho. Tinc un encàrrec públic i formo part del sistema de protecció de l'administració. Fent exactament la mateixa tasca que qualsevol altre director/a de la xarxa pública tinc una retribució bastant inferior. Potser ridículament inferior. Pel cap baix la meva retribució està en un 50-60% per sota… uns 1000€ de diferència o més per a fer la mateixa feina, el mateix encàrrec públic, el de Guardador dels infants i adolescents tutelats per la DGAIA. Un encàrrec tan important com tenir a càrrec la vida de nois i noies sovint malmesos i maltractats està molt més ben pagat (es deu fer la feina amb més eficiència,  entenc) a la xarxa pública que a la resta.
  • Avui escric sols del meu càrrec donat que sempre parlo dels educadors i educadores, que recordo que disposen d'una retribució molt inferior als de la xarxa pública en un 30-40% i d'unes condicions laborals ben diferents. I ja no dic res dels professionals dels Centres Oberts.

 

També recordo que aquests i aquestes professionals estan en primera línia donant-t'ho tot (els que no ho facin no mereixen estar en la nostra professió) i acompanyant amb il·lusió i fermesa a nois i noies que  ho necessiten. Es tracta d'una tasca fonamental. S'acompanya a infants i adolescents, famílies i joves a explorar possibilitats, a refer vincles, a teixir benestar, comprendre emocions i vivències, conèixer-se millor, responsabilitzar-se dels propis passos i errades, gaudir de trobar un lloc útil i sà al món, superar-se i estimar-se a un mateix i als altres. Totes aquestes evidències són, per a mi, absolutament imprescindibles i haurien d'estar reconegudes per la societat i el sistema però tots sabem que no ho estan. I això és així per que no son productives des de l'òptica del poder que ens sosté. Ni són productives ni aporten cap valor clau tret del simple "control social" en el que la nostra professió ha estat sempre utilitzada (no siguem ingenus). La nostra tasca sols surt a les notícies de la crònica negre quan hom necessita desprestigiar els partits del govern de torn atacant al sistema de protecció suposadament  defensant als infants i famílies. Tanmateix tampoc hi ha hagut mai gran interès polític en crear un sistema modern, potent, amb recursos i garanties.

Nosaltres som sols els que treballem amb els que no donen vistositat ni vots als governs. Som els que vetllem per les persones que cal acompanyar doncs hi ha una llei superior ratificada internacionalment que ho diu i obliga i tret d'algun polític concret tots sabem que a la gran majoria literalment tant  se'ls en fot. A ningú no interessen les vides trencades d'una part de la societat catalana. Àmbits de competència pública com la salut, seguretat i altres sí que donen vots i cal -malgrat les brutals retallades- mantenir-los una mica millor però la infància en risc… ¿a qui li importa? Malgrat les bones paraules i els copets a l'esquena quan un polític ens visita tots sabem que és tot pura façana i mentida. No interessa a ningú. Cap polític fa compromisos seriosos de millores laborals per als professionals del sector ni menys encara promeses de canvis substancials en el sistema.

 I sí, escric tot això i més (llegiu també això, si us plau) amb ànim que algun polític important ho pugui llegir i donar alguna resposta. No ho sé, per exemple, Carles Campuzano com actual conseller de Drets Socials igual podria afegir alguna cosa. Carles, anima't amb algun tuit o similar. Som treballadors al servei del teu departament!

Tampoc les organitzacions socials estan per a res lliures de culpa. En el link anterior us explico per què.

 En fi. Ja duc una horeta escrivint i m'agradaria -ara sí- desitjar-vos a totes i tots un 2024 ple de felicitat i encerts tant a nivell personal com professional. 

M'agradaria especialment encoratjar al meu equip, agrair-los molt l'esforç i recordar-los que un any mes seguiran sent persones importantíssimes per a una colla d'adolescents i que aquesta responsabilitat és tant i tant gran com la feina més important del món.

Salut!


domingo, 1 de octubre de 2023

Educadoras/es: hora de hacerse oír.... como siempre!


¿Sabéis qué? Me apasiona lo que hago. Pese a las tensiones, altibajos, frustraciones y miedos. Pese a los cabreos y los quebraderos de cabeza. Pese a las incertidumbres a menudos gigantescas. Pese a unos salarios de mierda en un convenio (el de Catalunya) congelado desde hace más de una década… (se desbloqueó sin grandes mejoras una semana después de empezar este escrito).

