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lunes, 2 de noviembre de 2020

"David, soy feliz"

 


Cumplimos ya el noveno mes de suplicio colectivo envueltos en esta pandemia de mierda que ha sumido a gran parte de los países ricos en una situación de incertidumbre y semi caos como no habíamos visto aún en el siglo XXI. Y insisto en los países ricos ya que los pobres ya están -por desgracia- mucho más habituados que nosotros a lidiar con la inseguridad, el miedo y la inestabilidad permanente.

Empezamos un mes de noviembre repleto de desmanes de todo tipo. No sabemos aún el alcance de lo que nos espera por vivir ya sea en lo relativo a la salud, como a la economía doméstica o la vida social con la espada del confinamiento pendiendo encima de nuestras cabezas. Esa incertidumbre junto a la certeza de muchos hogares que ya han empezado a tocar fondo tras meses de ertos sin cobrar, pequeñas empresas que se fueron a pique, desahucios que siguen produciéndose a toda marcha o similares viene acompañada de un escenario político, mediático y social como para ponerse realmente a llorar.
 
Me entristece profundamente ver las noticias de este fin de semana y encontrarme con los disturbios y los saqueos en varias localidades españolas. Para algunos medios y tuiteros se trata de lo que ellos denominan "menas" o "ultraizquierda". Otros medios y particulares demuestran sobradamente que quienes azuzaron la mayoría de esas protestas (y luego intentaron borrar sus huellas en la red) fueron VOX y organizaciones afines. Saqueos en tiendas, escenas de violencia urbana, gritos de "defendamos nuestra tierra", antorchas, pedradas, pintadas antisemitas en las calles de Barcelona, negacionistas, defensores de sus derechos, capuchas, videos dónde se ven a policías encapuchados gritando aquello de "somos compañeros", informaciones adulteradas y manipuladas corriendo de tuit en tuit, ornamentación fascista en algunos jóvenes,  confusión.
 
Y aquí estamos. 2 de noviembre de este maldito año. Esta noche me niego a encender el televisor y ver las noticias. Leo Twitter y me deprimo de nuevo al comprobar cómo la población se tira los trastos a la cabeza sin parar. Fachillas azuzando a salir a las calles en pos de la libertad. La libertad y los derechos reclamados desde la extrema derecha! Ciudadanos que se enzarzan con otros acusándolos de insolidarios por salir a tomar el sol por Collserola el domingo. Policías de balcón (nuevo término perfectamente huxleriano) denunciando los desmanes horribles de sus vecinos por quitarse la mascarilla mientras hacen running. Periodistas irresponsables defendiendo a sus amos políticos y económicos sin importar ni la verdad ni la ética. Políticos enganchados en una espiral de descalificaciones en pos de rédito electoral. Bancos y multinacionales sacando jugosos premios económicos regalados por el gobierno de turno. Trabajadores perdiendo su trabajo. Pequeños empresarios arruinándose sin recibir ayudas. Jueces ordenando desahucios sin parar. Policías que ven aumentado su sueldo un 20% precisamente ahora (curioso, no?). Estados de alarma planteados por muchos meses que garantizan cualquier acción del gobierno… y cuando digo cualquier, digo cualquier. Medios que nos inoculan el miedo en vena. Roces sociales que vamos perdiendo. Familias que  no se ven. Abuelos solos. Normalización del control policial extremo. Adolescentes enjaulados. Niños sin deporte. Metros repletos en hora punta. Toques de queda que nos hubieran hecho rebelar en el pasado. Millones invertidos ahora mismo en tanques y aviones militares cuando los sanitarios agonizan. Hospitales millonarios vacíos por falta de personal. Propuestas de control familiar como el "responsable covid" dentro de las familias por navidad! Discursos racistas culpabilizadores de la enfermedad. Aplausos rechazados por los médicos. Centenares de amebas plantando miles de banderas cada fin de semana. Noticias fake. Estadísticas falseadas. Científicos vetados en gobiernos o televisiones por tener visiones contrarias al poder. Jueces y fiscales enloquecidos acusando a los rusos de ayudar militarmente a los catalanes o ayudando descarada e impunemente a los grandes partidos en cuestiones de corrupción. Noticias escondidas. Televisiones con tertulianos "cuñaos" con poco más que decir que lo que les ordenan sus amos. Futbolistas tristes por jugar sin público. Eméritos fugándose impunemente con vacaciones infinitas y gastos faraónicos pagados por nosotros. Familias reales odiadas por el mismo pueblo que les va a pagar un 6% más este año  para que sigan en ese lugar clave ayudando a los herederos del golpe del 36. Fascistas. Extremistas. Defensores españoles de Trump. Parejas que viven separadas y no pueden verse. Municipales con licencia para matar. Repulsión al ver una nariz fuera de la mascarilla. El bareto trasladado al banco de la plaza.
 
Y con todo ello y muchísimo más realmente me siento en una distopia inesperada, en un cruce de caminos conspiranoico a ratos, rebelde por momentos, indignado permanente y expectante todo el tiempo. Y así vivimos hoy. Y así nos ven nuestros hijos, los niños y adolescentes con los que trabajamos desde la escuela o desde otros ámbitos. Y ellos perciben toda esa paranoia y no tengo ni la más remota idea de cómo la están digiriendo. Y no consigo vislumbrar con qué se van a quedar sus jóvenes mentes percibiendo como los adultos nos atacamos, renegamos, somos incoherentes, nos confundimos, formamos bandos de manera aleatoria pero luego volvemos a nuestras convicciones, sentimos miedo a la vez que rabia, creemos y no creemos, nos enfadamos, criticamos al vecino y luego hacemos lo mismo que él, acusamos, cambiamos hábitos, escuchamos las noticias sin creerlas, maldecimos y acatamos.
 
Hace unos días, en el metro, una chica de mediana edad muy bien vestida se volvió loca gritando y llamando a la policía acusando a un músico de llevar la mascarilla por debajo de la nariz. La mujer vociferaba y se movía enérgicamente acusando con un dedo al infeliz músico que, acordeón en mano, se la miraba sin rechistar. Diversos niños pasaban por allí y miraban la escena con curiosidad. Me pregunté lo que deberían estar pensando de la situación y por unos instantes sentí vergüenza ajena por proporcionar a la infancia escenitas así. Tal vez esa mujer había perdido a su madre por Covid o puede que hubiera perdido el trabajo por un quiebre de su empresa o que simplemente fuera una histérica o una racista puesto que el músico parecía de la Europa del este. Fuera como fuere me sentí apesadumbrado por normalizar yo mismo escenas de ese tipo.
 
En mi CRAE un joven confinado estudiante de ESO se nos rebeló hace unas semanas puesto que sus amigos (de la misma clase confinada) lo estaban esperando en la puerta del centro para salir y nosotros no lo dejábamos.
Esta mañana un niño de once años poco amigo del trabajo doméstico ha sido confinado en una habitación por un contacto con positivo y tras verse encerrado allí él solo con un sofá perfecto, la nintendo, una tablet y una televisión con Netflix me ha mirado con ojos de pillín y me ha dicho "David, soy feliz". Aún me sigo riendo… pero, de veras, no tiene tanta gracia. 






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