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lunes, 31 de mayo de 2021

PRECRIMEN Y EDUCACIÓN SOCIAL

 



Hace bastante tiempo que no escribo nada en el blog. Ando ensimismado en un par de proyectos que me roban el escaso tiempo del que dispongo para pensar y trenzar mis pensamientos en letras. Pero al leer hoy esta noticia no he podido evitar lanzarme a dar mi opinión, tal vez más como ciudadano que como miembro de la cofradía educativa, no sé. Se trata de la ley orgánica 7/2021 de protección de datos personales tratados para fines de prevención, detección, investigación y enjuiciamiento de infracciones penales y de ejecución de sanciones penales aprobada el 20 de mayo con 277 votos a favor (entre ellos PSOE, PP, Podemos y Cs), 5 en contra y 67 abstenciones (incluyendo los 52 de Vox y los de los “grandes demócratas catalanistas”).¿ Y qué propone esta ley? Pues bien, como su título indica, se refiere al tratamiento de datos personales que puedan ser útiles al sistema policial para la investigación y posterior enjuiciamiento. Básicamente regula la manera por la que la policía puede acceder a nuestros datos biométricos, étnicos, de filiación política, social, religiosa o datos genéticos para clasificar a los ciudadanos, investigarlos si procede, poder hacer uso de imágenes no consentidas (entre ellas las de drones o cámaras en cualquier entorno) y otros tantos. En la práctica se abre la puerta a que podamos ser investigados por los aparatos del estado sin mayores problemas ni limitaciones, al estilo chino. La tecnología al servicio del poder, como siempre, pero ahora dando un pasito más (de los muchos pasitos que vendrán...) y que nos sitúa a todos como sospechosos de intervenir, ser afines o apoyar actividades “delictivas” (entendiendo estas como las que el régimen indica como constituyentes de infracción o delito). Los más conservadores dirán aquello que decían algunos de nuestros abuelos: “el que se mete en problemas es porque quiere” y no estarán errados del todo puesto que, efectivamente, el ciudadano que nunca exprese una opinión crítica para con el régimen o el que nunca haya destacado en movilización, manifestación o actividad alguna o no pertenezca a alguno de los grupos étnicos, políticos o activistas seguramente estará más “liberado” de ser considerado delincuente que los que sí. Y algo tan importante para nuestros derechos y libertades ha sido ocultado de manera absoluta  por todos los medios de comunicación hasta la fecha sin dar una mínima información.

 

Que mi estado alarmado de hoy no encuentre paralelismos en millones de personas es algo que me sitúa en un espacio vacío, alternativo y algo penoso, lo reconozco. Imagino que el mísero estado de sentido crítico en que se encuentra la población de este estado español no es más que el resultado de décadas de una educación manipulada y de unos medios afines al poder, antaño situados en dos polos y actualmente aglutinados en las garras del sistema económico que mal llamamos Ibex y que ya hemos interiorizado como un sistema normalizado dónde vivir nuestras existencias bajo la tutela de los amos, una especie de "Mundo Feliz" incipiente amparado en valores que nos han disuelto en nuestro modo de vida asimilándolos a la  "normalidad" o bienestar, una suerte de recursos de control social en los que ya no somos víctimas sino cómplices indiferentes los unos o ingenuos los demás. Y en este momento histórico nos encontramos con un escalón más hacia el fin de nuestras libertades y lo que antiguamente reconocimos como privilegios de ciudadanía. Y aquí seguimos, aplaudiendo los más ingenuos, mirando fotos de Instagram los más heridos o tomándose una caña los madrileños. Todos y todas. Repito. Todos y todas somos y seremos susceptibles de ser futuros criminales ante las leyes que están ahora y especialmente ante las que están por venir…

 