Y es sin duda la pasión por acompañar infancia y adolescencia en situaciones complicadas y a sus familias lo que me ayuda a enfrentar cada jornada laboral con ilusión. También me mueve acompañar al equipo y observar cómo educadoras y educadores jóvenes van creciendo profesionalmente ampliando su mirada, madurando y ofreciendo una intervención progresivamente de mayor calidad.

Sí. Tengo la enorme suerte de haberme dedicado a aquello que amaba. Me queda la duda del huevo o de la gallina: ¿me dedico a lo que amo o amo a lo que me dedico? No lo sé. Tal vez si me hubiera dedicado al periodismo -como en parte de mi adolescencia deseé- hablaría hoy con la misma pasión. ¿Quién sabe? Pero a lo que vamos: soy educador social y pedagogo. ¡Educador de la primera promoción, nada menos! Desconozco si eso me da cierto pedigree pero yo mismo me lo otorgaré sin modestia. Y me lo otorgo porque me siento orgulloso de lo que hago. Me siento orgulloso de mi profesión en general y de lo que aportamos a esta sociedad. Y lo digo desde la más absoluta serenidad; la que me aporta un bagaje de 28 años en la profesión desenvolviéndome como educador, coordinador, docente y director en la protección a la infancia, el trabajo en medio abierto, la atención a familias, la tutela y la universidad.

Y desde esta experiencia profesional en la que siempre he intentado dar lo mejor de mí mismo y disponer de una mirada posibilista llego hoy a 2023 atisbando una realidad que me abruma un poco y que creo, debemos denunciar. Permitidme que hable desde mi lugar de mayor conocimiento: la realidad de los y las profesionales en la atención a la infancia y adolescencia en Catalunya (aunque creo que es extensible al estado español).

En contadas ocasiones he escrito sobre ello pero hoy no voy a obviar la cuestión de las condiciones laborales de nuestro ámbito ya que sí, nos afecta y mucho. Más allá de la idea del escaso salario me gustaría argumentar sobre el respeto por nuestra profesión, por recordar lo que aportamos y lo que ponemos en juego a diario y como todo ello a menudo se desconoce o no se le da el suficiente valor. De hecho, no lo hacemos ni nosotros mismos.

 Que nadie se me enfade que voy a escribir desde las tripas.

Empecemos:


  1. Nuestra profesión cuenta con una relativa buena salud, es decir, está reconocida por la administración y más o menos están definidas nuestras funciones, si bien debemos enfrentarnos a enormes lagunas legales, odiseas burocráticas o la eterna falta de recursos (que no siempre es así y a menudo sirve de tremenda excusa). Las primeras promociones de educadoras y educadores sociales empezarán a jubilarse en unos 10 o 15 años -si el sistema lo permite- y muchos jóvenes escogen esta profesión por una motivación parecida a la que los más viejos usamos para llegar a ella: ayudar a construir una sociedad más equitativa, sostener a las personas con mayores dificultades, luchar por cuestiones de igualdad social, acompañar en el empoderamiento de la gente o creer en la justicia social.  Motivaciones, todas ellas y muchas más, muy loables y siempre en el flanco izquierdo del pensamiento político si bien voy observando cómo, progresivamente, los y las profesionales más jóvenes disponen cada vez de una menor mirada política, de contexto, de saber de dónde venimos, hacia dónde vamos y de quién corta realmente el bacalao (“quí remena les cireres”). Todo ello me retrotrae a menudo a mis primeros años de educador y mi dulce inocencia, pero cuando pienso un poco en ello creo que no era tan "inocente". Había leído a Foucault, Giroux, Freire, Bordieu, Weber y otros. Era capaz de relacionar todo ello en mi práctica cotidiana y disponía de una mirada muy crítica (que se ha reformulado con el tiempo) que me hacía reflexionar, mover y vislumbrar mi intervención concreta en un contexto mucho más amplio dotándola de sentido general.

Hoy día no abundan este tipo de reflexiones en los profesionales más jóvenes (por lo menos en una mayoría) y ello es muy preocupante puesto que podemos correr el riesgo de observar nuestra profesión como una suerte de miles de intervenciones dispares desde lugares diversos, inconexas y vestidas sólo desde la tecnificación.

En lugar de encontrar sentido y ahondar en la cuestión clave de nuestra profesión muchos profesionales se vuelcan en el esfuerzo titánico de "hacerse reconocer", de viralizarse como profesionales eternamente maltratados en una profesión durísima que no acaba de recompensar a quienes la practican.  Y no les falta razón, claro, pero a mí me rechina mucho que esa queja lastimosa provenga, a veces, de profesionales que prácticamente aún no han tenido tiempo de "quemarse" o que les cuesta situar su desempeño diario en un contexto mucho mayor o que realmente no se reconocen como verdaderos agentes de cambio.

 

No se me vaya a enfadar ahora ningún educador o educadora de las nuevas hornadas. Existen profesionales jóvenes brutalmente competentes y motivados como nadie en pos de ser agentes de transformación; verdaderos cracks que desarrollan su labor cotidiana centrados en la intervención concreta pero sabedores que sus efectos van mucho más allá, jóvenes educadores y educadoras comprometidos con las personas a las que atienden; lo que yo defino como "poner el corazón".

 

Sin embargo y a riesgo de equivocarme (ojalá) sí que observo una importante masa de nuevos profesionales que no acaban de integrar el encargo social de su profesión en toda su magnitud y se quedan enmarañados en la mera cuestión (que no es "mera" sino básica) de las condiciones laborales. Y conste que soy consciente que la profesión necesita urgentemente una mejora brutal y general en cuánto a ellas (más abajo expongo) pero me resulta triste que ese sea el motivo por el que muchos jóvenes se desaniman, queman o abandonan sin haber tenido la oportunidad de aprender por más años su profesión ni de poder disfrutarla y valorarla en su magnitud.

 

  1. Una gran mayoría de los profesionales de le educación social en infancia y adolescencia están contratados por organizaciones del tercer sector. El resto desarrollan su trabajo en las diversas administraciones. Progresivamente se ha ido generando una diferencia abismal entre unos profesionales y otros en cuestión salarial y de condiciones laborales. Aun desarrollando idénticos trabajos hay unos educadores y educadoras que pueden llegar a percibir hasta el doble de salario que sus homólogos del tercer sector. Por poner un ejemplo de los trabajadores en el ámbito residencial, un educador/a de un CRAE público puede percibir el sueldo de un director/a de un CRAE no público (y ello sin contar con la descomunal  responsabilidad legal con la que carga este último como guardador legal) y un director/a de un CRAE de la administración percibirá casi el doble (con extras y demás) que uno del tercer sector con idéntico encargo. Si tenemos en cuenta que un niño  o niña con una resolución de tutela puede acceder tanto a un centro público como a otro del tercer sector puesto que así lo disponen sus derechos legales  ¿ya parece justo a nivel político esta distinción?; ¿qué diría la  opinión pública si ello ocurriera en la sanidad pública especializada?, ¿o en los recursos de la  educación pública?....¿por qué motivo unos profesionales con idéntica responsabilidad social y encargo público disponen de condiciones radicalmente tan lejanas?....el mismo niño o niña tutelado puede ser atendido bien por profesionales con unas buenas condiciones laborales bien por otros que no disponen de las mismas para nada, pero los derechos, esfuerzos y dedicación que merece son los mismos, evidentemente. Entonces, ¿para el sistema es justificable que la atención a los mismos derechos esenciales merezca en unos casos unos recursos y para otros mucho menos?

 

No vamos a entrar en la historia de por qué ello es así ni de las gestiones que originaron los primeros centros no públicos ni de los acuerdos con la administración catalana. Ello forma ya parte de un pasado que felizmente se quiso cerrar en 2008 con el convenio d'Acció Social, en su momento muy innovador (al venir de la más absoluta nada anterior) y con unas mejoras salariales para todo el colectivo, especialmente para el de los centros residenciales. Sin embargo, pronto van a cumplirse 15 años de ese hito y los salarios son los mismos que entonces (no hay que recordar la diferencia brutal del costo de la vida desde entonces hasta ahora, verdad?). Salarios semi congelados para miles de educadoras y educadores que trabajan en el tercer sector realizando un servicio público esencial -de responsabilidad de la administración- que se han ido convirtiendo progresivamente en profesionales prestadores de servicios a bajo coste. Sí. Nosotros estamos contratados por organizaciones del tercer sector que progresivamente han ido perdiendo su antigua capacidad crítica, innovadora y creativa para irse convirtiendo -en muchos casos, no todos- en organizaciones prestadoras de servicios a bajo coste; servicios, que en todo caso se les debería exigir la misma calidad que a los propios de la administración y deberían disponer de exactos recursos.

 

He tenido la suerte de trabajar a lo largo de los años en organizaciones pequeñas con ideal innovador intacto y volcadas en su misión y en otras medianas que ya no recordaban su misión originaria y sólo luchaban por perpetuarse o engrandecer sus servicios. Y claro, la diferencia es abismal. Pero tanto unas como otras están sujetas a un convenio que las grandes organizaciones no quieren tocar y tampoco la administración. La administración asegura prestar unos servicios sociales básicos de obligado cumplimiento y de una responsabilidad descomunal a precio de saldo. Las organizaciones (hablamos de algunas de las grandes) mantienen sus servicios y infraestructura con lastimosas quejas de no poder sostenerse y con diversas llamadas solidarias en pos de la justícia social, etc. Pero la verdad es que cuando deben sentarse todas ellas y llegar a un acuerdo para pedir a la administración una mejora sustancial (que debería ser radical) de condiciones laborales para los trabajadores son incapaces de respetar sus mínimos acuerdos y pesan muchísimo más los acuerdos particulares, estrategias y demás que cada una de ellas haya pactado con la administración anteriormente.

Recuerdo una reunión hace ya unos 10 años en que yo iba como representante de mi organización (una mediana-grande) a una federación de organizaciones. Se trataba de una reunión dónde debía votarse ejercer una presión X a la administración después de estar un par de años intentando reclamar unas tristes mejoras. Las semanas anteriores, todas las organizaciones en pleno andaban decididas a firmar el manifiesto pero a la hora de la verdad, de la veintena larga de entidades que estábamos en la reunión sólo la mitad (las pequeñas) quisieron firmarlo ante mi incredulidad.

 

Y ahí estamos nosotros, educadoras y educadores que nos dejamos la piel a diario en los diversos servicios que gestionamos, atentos a las personas que acompañamos, nunca del todo conformes con nuestra intervención, sosteniendo el sistema público de atención a la infancia y adolescencia sin rechistar. Un sistema que según la ley de "Drets i oportunitats de la infancia i adolescència" debería ser prácticamente universal y llegar a muchos más espacios (especialmente en el campo de la prevención dónde olvidaron entre otras cosas el derecho a actividades de tiempo libre garantizadas integradas en el sistema de atención a la infancia o la dotación de recursos para proyectos como los centros abiertos u otros parecidos para poder trabajar desde el ámbito familiar de manera temprana y no hablemos ya de la salud mental). Y ahí estamos nosotros, trabajando la mayoría en el tercer sector, otrora innovador, ágil, reivindicativo, repleto de personal motivado y valiente que tiraba autónomamente en muchos casos de trabajar sobre necesidades sociales emergentes antes que ninguna administración pudiera desempolvar su maquinaria para siquiera ver lo que ocurría. Claro que son otros tiempos.

 

  1. Son otros tiempos puesto que la mayoría de esos antiguos proyectos del tercer sector andaban liderados por profesionales movidos por la vocación y una determinación brutal que hacía remover cielo y tierra para encontrar recursos y financiación. Muchos de aquellos antiguos proyectos innovadores de hace 20 o 25 años forman parte hoy día de la cartera de recursos de la administración que ahora ha pasado a controlarlos en base a una financiación estructurada y igualitaria (en base a ratios, etc) que genera una "red de recursos" distribuidos por el territorio para hacer cumplir la ley y poder decir que se atiende a todo aquél que lo necesita.

