Esta mañana tuve el placer de volver al cine para recrearme de nuevo con uno de los mayores filmes de la historia del cine.
Decía Chaplin años después de dirigir y producir esta obra maestra que de haber sabido lo que iba a ocurrir en aquella monstruosa guerra nunca hubiera encontrado el valor suficiente como para haberla hecho. Por suerte el film se realizó en 1939, poco antes de que el mundo viera uno de los peores desastres a los que se enfrentó la humanidad.
Esta mañana me acomodé en la butaca y sonreí, reí, me emocioné y se me hizo un nudo en la garganta porque a veces nos encontramos con obras de arte intemporales que serán siempre actuales. Tras asisitir ensimismado la propuesta de Chaplin escuché con atención su discurso final, que hacía años que no escuchaba. Y precisamente hoy este me golpeó con una virulencia inusitada, violenta, fiera y desgarrada. Hipnotizado por la garra del barbero pude escuchar en él miles y millones de voces que antaño y todavía hoy claman por la libertad y la paz, por la justicia y la solidaridad.
Salí del cine apesadumbrado pero feliz, cargado de energía y con mayor convencimiento en que los hombres y mujeres debemos luchar por un mundo mejor.
No puedo escribir nada más ni mejor. Por ello les invito a escuchar el discurso final del film y a pararse a pensar después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario