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domingo, 5 de diciembre de 2021

LA FOTO

 



Me llegó por instagram o facebook hará un par de días y me quedé mirando el rostro de esfuerzo del pequeño en medio de la carrera. Rápidamente observé que el niño pedaleaba descalzo en una bicicleta de mierda y sin casco mientras que sus compañeros de carrera iban con la equipación completa de ciclismo de montaña sentados en sus pequeñas mountain bikes dispuestos a dejarse la vida sobre el sillín. Me entusiasmó la imagen y me hizo pensar en muchas cosas. Principalmente la gente cuelga imágenes así en sus posts atendiendo a ideas paternalistas o en referencia a los beneficios de la nueva era de psicología positiva mal entendida (o entendida tal y como interesa a los sicarios del sistema) aludiendo exclusivamente al esfuerzo individual, a la creencia en sí mismo, el poder de superación, las creencias limitantes y demás. Está muy bien pero decidme: ¿lo que limita al muchacho de la foto son sus creencias limitantes o tal vez su falta de equipación que le hace competir en desventaja con los otros chicos? Cada uno que encuentre su respuesta. Yo tengo clara la mía y centrándome en ella la foto me ha hecho recordar a lo que yo me dedico. Porque yo soy educador social y demasiado a menudo me olvido del verdadero sentido de mi profesión, aquél que en lo más hondo me mueve. Mi amiga Celia, trabajadora social, antropóloga experta en procesos comunitarios y participativos y educadora (aunque le pese) siempre me pica con aquello de que "los educadores no creéis en los procesos participativos, no movéis un dedo en trabajo comunitario real, no empoderáis a la gente de verdad para que tome el mando de sus vidas y tenga un espacio en su comunidad que les incite a modificar sus condiciones de vida, que les impulse a denunciar, organizarse y emerger hacia nuevos espacios o bien crearlos por sí mismos… os regocijáis en el trabajo individual, las competencias, habilidades, dinámicas, programación y evaluación tecnificando vuestro trabajo mientras os quejáis de las condiciones laborales o económicas para con vuestros proyectos sin observar el poder del trabajo en red, no el de coordinación, sino el del apoyo comunitario, el de tejer relaciones constructivas que generen nuevas propuestas y espacios…." Todo eso y mucho más me dice Celia mientras yo esquivo el temporal atendiendo a las dificultades cotidianas de mi Crae, a los escasos recursos de salud mental infantil, al excelente trabajo tutorial, al éxito de muchos jóvenes que logran tener vidas felices, al empoderamiento individual, al trabajo por objetivos ,a cumplir con los indicadores de éxito y tantas otras excusas (está bien reconocerlo un poco) con las que defiendo a mis colegas educadores. Pero sí. Celia tiene algo de razón. Por si lees estas líneas, amiga, tampoco te flipes demasiado…. He escrito "algo de razón" y digo eso porque es cierto que nuestra profesión forma parte absoluta del sistema y nuestros puestos de trabajo andan diseñados para que el empoderamiento, crecimiento personal, convivencia, éxito o como quiera llamársele (lo siento, no lo llamaré "integración") sea íntegramente individual y pase por adaptar al individuo a la red de relaciones y a la sociedad en la que le ha tocado vivir. Mi puesto como director de un Crae está diseñado en el sistema de protección y sirve para que el máximo de niños y niñas con los que trabajo puedan tener un presente y un futuro feliz, estable y se establezca en los márgenes de eso que llaman "normalidad". Mi puesto no está diseñado para que trabajemos con niños, niñas y sus familias en la reflexión conjunta de las causas por las que están tutelados; y no me refiero a las causas coyunturales de cada familia (donde sí incidimos) sino en las estructurales del sistema, en aquellos detonantes que han provocado llegar a situaciones de negligencia, maltrato o abuso y que conllevan la "penalización" de la tutela. Y cuando hablo de mi puesto de trabajo creo que hablo de la mayoría de lugares en los que trabajamos. No, no incidimos en la vertiente comunitaria más que de boquilla (muy a menudo en los famosos proyectos participativos con niños o jóvenes "florero") o en pequeños esfuerzos realizados a tirones que sentimos como un extra en nuestro trabajo cotidiano.

 

Cuando pienso en todo ello me doy cuenta que la base que me impulsó siempre para ejercer en mi profesión pasaba por aquello hoy día tan esotérico, hippye o ingenuo de la "transformación y justicia social" o la mejora de las condiciones de vida globales. Y me lo repito a menudo con una sonrisa interna y algo de frustración ya que a menudo no lo tengo presente en mi día a día, tan obcecado en atender con toda la energía a las cuestiones individuales o a las necesidades de un pequeño colectivo de centro. Sin embargo, pequeños impulsos en mi quehacer cotidiano sí me colocan en ese centro y pensamiento y entonces me siento algo más satisfecho. Y es que quiero pensar que nuestra profesión no debe olvidar esa "ingenuidad juvenil" freiriana ni la crítica brutal de Cohen o Foucault. Quiero pensarlo, aunque de verdad me muestro escéptico al relacionarme con jóvenes educadores y educadoras que siento que jamás se plantearon ese trasfondo de nuestra profesión. Y eso es particularmente grave ya que nuestros orígenes profesionales están ahí, en antiguos educadores y educadoras que creyeron en el poder de la educación para provocar cambios individuales y colectivos. Por lo contrario, tiendo a observar a una mayoría (¡ojalá me equivoque, no me lapidéis!) que antepone sus intereses laborales, de horario, personales y otros a los de las personas con las que trabaja. Observo "quejísmo" generalizado hacia las condiciones de trabajo, la dificultad de las personas que atendemos, la escasez de medios, los horarios, las demandas o los recursos a la vez que se impone un falso corporativismo por el que se habla de apoyo al equipo entendido este como una suma de individuos (con sus intereses particulares) y no como una fuerza motriz centrada en un objetivo común. Sin embargo, tengo la suerte que mi equipo no tiene este virus enraizado pero se trata de una fuerte tendencia que he observado en múltiples lugares. Recuerdo hace unos años a una joven educadora con un par de años de experiencia que me confesaba que quería dar el salto a puestos directivos o bien trabajar coordinando por las mañanas, que ya andaba cansada de la movida de las tardes; otro joven que me sugería la idea de contratar a "monitores" para realizar actividades el fin de semana en el centro; una chica que sugería cerrar el centro abierto juvenil antes de las ocho de la tarde para poder conciliar con su vida familiar o un chico inexperto en una entrevista comentando que sólo estaba dispuesto a trabajar por las mañanas. Se trata de algunos ejemplos que es justo complementar con otros de grandísimo compromiso de muchos educadores y educadoras para con su proyecto y las personas con las que trabajan.

Prefiero pensar que nadie me va a leer en clave de inmovilismo en cuanto a las reclamaciones de nuestros derechos y situación laboral, que en muchísimos casos son absolutamente paupérrimas y injustas.

 

Sin embargo y volviendo a la foto sugiero que reflexionemos y nos preguntemos sobre el primer impulso educativo que nos nace al observar al pequeño descalzo esforzándose en la bicicleta de mierda: ¿tenderemos exclusivamente a ayudarlo a entrenar, hacer que crea en ampliar sus límites, en animarlo, aplaudirle y hacer que descubra el placer del éxito tras el esfuerzo, que aprenda a retarse y superarse o tenderemos  -además de todo lo anterior- también a sugerir a él mismo, a su familia, a sus contrincantes,  a los organizadores del campeonato, amigos y vecinos sobre la desigualdad de condiciones intentando crear dinámicas de entendimiento, denuncia, crecimiento, empatía y colaboración que lleven a medio plazo a que otros chicos del barrio puedan competir con una mínima equipación sin desventaja previa?

 


sábado, 25 de septiembre de 2021

Endimoniats joves barcelonins??

 


Avui toca endinsar-me en un dels petits plaers barcelonins als que sóc més fidel: estirar-me a la gespa del parc de la Ciutadella mentre faig un mos i em relaxo. Son les 3 de la tarda i estic pràcticament sol al parc enmig de les festes de la Mercè. Inaudit. Suposo que les restriccions de tot tipus fan que moltes famílies no tinguin esma d’estar investigant per la xarxa com reservar la seva entrada i prefereixin, potser avui com darrera oportunitat, un banyet a la platja. No ho sé. O potser molta gent veient les imatges dels botellots i la violència desfermada d’aquest vespre hagi optat per la prudència. A saber....

Aquest matí twitter i les ràdios anaven plenes dels incidents d’aquest vespre. L’associació joves-alcohol- drogues - violència planava per tots els comentaris a sumar als típics que ja directament culpaven a la DGAIA per acollir menors no acompanyats (inevitablement associats a delinqüència) o a les visions estereotipades dels joves llatins i les seves dèries pel tràfic, les bandes i la violència brutal.

Sigui com sigui molts milers de joves han envaït aquest vespre els carrers de Barcelona per a poder socialitzar i passar-ho bé... en fi, fer coses de joves. Al final les imatges demostren que uns centenars han acabat fent destrosses brutals, cremant turismes, atacant a la guàrdia urbana abans que aquesta no fes cap actuació, assaltant botigues i robant tot el possible i barallant-se entre ells amb molta violència (recordem que hi ha tres ferits greus, una cinquantena de ferits lleus i una desena d’apunyalaments!!).

 

Els adults ens posem les mans al cap i fem el de sempre: criticar als joves, posar-los etiquetes, demanar prohibicions, generalitzar-los i posar-los tot al mateix sac. I això ho fan sense despentinar-se molts “puretes” de la meva edat (vorejant el mig segle) oblidant-se totalment que les nostres adolescències barcelonines van estar plegades de batusses i violència a tots nivells. Un servidor, que es considera pacífic de tota la vida, va observar o es va veure involucrat en incidents, persecucions, pallisses etc entre rockers i punks, “quinquis” i nens bé de Gràcia, brigades perseguint-nos per parlar català, batusses descontrolades entre red skins i els infames pelats de Sant Gervasi, quedades amb baralles brutals pel Poble Nou, destrosses de bars per la zona alta, borratxeres criminals de grans grups, robatoris i assalts sense sentit, autèntiques zones de guerra els divendres i diumenges per la tarda. Podria seguir amb l’Anecdotari que molts barcelonins/es de la meva lleva segur que recorden. Per tant els incidents violents entre joves no son cap fenomen recent ni els joves d’avui dia estan més tarats que els dels 80. De ben segur que un sociòleg apuntarà molt millor que jo elements diferenciadors en el context històric d’una i altra època. A mi m’agradaria destacar uns quants elements objectius per a entendre millor als ciutadans d’entre 16 i 25 anys de la nostra ciutat.

Per començar estan vivint en una època absolutament estranya enmig d’una pandèmia que els ha fet abandonar la vida social que els adolescents i joves necessiten per simple desenvolupament humà endinsant-los els darrers dos anys en una mena de reclusió severa que els està afectant a molts d'ells a nivell de salut mental. Pels adults el temps passa molt ràpid però pel jovent no i cal reconèixer que des de 2019 hi ha adolescents que viuen en una autèntica tortura no podent pràcticament sortir havent passat per llargues temporades en reclusió, sense esport, estudis presencials o ajuntar-se en colla, base de la socialització adolescent.

Situats en aquest context cal remarcar l'actualitat social del moment en que tots sabem que la comunicació via xarxes socials, fenòmens dels "populars", la qüestió "influencer", el poder de la imatge i la immediatesa són el pa de cada dia de la població juvenil. Sovint els adults no entenem aquests canals, en rebutgem o ridiculitzem els continguts i no som prou conscients del poder real que tenen, un poder tant fort com la socialització presencial, fet que ens situa en un marc molt diferent que pot provocar desconnexió amb la realitat o fins i tot confusions entre el món real i el virtual. Es tracta d'una nova societat que ha crescut amb les eines virtuals a la mà. No les ha hagut d'aprendre com nosaltres sinó que són part intrínseca de la seva vida com per a mi ho podia ser la televisió, els llibres o una simple llibreta. El perill que jo hi veig en aquest fet no és tant l'apoderament en aquestes eines com la manipulació que el sistema en fa d'elles posant en pedestals qüestions com ser popular, el guany econòmic, la imatge buida i l'endinsament dels valors més bàsics sota capes d'aparença.

D'altra banda, al nostre país, tenim la taxa d'atur juvenil més brutal de tota Europa. I no sols això ja que a més tenim uns dels índex salarials més baixos acompanyats d'una crisi espectacular per accedir a la vivenda i preus abusius en els serveis més bàsics. Tot plegat dona la idea als joves que desenvolupar una vida autònoma, poder treballar en condicions dígnes o disposar d'una vivenda per a ells és pràcticament impossible abans de la trentena i molt complicat també en aquesta fet que deixa a una part de la població absolutament desil·lusionada i amb una incertesa brutal sobre el seu futur cada cop més fosc. La gent de la meva edat ens podrem queixar però és una realitat que malgrat tot fins al 2008 vam tenir sempre la creença i la realitat que aniríem progressant i així va ser efectivament fins aquell moment. I els avis d'aquest jovent encara tenien aquest argument de desenvolupar-se molt més creïble malgrat el moment polític. Així doncs, qualsevol que parli amb un jove de 20 anys s'adonarà que te coll avall el fet de no poder "escapar" de casa dels pares per a fer la seva vida fins molt més endavant. Si a això li afegim la cura extrema en que molt sovint els hem educat els adults contemplem a un bon gruix de la població amb pocs ànims per a arriscar-se a fer la seva vida i bastant convençuts que no marxaran de casa fins com a mínim els trenta anys. Davant d'aquesta impossibilitat on queda la lògica rebel·lia i les ganes d'arriscar? Doncs potser posen el focus en altres aspectes…

 

Més elements els trobem també en les dificultats econòmiques de moltes famílies, en la pressió de la imatge i l'exigència cap als pares d'aspectes materials, en un altíssim índex de fracàs escolar en un sistema arcaic dissenyat des de les lògiques del mercat de treball (i a més totalment desfasat)  i no des de la pura educació i desenvolupament. Ens trobem també amb tots aquells joves nouvinguts i/o fills de famílies nouvingudes que han trobat els seus espais de socialització en la seva comunitat principalment i que malgrat un funcionament normalitzat en la seva immensa majoria es veuen a sí mateixos en conjunt com a ciutadans "a integrar", "diferents"  o en etern procés de formar part d'aquesta societat. Molts d'aquests joves s'agrupen per nacionalitats per tal de trobar referències culturals i arrelament que no han pogut trobar a Catalunya en una visió intercultural i d'aquests, uns quants "vesteixen" la seva impotència en conductes asocials i delictives formant part del que els adults anomenen "bandes", etc. Molts dels joves que ahir destrossaven botigues crec que es sentien al marge del sistema: ja fos per desarrelament cultural combinat amb condicions familiars precàries, per sentir-se sense cap mena de futur, per restar al marge o pel que sigui el que hem de veure els adults és que aquestes conductes formen part de la pura ràbia juvenil contra el món que els ha tocat viure. Sí, també hi ha delinqüents comuns fent de les seves, és clar, però la remor d'aquesta impotència continguda, d'aquest "no future" postmodern, d'aquesta visió del planeta com un lloc que s'esgota, del racísme quotidià, del fracàs per a fer-se grans i ser autònoms tal i com els mitjans els venen, de la sensació de sobreviure més que de construir-se una vida i molt més crec que fa que aquests esclats ja no siguin una sorpresa.

 

No justifico la violència ni faig una mirada paternalista. Però sí que cal fer una mirada global a la nostra societat i poder reconèixer que els estem deixant un món de merda als nostres fills i que en certa mesura en som responsables els adults.

 



martes, 13 de julio de 2021

Seguretat Nacional

 

Doncs ja tenim aquí una tongada més d’autoritarisme per part del “gobierno español”. La deriva distòpica del estat no te límits. Si ens fixem van alternant una suposada llei “progre” amb d’altres que en el futur podran desplegar-se amb total impunitat i amb la pressió autoritària que el govern de torn desitgi. Tenim ja lleis per a “vigilar” la llibertat d'expressió (ja segada) a les xarxes i publicacions, per a poder perseguir disconformes, per a negar -segons convingui- el dret a la protesta, per a considerar terrorisme qualsevol activitat contrària al règim a l’ombra, per a vigilar-nos a tots amb mètodes secrets, per a investigar ciutadans “que possiblement delinquiran” amb lleis “pre-crim” i d’altres. Ara arriba una nova clau de volta amb aquesta proposta de llei de seguretat nacional. Ben mirat, una proposta que no feia falta donat que ja existeix legislació per actuar davant emergències o estats d’alarma. Però no, el govern progressista vol una mica més. Pretenen poder expropiar, en cas de necessitat (aquesta, naturalment podrà ser aleatòria i en funció d’esdeveniments futurs que encara no coneixem) bens privats de ciutadans i empreses ja siguin materials o fins i tot comptes bancaris; pretenen també mobilitzar persones majors d’edat de manera obligatòria sense que quedi massa clar si això te un perfil clarament militar o civil i facilitar en tots els supòsits actuacions militars o de tancament d’espais així com de retallada absoluta de drets.

Alguns de vosaltres direu que hi ha països europeus amb lleis similars i tot que que no es ben bé així caldrà recordar-vos que aquests disposen d’una incomparable història democràtica, que estan lliures de les lleis prèvies de retallades de drets que Espanya ha anat construint i que no disposen de conflictes oberts com el de Catalunya ni de forces feixistes a l’ombra que controlen tots els aparells de l’estat. I així arribem a un 2021 veritablement perillós, lluny, molt lluny del que la gent de la meva lleva  (nascuts als inicis dels setanta) podíem arribar a imaginar quan érem jovenets i somniàvem amb un món millor. Tant lluny que sembla que haguem involucionat de manera radical. Però de fet no és així. No es tracta d’una reculada sino d’una evidència cruel del que és el “estado español”, una maquinària engreixada des de fa més d’un segle amb els poders molt ben definits, ja fos amb noms i cognoms clars en èpoques de dictadura com amb els seus descendents i amics a l’ombra en èpoques de suposada democràcia. Una evidència cruel al observar quaranta anys després com el que sempre ens van vendre com un “model mundial” de transició d’Estat totalitari a estat democràtic no va ser més que una enganyifa molt ben estructurada i totalment guiada pels poders de sempre; poders que a dia d’avui comproven com el fet d’amagar-se menys també els dona un bon rèdit polític, fruit d’un sistema educatiu retrògrad i ineficient i del control absolut dels mitjans de comunicació. Uns poders que clarament son els amos de les estructures econòmiques i d’Estat i que supervisen quan no ordenen directament als governs de torn ja siguin més o menys afins de cara a la galeria. De fet, els convé força que la societat mostri divisions i enfrontaments entorn de visions més progressistes o més reaccionàries. Mentre aquest debat és viu al carrer ells van mostrant mes i mes el seu poder a la vegada que van identificant i prenent nota dels ciutadans i organitzacions “molestes” i van legislant amb calma però incansablement cap a un escenari totalitari disfressat de “estado de derecho” que potser en el futur ens caurà a tothom al damunt com una llosa que ja no ens permetrà aixecar-nos.

 

Un estat amb un atur juvenil absolutament desbocat que durà a milions de joves a no poder disposar d'una vida pròpia i plena, amb centenars de milers de famílies desnonades, amb despeses ciutadanes estrafolàries fruit de màfies empresarials en electricitat, gas o internet, amb un sistema general on l'ombra de la corrupció s'allarga infinitament començant pel cap d'estat i fins a la política municipal, amb un teixit productiu ridícul, amb una economia que serà rescatada més d'hora que tard amb condicions de retallades descomunals, amb uns serveis públics que any rere any es van deixant caure i van perdent qualitat progressivament i una nul.la perspectiva de millora no dona cap garantia ni expectativa als seus ciutadans, tret dels que han aconseguit enganyar amb els crits de sirena del nacionalisme caspós, la "rojigualda" per arreu i els populismes diversos que fan crides a la recuperació econòmica sense basar-se en cap fet econòmic real. Si a tot això afegim conflictes d'identitat nacional i d'encaix de nacionalitats com el cas català i en menor mesura el basc i d'altres latents a la societat com la qüestió masclista o el racisme derivat d'una base cultural sota mínims i d'una pèssima gestió de la immigració tenim l'escenari perfecte per a que la polarització social cada cop més desbocada sigui l'escenari i excusa perfecte per a poder aplicar totes aquestes lleis de caràcter totalitari que poc a poc es van legislant. I s'aplicaran. No tinguem dubtes. Per això es proposen i es tiren endavant. És clar. I quan la pressió sigui insuportable i un gruix important de la població surti al carrer a negar-se a viure en un estat totalitari tinguem clar també que es disposaran de les eines necessàries per a reprimir la protesta de manera salvatge, injusta però totalment legal. Pensem que amb l'aprovació d'aquesta llei, per a posar un exemple, si l'escenari català esdevingués en els propers anys ingovernable per a Espanya, l'estat tindria l'opció de mobilitzar militarment i forçosa a tots els ciutadans i fer que la gent s'enfrontés al carrer o be detenir a tots aquells que ens neguéssim a obeir o d'altres eines com l'embargament de comptes o l'extinció de drets i llibertats. Crec que no en som prou conscients. Potser la gent de la meva lleva recorda la por que teníem els que ens negàvem a anar al servei militar en èpoques pretèrites. Un servidor no va patir gaire els anys posteriors al no presentar-se a la base militar de Saragossa on estava citat donat que l'ombra de l'amnistia i de la fi del servei militar obligatori ja planava com a opció de futur però molts dels anteriors companys van patir empresonaments i alguns tortures i vexacions. Ens apropem a un escenari de mitjans del segle XX però amb el perfeccionament i un control totalitari 3.0 del que ningú no podrà escapar-se.

 

Com a ciutadà em preocupa molt i com a educador social em costa de trobar l'encaix a treballar pel sistema i no oblidar que el fet educatiu és també una eina política perquè tots sabem que l'educació mai no és imparcial. Mai. Ja sigui l'educació formal o la no formal, ja sigui en un entorn de carrer, familiar o residencial, els educadors i educadores en general (no sols els i les socials) som els referents de milions d'infants, adolescents i joves i el nostre discurs ni és ni ha de ser neutre, bàsicament per que ens devem a educar en el fet democràtic, dels drets humans, la justícia i l'ètica i quan tot això troba un topall en la societat o en els plantejaments de govern doncs ens veiem i veurem en la necessitat de denunciar-ho des dels nostres espais i influència. I no es tracta d'un debat sinó més aviat de la constatació d'una obligació.

Ni podem ni podrem mirar cap a una altra banda. Haurem de defensar la llibertat i els drets de les persones i fer-ho des del nostre discurs i fets per a esdevenir models per a les persones de les quals som referents. I no, no es tracta d'adoctrinar sinó simplement de defensar els plantejaments més bàsics de convivència i participació política. I sí, pot arribar el moment en que per llei estiguem obligats a callar (de fet ja és un clàssic recent acusar a mestres i professors d'adoctrinament) però vull recordar-vos que nosaltres treballem dins un sistema però per a les persones i arribat el moment haurem de triar entre l'obediència o la clandestinitat d'opinió. I sincerament crec que no estem tant lluny. Però quan els mitjans en bloc actuen amb un discurs únic cal recordar que els centenars de milers de mestres, professorat de secundària i universitats, educadors i educadores socials, integradors/es, monitors/es i d'altres som referents de molts infants, adolescents i joves i que tenim l'obligació d'educar en política, que cal defensar els drets bàsics i mostrar a les joves persones amb les que treballem que els estrets marges de llibertat que tenim han estat guanyats amb sang per els nostres pares, avis i besavis i que la legislació no sempre és justícia i que els dictats dels governs no sempre passen pel respecte als seus ciutadans i que per damunt de qualsevol poder sempre s'ha d'imposar l'imperi de l'ètica i que si aquesta no és respectada des de dalt caldrà -com tantes altres vegades al llarg de la història- que s'imposi des de la pressió de la base ciutadana. Allò del "pueblo unido" no és conya sinó una necessitat primordial per a defensar-nos.

 


lunes, 31 de mayo de 2021

PRECRIMEN Y EDUCACIÓN SOCIAL

 



Hace bastante tiempo que no escribo nada en el blog. Ando ensimismado en un par de proyectos que me roban el escaso tiempo del que dispongo para pensar y trenzar mis pensamientos en letras. Pero al leer hoy esta noticia no he podido evitar lanzarme a dar mi opinión, tal vez más como ciudadano que como miembro de la cofradía educativa, no sé. Se trata de la ley orgánica 7/2021 de protección de datos personales tratados para fines de prevención, detección, investigación y enjuiciamiento de infracciones penales y de ejecución de sanciones penales aprobada el 20 de mayo con 277 votos a favor (entre ellos PSOE, PP, Podemos y Cs), 5 en contra y 67 abstenciones (incluyendo los 52 de Vox y los de los “grandes demócratas catalanistas”).¿ Y qué propone esta ley? Pues bien, como su título indica, se refiere al tratamiento de datos personales que puedan ser útiles al sistema policial para la investigación y posterior enjuiciamiento. Básicamente regula la manera por la que la policía puede acceder a nuestros datos biométricos, étnicos, de filiación política, social, religiosa o datos genéticos para clasificar a los ciudadanos, investigarlos si procede, poder hacer uso de imágenes no consentidas (entre ellas las de drones o cámaras en cualquier entorno) y otros tantos. En la práctica se abre la puerta a que podamos ser investigados por los aparatos del estado sin mayores problemas ni limitaciones, al estilo chino. La tecnología al servicio del poder, como siempre, pero ahora dando un pasito más (de los muchos pasitos que vendrán...) y que nos sitúa a todos como sospechosos de intervenir, ser afines o apoyar actividades “delictivas” (entendiendo estas como las que el régimen indica como constituyentes de infracción o delito). Los más conservadores dirán aquello que decían algunos de nuestros abuelos: “el que se mete en problemas es porque quiere” y no estarán errados del todo puesto que, efectivamente, el ciudadano que nunca exprese una opinión crítica para con el régimen o el que nunca haya destacado en movilización, manifestación o actividad alguna o no pertenezca a alguno de los grupos étnicos, políticos o activistas seguramente estará más “liberado” de ser considerado delincuente que los que sí. Y algo tan importante para nuestros derechos y libertades ha sido ocultado de manera absoluta  por todos los medios de comunicación hasta la fecha sin dar una mínima información.