El tercer sector (hablo especialmente de las grandes organizaciones) se conforma a menudo con prestar servicios a la administración y en contados casos desempolva su antigua creatividad y dinamismo para generar algo innovador para atender nuevas necesidades emergentes. Lo que está claro es que nunca fue la administración (excepto la revolución de las comunidades educativas de finales de los 70 y 80) y profesionales de los ayuntamientos i Generalitat de entre los 80 y 90) la que lideró nuevos proyectos, atendió necesidades emergentes ni contó con los liderazgos necesarios entre los profesionales para generar ideas innovadoras, nuevas miradas, etc. Y es que la administración no toma riesgos. No es culpa de los compañeros profesionales que trabajan en ella ya que el entramado mismo de la administración no facilita la libertad ni la innovación. Ello lleva a excelentes profesionales a verse encuadrados en un sistema que no les permite generar cambios rápidos ni aventurarse en actuar con presteza sobre nuevas necesidades. La maquinaria administrativa y burocrática atrapa las ideas y las congela. Mientras, aquellos profesionales que trabajamos en el tercer sector, en teoría más libres, lanzados y dinámicos para poder crear nuevos proyectos nos encontramos también en una progresiva "funcionarización" (perdonad el término, pero ya nos entendemos, ¿no?) que nos lleva a compararnos con nuestros compañeros de la pública y lamentarnos de nuestras condiciones para con los mismos trabajos, usuarios y problemas.

 

  1. Podemos decir, en resumen, que nuestro trabajo no está bien pagado. De hecho, jamás lo estuvo pero antiguamente nos sostenía en gran parte el simple amor a la profesión, la ilusión y en muchos casos la militancia. Eso ya no está de moda. Cuando a mis 23 años trabajaba en un Crae público de salud mental (durísimo) como educador suplente pero desarrollando mis funciones prácticamente dos años seguidos me maravillaba mi nómina puesto que con los pluses de todo tipo tenía un sueldazo espectacular para mí. Recuerdo que yo quería aprender más y ante la imposibilidad de poder disponer de tutorías terminé rechazando ese trabajo para irme a una entidad del barrio del Raval en Barcelona a trabajar de educador en un proyecto de centro abierto cobrando menos de la mitad. No, no es que fuera idiota. Simplemente me apasionaba mi trabajo y quería crecer, aprender, llegar a otros lados. Visto en la distancia tal vez sí que fui un poco idiota pero estoy seguro que hoy día no dispondría de mi mirada sobre la profesión ni hubiera aprendido ni una centésima parte de todo lo que aprendí en aquella entidad y en todos los proyectos posteriores en que he participado.

No. No me quiero poner ninguna medallita. Ni mucho menos. Igual que yo hicieron muchos compañeros y compañeras porque teníamos afán de aprender, cambiar muchas realidades y crecer. Y así lo hicimos. Y seguimos haciéndolo. Pero también es justo decir que muchos de nosotros hemos ido cayendo por el camino puesto que la vocación puede sostener mucho, pero al final las condiciones laborales terminan pesando y más. De aquellos antiguos educadores y educadoras varios se despidieron del tercer sector para ingresar en la administración y intentar sostener su gran vocación en un entorno más cuadriculado y controlado. Otros abandonaron definitivamente el ejercicio. Los más se vieron abocados a desempeñar puestos directivos en sus organizaciones encontrándose hoy en la encrucijada de trabajar para sostener su entidad a la vez que para atender a las  personas en sus servicios. Otros tantos siguen en sus proyectos u otros similares en puestos de dirección, coordinación o en la base y de ellos un alto porcentaje ya saben lo que es sentirse quemado de la profesión y no pueden ejercer el liderazgo que sus proyectos y compañeros necesitarían.

 

No querría mostrarme derrotista porque también es cierto que existen muchos compañeros y compañeras con larga trayectoria que siguen motivados, fuertes y lanzados como siempre y que son capaces de insuflar la ilusión por la profesión a todos aquellos profesionales más jóvenes en sus primeros años.

Y hablando de los jóvenes, aquí tenemos un problema difícil de abordar puesto que creo que sobrepasa a la profesión. Si expongo que la vocación "ya no está de moda" (que me perdonen los grandísimos profesionales jóvenes que sí la tienen y conozco unos cuantos) es porque las nuevas generaciones no abordan el cambio social igual que lo hicimos los jóvenes de los 80 y 90. No se trata de argumentos viejunos sino de lo que veo a diario desde hace años:  muchos profesionales jóvenes que se sienten sobrepasados, que buscan lógica seguridad laboral en un entorno que no se la facilita, que se quejan de las condiciones laborales cuando ya tienen un poco más de estabilidad, a los que  no les han contado el tremendo poder y incidencia de su profesión, que no sostienen todo ese peso con la simple vocación como hacíamos antiguamente (y ingenuamente también) y que no desprenden una ilusión militante (no porque no sean menos capaces sino porque el contexto social, su formación y nuestro tiempo consideran la militancia como algo cercano a lo ridículo). Y con todo ello, muy pocos les exponen a todos ellos y ellas las posibilidades infinitas de nuestra profesión, el tremendo trabajo de acompañar personas y promover cambios, empoderamientos, nuevas aventuras, diminutos movimientos en un pequeño entorno hoy que mañana pueden ser enormes, la incidencia social y también política que hacemos desde nuestro día a día, el orgullo por ser profesionales que aspiran a generar transformación social (aunque nos cueste tanto verlo desde nuestro pequeño proyecto).

Yo no lo aprendí por magia sino leyendo, escuchando y trabajando con profesionales que se convirtieron en referentes míos por su pasión. Y es esto, la pasión, lo que creo que estamos perdiendo y desde las brasas de los educadores y educadoras más experimentados -pese a condiciones laborales de mierda- deberíamos avivar el fuego para que los más jóvenes no se quemen, trabajen con ilusión, se crezcan, tengan orgullo absoluto por su trabajo y desde ahí denuncien sus condiciones laborales con firmeza.

 

  1. Como colectivo profesional a menudo nos toca sostener lo insostenible.  De hecho, creo que ese debería ser un lema descriptivo de nuestra profesión en muchos momentos.  Como profesionales ponemos en juego muchísimo más de lo que la gente que desconoce la profesión imagina. Vosotros y vosotras, compañeros sabéis bien de qué os hablo.

Existen profesionales como policías, bomberos, profesionales de salvamento, soldados y otros muchos que ponen en riesgo su vida muy a menudo. Lo sabemos todos. Forma parte de su encargo social. Lo asumen y se les recompensa y reconoce en función también de ese riesgo. Otros profesionales del mundo sanitario salvan vidas y se mueven en entornos estresantes y bajo una presión fortísima. Y así muchos más. En nuestro caso (especialmente en el medio residencial) trabajamos con personas vulnerables, que han sufrido graves pérdidas y a menudo también con trastornos importantes. Y con ellas nos ponemos en juego y lo hacemos con nuestra presencia. Y ahí está el tema en cuestión, la "presencia". Y es que estar presentes acompañando personas vulnerables es mucho más que "estar". Significa hacer de referentes, acompañar, poner límites, dar apoyo y cariño, observar, preguntar, jugar, reír, sufrir, enfadarse, sostener, recordar, esperar, tranquilizar, motivar, detener, espabilar… vivir. Y es que nuestro trabajo se contextualiza en el entorno de la vida cotidiana y la herramienta básica de trabajo es nuestra persona y de ella tiramos para poder hacer las cosas bien. Seguro que os suena, ¿verdad? Pero es que es muy arriesgado y necesitamos ser muy valientes para ser "nosotros mismos" en todas las vicisitudes con las que vamos lidiando cada día y se necesita una energía exultante para sostener a diario situaciones emocionales brutales, emotivas, violentas, tristes, exasperantes a la vez que se van dando otras divertidas, estresantes o inesperadas. Todo ello a la vez y multiplicado por cada persona a la que atendemos.

 

A menudo cuando termino mi jornada y me entra el "bajón energético" al llegar a casa pienso por unos instantes la cantidad de momentos de máxima intensidad emocional que mi corazón ha sostenido en un solo día y me maravillo de mi fortaleza y me pregunto cuánto tiempo mi capacidad emocional va a ser lo suficientemente resistente cómo para seguir dedicándome a lo que me dedico. El desgaste es brutal y cada uno de nosotros necesita un espacio personal con sentido terapéutico para poder mantener el ritmo y no caer al precipicio. Aunque cómo sabéis, muchos educadores y educadoras caen de lleno en él ya sea por puro agotamiento o fruto de una situación especialmente tensa que ha desbordado definitivamente al profesional. Y es que en nuestro rol de "cuidadores" tampoco tenemos a quien nos cuide. En ese sentido no tenemos ni el reconocimiento en condiciones laborales o económicas ni ventajas -que a mi parecer deberían ser totalmente lógicas- como disponer de más días de vacaciones o descanso o la posibilidad de jubilación antes que la mayoría (¿o es que creéis que no veremos a educadores o educadoras mayores sufriendo ataques cardíacos en intervenciones con los chicos?).

