Hace
bastante tiempo que no escribo nada en el blog. Ando ensimismado en un par de
proyectos que me roban el escaso tiempo del que dispongo para pensar y trenzar
mis pensamientos en letras. Pero al leer hoy esta noticia no he podido evitar lanzarme
a dar mi opinión, tal vez más como ciudadano que como miembro de la cofradía
educativa, no sé. Se trata de la ley orgánica 7/2021 de protección de datos personales tratados para fines de prevención,
detección, investigación y enjuiciamiento de infracciones penales y de
ejecución de sanciones penales aprobada el 20 de mayo con 277 votos
a favor (entre ellos PSOE, PP, Podemos y Cs), 5 en contra y 67 abstenciones
(incluyendo los 52 de Vox y los de los “grandes demócratas catalanistas”).¿ Y
qué propone esta ley? Pues bien, como su título indica, se refiere al
tratamiento de datos personales que puedan ser útiles al sistema policial para
la investigación y posterior enjuiciamiento. Básicamente regula la manera por
la que la policía puede acceder a nuestros datos biométricos, étnicos, de
filiación política, social, religiosa o datos genéticos para clasificar a los
ciudadanos, investigarlos si procede, poder hacer uso de imágenes no
consentidas (entre ellas las de drones o cámaras en cualquier entorno) y otros
tantos. En la práctica se abre la puerta a que podamos ser investigados por los
aparatos del estado sin mayores problemas ni limitaciones, al estilo chino. La
tecnología al servicio del poder, como siempre, pero ahora dando un pasito más
(de los muchos pasitos que vendrán...) y que nos sitúa a todos como sospechosos
de intervenir, ser afines o apoyar actividades “delictivas” (entendiendo estas
como las que el régimen indica como constituyentes de infracción o delito). Los
más conservadores dirán aquello que decían algunos de nuestros abuelos: “el que
se mete en problemas es porque quiere” y no estarán errados del todo puesto
que, efectivamente, el ciudadano que nunca exprese una opinión crítica para con
el régimen o el que nunca haya destacado en movilización, manifestación o
actividad alguna o no pertenezca a alguno de los grupos étnicos, políticos o
activistas seguramente estará más “liberado” de ser considerado delincuente que
los que sí. Y algo tan importante para nuestros derechos y libertades ha sido
ocultado de manera absoluta por todos
los medios de comunicación hasta la fecha sin dar una mínima información.
Que
mi estado alarmado de hoy no encuentre paralelismos en millones de personas es
algo que me sitúa en un espacio vacío, alternativo y algo penoso, lo reconozco.
Imagino que el mísero estado de sentido crítico en que se encuentra la
población de este estado español no es más que el resultado de décadas de una
educación manipulada y de unos medios afines al poder, antaño situados en dos
polos y actualmente aglutinados en las garras del sistema económico que mal
llamamos Ibex y que ya hemos interiorizado como un sistema normalizado dónde
vivir nuestras existencias bajo la tutela de los amos, una especie de
"Mundo Feliz" incipiente amparado en valores que nos han disuelto en
nuestro modo de vida asimilándolos a la
"normalidad" o bienestar, una suerte de recursos de control
social en los que ya no somos víctimas sino cómplices indiferentes los unos o
ingenuos los demás. Y en este momento histórico nos encontramos con un escalón
más hacia el fin de nuestras libertades y lo que antiguamente reconocimos como
privilegios de ciudadanía. Y aquí seguimos, aplaudiendo los más ingenuos,
mirando fotos de Instagram los más heridos o tomándose una caña los madrileños.