 

Que mi estado alarmado de hoy no encuentre paralelismos en millones de personas es algo que me sitúa en un espacio vacío, alternativo y algo penoso, lo reconozco. Imagino que el mísero estado de sentido crítico en que se encuentra la población de este estado español no es más que el resultado de décadas de una educación manipulada y de unos medios afines al poder, antaño situados en dos polos y actualmente aglutinados en las garras del sistema económico que mal llamamos Ibex y que ya hemos interiorizado como un sistema normalizado dónde vivir nuestras existencias bajo la tutela de los amos, una especie de "Mundo Feliz" incipiente amparado en valores que nos han disuelto en nuestro modo de vida asimilándolos a la  "normalidad" o bienestar, una suerte de recursos de control social en los que ya no somos víctimas sino cómplices indiferentes los unos o ingenuos los demás. Y en este momento histórico nos encontramos con un escalón más hacia el fin de nuestras libertades y lo que antiguamente reconocimos como privilegios de ciudadanía. Y aquí seguimos, aplaudiendo los más ingenuos, mirando fotos de Instagram los más heridos o tomándose una caña los madrileños. Todos y todas. Repito. Todos y todas somos y seremos susceptibles de ser futuros criminales ante las leyes que están ahora y especialmente ante las que están por venir…

 

Están por venir. ¿Qué está por venir? No hace falta ser una gran sociólogo para entender que los últimos veinte años en España han sido una suerte de normativas, leyes y demás coartadoras de la libre expresión, la intromisión en la intimidad o el ataque a derechos ciudadanos básicos como la libre asociación u otros. No hay que ser un genio para observar cómo el uso político de lo jurídico toma en España un cariz "turco o chino" fuera de toda lógica democrática. No hay que ser un gran ilustrado o ilustrada para ver que existen presos políticos, cantantes encarcelados por insultar a un rey impuesto por un genocida, titiriteros imputados por faltar al orden constitucional, informes policiales falseados, periodistas impunes mintiendo, corrupción sistémica en todos los aparatos del estado, expresidentes o exministros de izquierda manejando información privilegiada para el avance de negocios turbios, inversores psicópatas robando viviendas o directivos sin escrúpulos nacidos, muchos de ellos en la plebe, sintiéndose poderosos y olvidando de sus diccionarios morales el término ética o empatía. ¿Qué está por venir? Pues está muy claro… si los últimos años se ha ido allanando el terreno a la represión pues esta será la gran victoria con la que los ciudadanos de a pie deberemos lidiar las próximas décadas. Y lo triste es que la mayoría aplaudiremos con las orejas el hecho de ser sojuzgados, controlados, manipulados o castigados. Y lo haremos en nombre de la libertad, bajo una ilusión ingenua, postmoderna y apoyada intelectualmente desde un humanismo a priori libertario … veamos por ejemplo la nueva nomenclatura positiva y animosa del "emprendedor" español, mayoritariamente formada por ryders explotados, parados de larga duración con ideales o autónomos ilusionados tras un curso de coaching ejecutivo.

 

¿Y cómo educadores y educadoras? ¿Qué está por venir? Tal vez los más viejos tengan en cuenta aquello de nuestra posición ante el control social. Puede que sí. Pero los más jóvenes podrán encontrarse en sus puestos de trabajo con demandas de "reeducación" de sujetos peligrosos (llamados asociales o no integrados) con los que tendrán que lidiar (con la valiosa información facilitada desde nuevos medios) para hacer que formen parte de la "comunidad normalizada" o que se sitúen en la órbita de la ciudadanía "sana, regulada o cívica". Poco a poco se irán regulando y definiendo términos como el civismo, la honestidad y otros en función de las regulaciones jurídicas y en torno a ellas se construirán nuevos conceptos de exclusión social no tan sólo basados en ideas de clase social sino también de conciencia política (aunque no se use jamás ese término). Estamos ante una escalada destructiva y violenta. Este mismo artículo que escribo es susceptible de pasar a engrosar las listas de "personas peligrosas y futuriblemente delictivas". No es ciencia ficción sino pura realidad. Examinemos con detenimiento la legalidad "democrática" de los últimos veinte años y nos encontraremos con leyes mordaza, cambios apresurados de la constitución en favor de los bancos, policía política, terrorismo de estado impune, crímenes inventados desde los medios, cloacas del estado, leyes inconstitucionales favorecedoras de las eléctricas, jueces comprados, "topos" en partidos y sindicatos, blanqueamiento de la extrema derecha, aumentos sin parangón de los presupuestos policiales y militares, expolio cada vez menos disimulado al ciudadano, ayudas cada vez más potentes a los oligopolios, extorsión, populismo en un contexto de incultura democrática radical facilitada por décadas de mierda educativa y mediática, racismo estructural, destrucción del estado de bienestar, reducción radical del nivel de vida y agresión sistémica al ciudadano más frágil. Lo tenemos blanco y en botella. Como educadores y educadoras debemos saber que nuestra demanda institucional va a pasar por apoyar toda esta basura, envolverla en papel de regalo y "hacerla bonita". Nuestro papel (y nuestros salarios) estarán ligados a ser cómplices de un sistema al que a menudo criticamos. Nuestras familias y hipotecas necesitarán de nuestro trabajo para seguir vivas y nuestra ética tal vez necesite de algún psicoanalista que ayude a desenturbiar las tinieblas que nos harán andar a tientas mientras pisoteamos, tristes, los derechos que tanto decíamos amar. 

 





martes, 20 de abril de 2021

La escoria humana más viva que nunca

 



Esta tarde vi por Twitter este cartel del metro de Madrid. Retuiteé mostrando mi indignación y en poco tiempo decenas de "haters" salieron en defensa del argumento expuesto en el mural.

Todo en esa imagen es fruto de una mente repleta de odio o psicopatía. Yo creo que más bien lo primero ya que un psicópata no se entretiene en generar odio sino que va directamente a lo suyo pasando por encima de quien sea.

Una abuelita apenada junto a un joven tapado al que sólo se le ven los ojos intuyendo peligrosidad o criminalidad. Una comparación económica que no viene a cuento y que además es falsa. Simple. Pero efectivo. Exactamente la misma táctica de la Alemania nazi con los judíos: señalamiento público, culpabilización de todos los males que adolecen al "buen" ciudadano, márketing, discursos racistas con un supremacismo cada vez menos disimulado para llegar más tarde al encarnizamiento, a la agresividad de la masa, ceguera social y finalmente violencia descabellada. Eso propusieron los nazis en los años 30 y eso mismo proponen hoy los militantes de ese partido financiado desde los intereses ocultos que sostuvieron al franquismo y que hoy hacen una nueva cruzada viendo peligrar lo que tantos años han mantenido intacto. Y ya sabemos que la población española no es precisamente de las más formadas ni educadas críticamente de entre los países del hemisferio norte. Y ya sabemos que los índices de paro juvenil y adulto y el malvivir en que nos han metido nuestros gobernantes tutelados por los poderes ocultos lleva a un malestar supino. Y ya sabemos todo esto. Pero ellos también lo saben y son grandes conocedores de la reacción de la masa más maltratada y con menor conciencia social o cultural. Lo saben y atacan por ahí. Es uno de los principios básicos de la ultraderecha: provocar que los parias de la sociedad (que cada vez lo son más las clases medias) encuentren a los verdaderos culpables de su situación y los ataquen bajo la tutela de algún partido populista que justifique primero el malestar y en posteriores fases también la violencia.