 

Con todos estos argumentos vengo a decir que nadie (salvo nosotros mismos) cuida a los profesionales que atienden y acompañan a la parte de población que mayor presencia absoluta, energía, estabilidad y cariño necesita. Y nosotros damos todo ello a diario, despreocupados por nuestra propia salud mental hasta que esta se nos muestra de repente con señales difusas. Despreocupados por nuestra seguridad hasta que nos encontramos con situaciones de violencia y agresiones. Y seguimos ahí.

Si un maestro sufre una amenaza seria o una agresión se despliegan una suerte de mecanismos para cuidar a este profesional. Cuando ello ocurre con un educador o educadora social en un contexto residencial no pasa absolutamente nada (y no hablo de las consecuencias educativas) sino simplemente de cómo acompañamos o cuidamos a ese profesional que ayer fue agredido por un chico y que hoy volverá a verlo. Y no entro ahora en técnicas restaurativas y otras que sí, que se aplican y funcionan. Tampoco entro en los modelos de  intervención ni mucho menos en culpar a los adolescentes. Pero sí que entro en acusar a la administración (y a nosotros mismos) por no reconocer el esfuerzo brutal que realizan todas estas personas que se juegan el tipo a diario (físico y mental) y tienen unas condiciones laborales que para nada reflejan la exigencia de su trabajo.

 

Cuando terminó el período crítico de la maldita pandemia todo fueron aplausos para los profesionales que se dejaron la piel (y algunos la vida) en entornos de salud y especialmente también en proyectos residenciales de personas mayores o personas con discapacidad. Muchos de ellos tuvieron -aparte de aplausos- también otras recompensas. Entre ellos había muchos educadores y educadoras sociales. Me alegré por una parte pero por otra no entendí que nadie se acordara de los profesionales de los proyectos residenciales de protección a la infancia. Sólo nosotros sabemos lo que vivimos y sin entrar ahora a relatarlo sí que me duele que nadie se acordara de nuestro colectivo. Creo que debe existir la creencia que en nuestra profesión estamos acostumbrados a soportarlo todo. Y así nos va en cuestión de reconocimiento. En fin.

 

  1. Además de dedicarnos a "sostener lo insostenible" debemos reconocer que el contexto de nuestra intervención se va complicando progresivamente fruto de una complejidad social fluctuante y con cambios aceleradísimos como nunca en la historia que no nos permiten "asentar bases" y nos destinan a lidiar -como todos los demás profesionales- con la incertidumbre, la novedad y el desconocimiento.  Los actuales cambios sociales, la influencia brutal de los medios, el poder de la tecnología y otros ejercen una presión en nuestras sociedades y individuos que no sabemos cómo abordar.

Como la gran mayoría de profesiones, andamos aún profetizando sobre como va a incidir sobre nosotros el avance de las inteligencias artificiales, la robótica o la mecanización a todos los niveles. Sin embargo, sí que tenemos bastante claro que nuestro rol de “expertos en acompañamiento educativo” difícilmente lo podrá desarrollar una IA y ello debería motivarnos para valorar mucho más nuestro trabajo y dignificar nuestras condiciones. Debería servir también para identificar nuevos lugares para nuestra intervención, espacios que sinceramente creo que necesitan con urgencia de nuestra presencia y saberes:

-       Las escuelas y los institutos dónde creo que deberíamos estar integrados ya mismo en equipos de trabajo consolidados.

-       La salud mental infantil, juvenil y adulta dónde nuestra presencia debería ser mucho mayor (a la espera que la de los profesionales de la salud también lo sea).

 

Que el dia 2 de octubre lo veamos más como una reivindicación que como celebración de nuestra profesión tampoco debe desanimarnos.

Os recuerdo que tenemos una de las profesiones más bellas que existen.