Están por venir. ¿Qué está por venir? No hace falta ser una gran sociólogo para entender que los últimos veinte años en España han sido una suerte de normativas, leyes y demás coartadoras de la libre expresión, la intromisión en la intimidad o el ataque a derechos ciudadanos básicos como la libre asociación u otros. No hay que ser un genio para observar cómo el uso político de lo jurídico toma en España un cariz "turco o chino" fuera de toda lógica democrática. No hay que ser un gran ilustrado o ilustrada para ver que existen presos políticos, cantantes encarcelados por insultar a un rey impuesto por un genocida, titiriteros imputados por faltar al orden constitucional, informes policiales falseados, periodistas impunes mintiendo, corrupción sistémica en todos los aparatos del estado, expresidentes o exministros de izquierda manejando información privilegiada para el avance de negocios turbios, inversores psicópatas robando viviendas o directivos sin escrúpulos nacidos, muchos de ellos en la plebe, sintiéndose poderosos y olvidando de sus diccionarios morales el término ética o empatía. ¿Qué está por venir? Pues está muy claro… si los últimos años se ha ido allanando el terreno a la represión pues esta será la gran victoria con la que los ciudadanos de a pie deberemos lidiar las próximas décadas. Y lo triste es que la mayoría aplaudiremos con las orejas el hecho de ser sojuzgados, controlados, manipulados o castigados. Y lo haremos en nombre de la libertad, bajo una ilusión ingenua, postmoderna y apoyada intelectualmente desde un humanismo a priori libertario … veamos por ejemplo la nueva nomenclatura positiva y animosa del "emprendedor" español, mayoritariamente formada por ryders explotados, parados de larga duración con ideales o autónomos ilusionados tras un curso de coaching ejecutivo.

 

¿Y cómo educadores y educadoras? ¿Qué está por venir? Tal vez los más viejos tengan en cuenta aquello de nuestra posición ante el control social. Puede que sí. Pero los más jóvenes podrán encontrarse en sus puestos de trabajo con demandas de "reeducación" de sujetos peligrosos (llamados asociales o no integrados) con los que tendrán que lidiar (con la valiosa información facilitada desde nuevos medios) para hacer que formen parte de la "comunidad normalizada" o que se sitúen en la órbita de la ciudadanía "sana, regulada o cívica". Poco a poco se irán regulando y definiendo términos como el civismo, la honestidad y otros en función de las regulaciones jurídicas y en torno a ellas se construirán nuevos conceptos de exclusión social no tan sólo basados en ideas de clase social sino también de conciencia política (aunque no se use jamás ese término). Estamos ante una escalada destructiva y violenta. Este mismo artículo que escribo es susceptible de pasar a engrosar las listas de "personas peligrosas y futuriblemente delictivas". No es ciencia ficción sino pura realidad. Examinemos con detenimiento la legalidad "democrática" de los últimos veinte años y nos encontraremos con leyes mordaza, cambios apresurados de la constitución en favor de los bancos, policía política, terrorismo de estado impune, crímenes inventados desde los medios, cloacas del estado, leyes inconstitucionales favorecedoras de las eléctricas, jueces comprados, "topos" en partidos y sindicatos, blanqueamiento de la extrema derecha, aumentos sin parangón de los presupuestos policiales y militares, expolio cada vez menos disimulado al ciudadano, ayudas cada vez más potentes a los oligopolios, extorsión, populismo en un contexto de incultura democrática radical facilitada por décadas de mierda educativa y mediática, racismo estructural, destrucción del estado de bienestar, reducción radical del nivel de vida y agresión sistémica al ciudadano más frágil. Lo tenemos blanco y en botella. Como educadores y educadoras debemos saber que nuestra demanda institucional va a pasar por apoyar toda esta basura, envolverla en papel de regalo y "hacerla bonita". Nuestro papel (y nuestros salarios) estarán ligados a ser cómplices de un sistema al que a menudo criticamos. Nuestras familias y hipotecas necesitarán de nuestro trabajo para seguir vivas y nuestra ética tal vez necesite de algún psicoanalista que ayude a desenturbiar las tinieblas que nos harán andar a tientas mientras pisoteamos, tristes, los derechos que tanto decíamos amar.