 

Hoy esos repulsivos seres que publican los carteles atacan al colectivo de niños y adolescentes extranjeros sin referencia familiar en España. Los atacan a ellos porque han conseguido crear un estado de opinión repleto de falsedades con el objetivo de hacer ver al ciudadano desinformado que los ingresos que le faltan a él son traspasados a la ayuda de un colectivo criminal, ilegal y extranjero que no merece ningún soporte sino sólo la expulsión (no se atreven, de momento y no por ganas, a proponer otras medidas). Y miles de ciudadanos compran ese argumento de manera acrítica y descerebrada para poder tener una mínima catársis que les permita soportar sus existencias sin futuro.

 

El simple hecho de la denominación de un colectivo infantil como "menas", adjudicando en un solo vocablo una realidad compleja y multidimensional reducido a cuatro letras deshumanizadas, desnutridas de cualquier ética para con otro ser humano que además es menor, da a entender las maquiavélicas tácticas que esas personas -por denominar de alguna manera- emplean. No respetar a un niño me parece de salvajes y de seres despiadados. Me encantaría poder comentárselo al jefe/a de campaña de ese partido a la cara complementándolo -seguramente sin poder evitarlo- con alguna definición subjetiva de su persona.

 

Yo he trabajado durante muchos años con ese colectivo. Los primeros chavales en la calle que vi fue en la Barcelona del 2001. Trabajé con ellos hasta 2007 y más que siglas vi personas. Hoy día muchos de aquellos niños son padres de familia, trabajadores honestos y algunos muy formados y extremamente competentes, adultos comprometidos con su sociedad. Algunos otros tuvieron trayectorias complejas golpeados por la droga y la justicia y unos pocos murieron en soledad. Conozco a jefes de sala en restaurantes, responsables de mantenimiento en grandes organizaciones sociales, educadores, un ingeniero, un productor musical, cocineros, comerciales, un taxista, una maestra y hasta un pequeño empresario. Todos ellos eran lo que esa escoria humana denomina "Mena" como si de mierda se tratara. Todos ellos no aportarían a nuestra sociedad si se les hubiera expulsado. Todos ellos son hoy ciudadanos como tú y yo y nadie tiene derecho a sesgar vidas que empiezan, a no dar oportunidades a niños y niñas o a criminalizarlos. Entiendo bien que, pese a mis palabras de desprecio por la gentuza que abandera esas causas, el camino no es la confrontación sino la educación, información y objetividad. Lo entiendo y a veces me siento -como hoy- algo exhausto por tener que escribir todo esto, para mí un ABC de humanidad pero para capas importantes de la población algo desconocido.

 

No sé para dónde se dirige nuestra sociedad pero me da mucho miedo. Estamos controlados y sojuzgados por gente sin escrúpulos que forma a millones de ciudadanos acríticos desde los medios de comunicación y desde su influencia en la educación. A mi parecer corremos un grave peligro. Nuestra respuesta ante la brutalidad y la injusticia cada vez es más tibia y ello lleva a normalizar una realidad que en breve nos va a llevar a ser esclavos de un sistema "feliz" que ya algunos grandes como Orwell, Huxley o Bradbury predijeron. Estamos a las puertas sino es que ya hemos atravesado el umbral.

 


lunes, 23 de noviembre de 2020

No eduquemos en la fe inquebrantable en el poder. Por favor.

 

Este 2020 ha conseguido que muchos ciudadanos de este estado (y seguramente de otros muchos) empecemos a normalizar situaciones hasta hace bien poco surrealistas tales como el famoso "toque de queda", la distancia social, el estar en silencio en los transportes públicos, no poder comer por la calle, la omnipresente mascarilla, los grupos de no más de seis personas, parques infantiles y actividades extraescolares cerradas, los policías de balcón, calles desiertas, pequeños negocios en quiebra, ertes, ertos, familias antaño donantes de alimentos ahora recibiéndolos, discusiones callejeras acerca del no respeto de la distancia, no abrazarnos ni besarnos, amantes separados, ligones y ligonas habituales subiéndose por las paredes, sanitarios desquiciados, mensajes de "juntos podemos", aumentos de sueldo salvajes a las fuerzas del orden, omnipresencia mediática de llamadas a la responsabilidad/obediencia ciega colectiva y un largo etcétera de situaciones cotidianas de nerviosismo, intranquilidad y desconcierto. Sólo hace falta salir a hacer la compra una tarde y observar al personal, el cuidado con el respeto de la distancia, las miradas de rabia hacia el que lleva la mascarilla mal puesta, los vecinos que se hablan a dos metros, las abuelas que se encuentran a los nietos y no les pueden tirar de los mofletes con gran alivio para los pequeños. Sólo hace falta observar un poco el movimiento en las escuelas, con niños separados por grupos burbuja que no pueden jugar ni hablar con sus amigos del "otro grupo", que se mueven de manera autómata por los pasillos de la escuela y caminan siguiendo las instrucciones enganchadas con señales de colores en el suelo, que hacen deporte escolar con la mascarilla puesta y empiezan a ver tan normal los controles policiales, las multas, el que sus padres y madres separados lleven "salvoconductos" para poder llevarlos de una a otra casa o que no puedan disfrutar de las reuniones familiares con sus primos y primas. 

 

Este 2020 ha conseguido todo esto y mucho más en nuestras vidas cotidianas. Sin ser un conspiranoico negacionista ni nada similar sólo diré que esta distopia en la que vivimos sería el máximo orgasmo de los poderes que pretenden una sociedad "feliz" mansa, obediente y productiva dónde los propios ciudadanos ejercen la violencia estructural en formato de broncas, acusaciones y demás hacia sus semejantes en bravo apoyo a las fuerzas policiales que asumen nuestro cuidado colectivo y nos protegen de los incívicos, "negacionistas", irresponsables horribles a los que hay que multar o enjuiciar severamente… más allá de que se trate de adolescentes o jóvenes que necesitan vivir su espacio de grupo por pura evolución psicológica o se trate de personas con enfermedades mentales o de simples adultos que no acaban de encajar todo lo que está ocurriendo.

 

Nos venden que debemos ser responsables. Este valor lo igualan al de la obediencia ciega de tal modo que no existe la posibilidad de discusión. Discutir sobre las medidas nos coloca en el saco del negacionísmo y este nos equipara mediáticamente a la locura de la extrema derecha o a otros friquismos desaforados. No hay vuelta de hoja.

 

Este fin de semana disfruté con mi pareja de un paseo por toda la sierra de Collserola desde Torre Baró hasta el parque del Tibidabo. Disfrutamos de un sábado agradable junto a cientos de barceloneses/as ávidos de montaña, paseos y aire libre. Descubrimos lugares nuevos y sentimos gran felicidad por pequeñas cosas… es simple, pero tal vez de esto va la vida.

Una vez llegados a media tarde a la parte más alta del Tibidabo convergimos con varios grupos de personas (excursionistas, ciclistas y otros) y nos sentamos en pequeños grupos separados a varios metros por la zona para poder comer unos merecidos bocadillos (de atún y sardinas para más señas). Era un momento plácido. El sol de la media tarde bañaba las frentes de las decenas de excursionistas y curiosos que andábamos por ahí sentados en el suelo comiendo, charlando y disfrutando las vistas del sur de nuestra sierra condal. Junto a mi pareja revisábamos las fotos de lugares descubiertos por la mañana, nos reíamos y mirábamos al resto del personal que andaba por allí con las precauciones que la pandemia nos exige. Unos bancos apostados al sur estaban precintados por el ayuntamiento para que la gente no se pudiera sentar. Bancos dónde deben caber no más de cuatro personas. Bancos separados unos cinco metros el uno del otro. Precintados. Bancos dónde daba el sol de media tarde directamente. El precinto era muy leve, casi anecdótico. Mi pareja me dijo si me quería sentar en ellos y yo, más por pereza de levantar el culo de dónde estaba que por otra cosa, le comenté que ya estaba bien en el suelo. Tres jóvenes excursionistas llegaron entonces y los ocuparon para tomarse un café para llevar que habían comprado en la única tienda abierta y dar cuenta de la merienda que llevaban en sus mochilas. Las escasas veinte personas que disfrutábamos ese momento teníamos un momento de paz y tranquilidad que se truncó con un coche de la guardia urbana barcelonesa que frenó atropelladamente enfrente del banco con los tres jóvenes. Un agente bajito y regordete salió del auto rápidamente cómo si persiguiera a un atracador y con la voz más alta que pudo dijo "qué bien! El ayuntamiento de Barcelona os ha reservado un espacio especial para que os sentéis tranquilamente aquí! qué suerte tenéis chicos!" Y con esa palabrería de proyecto esmirriado de macarrilla que sabe que tiene las de ganar el agente siguió con su discurso culpabilizador de mierda pidiendo la documentación y avisando que iban a caer multas por saltarse el precinto ridículo, tener la mascarilla bajada, etc. El remanso de paz se convirtió rápidamente en un barullo de personas que huían del lugar disimuladamente con el fondo de una acalorada discusión en que uno de los tres chicos argumentaba al agente que se estaba tomando un café y supongo que también recriminaba la chulería del funcionario y las poco ortodoxas formas. Tras los multazos y media hora de documentación y otros trámites los chicos se largaron del lugar indignados y quejándose en voz alta, motivo por el que el mismo Clint Eastwood regordete se dirigió a paso rápido tras ellos cuando ya estaban a unos cien metros supongo que sintiéndose herido en su orgullo de guardián de la ley. Su compañero agarró el coche y rápidamente avanzó para intentar cortarles el paso. Menos mal que el chaval más indignado empezó a bajar la cuesta con celeridad y sólo su amiga -algo más conciliadora- evitó lo que a todas luces iba a terminar en una detención por desacato o qué se yo… horas más tarde, ya entrada la noche, otro agente del mismo cuerpo le asestó un par de tiros en el abdomen a un sintecho que -según él- le iba a atacar con una arma blanca. No atinó a usar otro método o incluso, encontrándose en peligro de muerte, de pegarle un tiro en la pierna. No. Fue más eficaz dispararle en el abdomen. Sin ser ningún perito forense ni criminólogo intuyo al ver los videos del momento que circulan por la red que en ningún momento se percibe esa situación límite de ataque que justifique esa violencia. Yo más bien observo a un transeúnte que parece simplemente andar y que a mi juicio diría que se aparta del lugar con calma tensa. Pero… ¿qué sabré yo? En nuestra sociedad y en la nueva panacea de control social en la que andamos metidos nunca el ciudadano tendrá la razón y la sombra de la sospecha recae en cualquier persona que ponga en duda la voz  de los amos reverberada por las placas de los agentes que "cuidan" de nosotros y se esmeran en recrear la convivencia, la seguridad y la paz que han sido redactadas en lejanos decretos para nosotros.

 

Si alguien lee estas líneas y percibe que critico a los cuerpos de seguridad pues debería saber que no es así y que en la inmensa mayoría de casos aplaudo su labor (menos cuando se trata de GC y PN desplegados en mi tierra, de mossos antidisturbios excitados o de municipales con los papeles extraviados) y entiendo que se enfrentan a situaciones muy complejas que les ponen a prueba como seres humanos. Tal vez por ello en general cobren mucho más que un maestro, una doctora, un bombero o una educadora social …digo yo. Nótese cierta ironía. Gracias.

 

Estos últimos años nos hemos ido acostumbrando progresivamente a la audaz judicialización de la protesta ciudadana; a términos manipulados como los "delitos de odio", a demandas judiciales contra la libertad de expresión, a la persecución de expresiones artísticas y a un discurso impulsado desde los medios cercano a lo que un psicoanalista tildaría metafóricamente como castración social o control del impulso. Y además, todo ello, mezclado con un creciente fervor colectivo hacia las medidas de "responsabilidad" a menudo confundidas con civismo y bondad. Yo no soy nada más que un barcelonés de mediana edad, papá, trabajador de la educación social, hipotecado y excursionista dominguero, pero creo que todo lo que estamos viviendo va a tener unas gravísimas consecuencias en nuestras vidas y en las de los niños, niñas y jóvenes que acompañamos que observan a su alrededor y se empapan de un sentir ciudadano, de un discurso colectivo y de una probable fe inquebrantable en que el poder quiere lo mejor para nosotros y, seamos serios, con pandemia o sin pandemia, esto jamás en la historia no ha sido, ni fue, ni será así.

 


lunes, 2 de noviembre de 2020

"David, soy feliz"

 


Cumplimos ya el noveno mes de suplicio colectivo envueltos en esta pandemia de mierda que ha sumido a gran parte de los países ricos en una situación de incertidumbre y semi caos como no habíamos visto aún en el siglo XXI. Y insisto en los países ricos ya que los pobres ya están -por desgracia- mucho más habituados que nosotros a lidiar con la inseguridad, el miedo y la inestabilidad permanente.

Empezamos un mes de noviembre repleto de desmanes de todo tipo. No sabemos aún el alcance de lo que nos espera por vivir ya sea en lo relativo a la salud, como a la economía doméstica o la vida social con la espada del confinamiento pendiendo encima de nuestras cabezas. Esa incertidumbre junto a la certeza de muchos hogares que ya han empezado a tocar fondo tras meses de ertos sin cobrar, pequeñas empresas que se fueron a pique, desahucios que siguen produciéndose a toda marcha o similares viene acompañada de un escenario político, mediático y social como para ponerse realmente a llorar.
 
Me entristece profundamente ver las noticias de este fin de semana y encontrarme con los disturbios y los saqueos en varias localidades españolas. Para algunos medios y tuiteros se trata de lo que ellos denominan "menas" o "ultraizquierda". Otros medios y particulares demuestran sobradamente que quienes azuzaron la mayoría de esas protestas (y luego intentaron borrar sus huellas en la red) fueron VOX y organizaciones afines. Saqueos en tiendas, escenas de violencia urbana, gritos de "defendamos nuestra tierra", antorchas, pedradas, pintadas antisemitas en las calles de Barcelona, negacionistas, defensores de sus derechos, capuchas, videos dónde se ven a policías encapuchados gritando aquello de "somos compañeros", informaciones adulteradas y manipuladas corriendo de tuit en tuit, ornamentación fascista en algunos jóvenes,  confusión.
 
Y aquí estamos. 2 de noviembre de este maldito año. Esta noche me niego a encender el televisor y ver las noticias. Leo Twitter y me deprimo de nuevo al comprobar cómo la población se tira los trastos a la cabeza sin parar. Fachillas azuzando a salir a las calles en pos de la libertad. La libertad y los derechos reclamados desde la extrema derecha! Ciudadanos que se enzarzan con otros acusándolos de insolidarios por salir a tomar el sol por Collserola el domingo. Policías de balcón (nuevo término perfectamente huxleriano) denunciando los desmanes horribles de sus vecinos por quitarse la mascarilla mientras hacen running. Periodistas irresponsables defendiendo a sus amos políticos y económicos sin importar ni la verdad ni la ética. Políticos enganchados en una espiral de descalificaciones en pos de rédito electoral. Bancos y multinacionales sacando jugosos premios económicos regalados por el gobierno de turno. Trabajadores perdiendo su trabajo. Pequeños empresarios arruinándose sin recibir ayudas. Jueces ordenando desahucios sin parar. Policías que ven aumentado su sueldo un 20% precisamente ahora (curioso, no?). Estados de alarma planteados por muchos meses que garantizan cualquier acción del gobierno… y cuando digo cualquier, digo cualquier. Medios que nos inoculan el miedo en vena. Roces sociales que vamos perdiendo. Familias que  no se ven. Abuelos solos. Normalización del control policial extremo. Adolescentes enjaulados. Niños sin deporte. Metros repletos en hora punta. Toques de queda que nos hubieran hecho rebelar en el pasado. Millones invertidos ahora mismo en tanques y aviones militares cuando los sanitarios agonizan. Hospitales millonarios vacíos por falta de personal. Propuestas de control familiar como el "responsable covid" dentro de las familias por navidad! Discursos racistas culpabilizadores de la enfermedad. Aplausos rechazados por los médicos. Centenares de amebas plantando miles de banderas cada fin de semana. Noticias fake. Estadísticas falseadas. Científicos vetados en gobiernos o televisiones por tener visiones contrarias al poder. Jueces y fiscales enloquecidos acusando a los rusos de ayudar militarmente a los catalanes o ayudando descarada e impunemente a los grandes partidos en cuestiones de corrupción. Noticias escondidas. Televisiones con tertulianos "cuñaos" con poco más que decir que lo que les ordenan sus amos. Futbolistas tristes por jugar sin público. Eméritos fugándose impunemente con vacaciones infinitas y gastos faraónicos pagados por nosotros. Familias reales odiadas por el mismo pueblo que les va a pagar un 6% más este año  para que sigan en ese lugar clave ayudando a los herederos del golpe del 36. Fascistas. Extremistas. Defensores españoles de Trump. Parejas que viven separadas y no pueden verse. Municipales con licencia para matar. Repulsión al ver una nariz fuera de la mascarilla. El bareto trasladado al banco de la plaza.
 
Y con todo ello y muchísimo más realmente me siento en una distopia inesperada, en un cruce de caminos conspiranoico a ratos, rebelde por momentos, indignado permanente y expectante todo el tiempo. Y así vivimos hoy. Y así nos ven nuestros hijos, los niños y adolescentes con los que trabajamos desde la escuela o desde otros ámbitos. Y ellos perciben toda esa paranoia y no tengo ni la más remota idea de cómo la están digiriendo. Y no consigo vislumbrar con qué se van a quedar sus jóvenes mentes percibiendo como los adultos nos atacamos, renegamos, somos incoherentes, nos confundimos, formamos bandos de manera aleatoria pero luego volvemos a nuestras convicciones, sentimos miedo a la vez que rabia, creemos y no creemos, nos enfadamos, criticamos al vecino y luego hacemos lo mismo que él, acusamos, cambiamos hábitos, escuchamos las noticias sin creerlas, maldecimos y acatamos.
 
Hace unos días, en el metro, una chica de mediana edad muy bien vestida se volvió loca gritando y llamando a la policía acusando a un músico de llevar la mascarilla por debajo de la nariz. La mujer vociferaba y se movía enérgicamente acusando con un dedo al infeliz músico que, acordeón en mano, se la miraba sin rechistar. Diversos niños pasaban por allí y miraban la escena con curiosidad. Me pregunté lo que deberían estar pensando de la situación y por unos instantes sentí vergüenza ajena por proporcionar a la infancia escenitas así. Tal vez esa mujer había perdido a su madre por Covid o puede que hubiera perdido el trabajo por un quiebre de su empresa o que simplemente fuera una histérica o una racista puesto que el músico parecía de la Europa del este. Fuera como fuere me sentí apesadumbrado por normalizar yo mismo escenas de ese tipo.
 
En mi CRAE un joven confinado estudiante de ESO se nos rebeló hace unas semanas puesto que sus amigos (de la misma clase confinada) lo estaban esperando en la puerta del centro para salir y nosotros no lo dejábamos.
Esta mañana un niño de once años poco amigo del trabajo doméstico ha sido confinado en una habitación por un contacto con positivo y tras verse encerrado allí él solo con un sofá perfecto, la nintendo, una tablet y una televisión con Netflix me ha mirado con ojos de pillín y me ha dicho "David, soy feliz". Aún me sigo riendo… pero, de veras, no tiene tanta gracia.