Todos y todas. Repito. Todos y todas somos y seremos susceptibles de ser
futuros criminales ante las leyes que están ahora y especialmente ante las que
están por venir…
Están
por venir. ¿Qué está por venir? No hace falta ser una gran sociólogo para
entender que los últimos veinte años en España han sido una suerte de
normativas, leyes y demás coartadoras de la libre expresión, la intromisión en
la intimidad o el ataque a derechos ciudadanos básicos como la libre asociación
u otros. No hay que ser un genio para observar cómo el uso político de lo
jurídico toma en España un cariz "turco o chino" fuera de toda lógica
democrática. No hay que ser un gran ilustrado o ilustrada para ver que existen
presos políticos, cantantes encarcelados por insultar a un rey impuesto por un
genocida, titiriteros imputados por faltar al orden constitucional, informes
policiales falseados, periodistas impunes mintiendo, corrupción sistémica en
todos los aparatos del estado, expresidentes o exministros de izquierda manejando
información privilegiada para el avance de negocios turbios, inversores
psicópatas robando viviendas o directivos sin escrúpulos nacidos, muchos de
ellos en la plebe, sintiéndose poderosos y olvidando de sus diccionarios
morales el término ética o empatía. ¿Qué está por venir? Pues está muy claro…
si los últimos años se ha ido allanando el terreno a la represión pues esta
será la gran victoria con la que los ciudadanos de a pie deberemos lidiar las
próximas décadas. Y lo triste es que la mayoría aplaudiremos con las orejas el
hecho de ser sojuzgados, controlados, manipulados o castigados. Y lo haremos en
nombre de la libertad, bajo una ilusión ingenua, postmoderna y apoyada
intelectualmente desde un humanismo a priori libertario … veamos por ejemplo la
nueva nomenclatura positiva y animosa del "emprendedor" español,
mayoritariamente formada por ryders explotados, parados de larga duración con
ideales o autónomos ilusionados tras un curso de coaching ejecutivo.
¿Y
cómo educadores y educadoras? ¿Qué está por venir? Tal vez los más viejos
tengan en cuenta aquello de nuestra posición ante el control social. Puede que
sí. Pero los más jóvenes podrán encontrarse en sus puestos de trabajo con
demandas de "reeducación" de sujetos peligrosos (llamados asociales o
no integrados) con los que tendrán que lidiar (con la valiosa información
facilitada desde nuevos medios) para hacer que formen parte de la
"comunidad normalizada" o que se sitúen en la órbita de la ciudadanía
"sana, regulada o cívica". Poco a poco se irán regulando y definiendo
términos como el civismo, la honestidad y otros en función de las regulaciones
jurídicas y en torno a ellas se construirán nuevos conceptos de exclusión
social no tan sólo basados en ideas de clase social sino también de conciencia
política (aunque no se use jamás ese término). Estamos ante una escalada
destructiva y violenta. Este mismo artículo que escribo es susceptible de pasar
a engrosar las listas de "personas peligrosas y futuriblemente
delictivas". No es ciencia ficción sino pura realidad. Examinemos con
detenimiento la legalidad "democrática" de los últimos veinte años y
nos encontraremos con leyes mordaza, cambios apresurados de la constitución en
favor de los bancos, policía política, terrorismo de estado impune, crímenes
inventados desde los medios, cloacas del estado, leyes inconstitucionales
favorecedoras de las eléctricas, jueces comprados, "topos" en
partidos y sindicatos, blanqueamiento de la extrema derecha, aumentos sin
parangón de los presupuestos policiales y militares, expolio cada vez menos
disimulado al ciudadano, ayudas cada vez más potentes a los oligopolios,
extorsión, populismo en un contexto de incultura democrática radical facilitada
por décadas de mierda educativa y mediática, racismo estructural, destrucción
del estado de bienestar, reducción radical del nivel de vida y agresión
sistémica al ciudadano más frágil. Lo tenemos blanco y en botella. Como
educadores y educadoras debemos saber que nuestra demanda institucional va a
pasar por apoyar toda esta basura, envolverla en papel de regalo y
"hacerla bonita". Nuestro papel (y nuestros salarios) estarán ligados
a ser cómplices de un sistema al que a menudo criticamos. Nuestras familias y
hipotecas necesitarán de nuestro trabajo para seguir vivas y nuestra ética tal
vez necesite de algún psicoanalista que ayude a desenturbiar las tinieblas que
nos harán andar a tientas mientras pisoteamos, tristes, los derechos que tanto
decíamos amar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario