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lunes, 1 de enero de 2018

Biografía de Matías


Un sábado lluvioso Matias se sentó frente al computador dispuesto a escribir un libro. No cualquier libro. Se disponía a relatar la historia de su vida desvelando sus mayores secretos, miedos y anhelos con energía y entrega, ilusionado por saberse un experto en el tema, expectante por saber si sería capaz de atrapar con letras la velocidad de su pensamiento.
Su proyecto andaba envuelto en un secretismo absoluto. Ni su mamá ni ninguno de sus amigos eran conocedores de lo que se llevaba entre manos. Alguno de sus supuestos amigos de haberlo sabido le habrían invitado sutilmente o no a abandonar la idea.

Ese sábado por la mañana había jugado con su equipo de baloncesto el partido semanal en el patio de la escuela. Para variar consiguieron la victoria aunque por una escasa diferencia de cinco puntos. Matías, alero bajito para su edad había conseguido anotar una canasta con algo de suerte. No estaba acostumbrado a anotar así como tampoco a jugar más de dos minutos seguidos. Conocedor de su pobre aportación al conjunto se animaba secretamente en sus largos períodos de banquillo soñando con su ídolo del Barça emulando mentalmente sus movimientos en el palau.
Matías reconocía para sus adentros su escasa dotación para el baloncesto, aunque pensándolo bien tampoco para el fútbol, ni para el balonmano, ni la gimnasia, natación, atletismo o tenis. El hecho de ser un poco regordete no ayudaba a que se desenvolviera armoniosamente en el terreno deportivo. Aun poniéndole empeño Matías se sabía patoso para los deportes y eso le dolía en extremo puesto que su objetivo desde bien chico pasaba por triunfar en alguna modalidad deportiva, igual que su papá, antiguo campeón de balonmano.

Pensativo frente a la pantalla en blanco el niño atinó a empezar por el título. Algo lógico: " Mi vida hasta hoy; por Matías Pascal". Subrayado y en negrita. Con letra grande.
Mientras lo escribía se preguntaba por el número de páginas que debería rellenar para poder contar con detalle sus casi doce años de vida. ¿Tal vez una por año?, ¿una por mes? ¿O tal vez era mejor no marcarse ninguna meta longitudinal?
Atacado por las dudas fue llevando su mente poco a poco hacia el contenido de su existencia. Por momentos encontraba que realmente no había mucho que contar: nacer en el seno de una familia normal, asistir a un colegio público del barrio, sus vacaciones en su Argentina natal, sus mediocres resultados académicos, sus aburridas actividades extraescolares, sus pasiones incomprendidas, su silencio interior, su soledad entre la multitud, su pregunta habitual (¿qué hacemos aquí?), sus escasos amigos, sus dificultades para ser feliz o su tristeza absoluta en la escuela. No. Realmente no había demasiado para contar. O tal vez sí, había mucho, pero Matías no sabía cómo expresarlo. Quizás por ello decidió darse un descanso y tirarse en la cama para divagar un rato.

Con la vista puesta en un punto fijo -casualmente el trenecito que su querida abuela de Rosario le había regalado el verano anterior- dejó volar a propósito su imaginación para intentar inspirarse. Luces de colores, imágenes fijas, en movimiento, voces, música, estrépito y silencio. En su particular cine interior rememoró escenas de su vida actual y de su temprana infancia, reconfortándose en algunas y queriéndose morir en otras, revolcándose en pura felicidad al evocar a su mamá llevándolo en brazos con cuatro años, emocionado en el avión que levantaba el vuelo desde Barcelona para cruzar el océano rumbo al descubrimiento de su familia, anonadado ante el lloro de su padre al perder el trabajo, inquisitivo en su conversación con mama para resolver el enigma de Papa Noël, furioso ante el suspenso injusto en matemáticas, triste ante la burla de Joan delante de toda la clase, bloqueado ante la risotada de todo el equipo de básquet tras su penosa intervención en el partido ante el líder, frustrado ante la humillación pública del profe de educación física, engañado por sus supuestos amigos en su propia fiesta de cumpleaños, enterrado tras la burla de toda la clase por su tartamudeo repentino en la clase de "coneixement del medi", sojuzgado ante la obligación de lamer el suelo ante todos para recuperar su mochila, insignificante al ver que su regalo del amigo invisible era un folio con un dibujo de un niño gordo y feo que gritaba "soy imbécil", aburrido en el patio de la escuela al no poder jugar con nadie, cabreado con la risa del entrenador ante la burla del pívot por su equipación, aterrado por la reacción de sus amigos tras haber insultado a uno de ellos para defenderse del ataque a su mamá, apenado al saberse solitario en su clase tras el experimento de sociograma de su tutora, infeliz al no ser escogido por nadie para compartir habitación en las colonias, ninguneado al no ser escuchada su voz para la elección de temas a trabajar en clase en el segundo trimestre, insonorizado en su lloro desconsolado a la salida del cole sin nadie que le escuchara, abducido al no entender nadie su redacción sobre "el mejor día de mi vida", punzado cuando su mejor amigo le dejó tirado en el encuentro prometido, desenamorado ante la risa de Isabel (su amada imposible) junto a los energúmenos de siempre, robado por los compañeros que pueden degustar tranquilos su bocata favorito de mamá, vilipendiado mientras contemplaba cómo su carpeta salía volando por la ventana, indefenso cuando toda la clase mentía sólo para joderlo, dolido por los brutales golpes "supuestamente en broma" de seis o siete de sus compañeros mientras "jugaban" con él, deformado con el puñetazo indemne que Jordi le propinó en la nariz para reírse de él, borrado al saberse invisible en el esplai, ignorado en su queja ante el tutor, minado ante su propuesta de lectura en la clase de català, destrozado tras las bofetadas bromistas de sus amigos del comedor, represaliado por su defensa de Irene ante los injustos ataques por su físico del resto de la clase, acusado injustamente de plagio por su triunfo en el concurso de cuentos de Sant Jordi, insultado por sus compañeros de manera gratuita, menospreciado por todos en la entrega de su trabajo de plástica, atemorizado en su dia a dia.

Matías cerró los ojos con fuerza. No quería ver más los instantes de su vida. Casi todo lo que ocurría era una pura mierda. ¿Debía reproducir en su libro todo aquello?; ¿quién lo leería?, ¿a quién le importaría?, ¿acaso no se merecía él mismo esa mierda de vida por ser un gran imbécil?

Se levantó rápidamente de la cama y se abalanzó en el teclado. Escribió y escribió. Borró y volvió a escribir. Y así sucesivamente, una vez tras otra, durante horas y horas. Tanto tiempo y energía funestamente invertidos que a la hora de cenar seguía con sólo el título bien escrito en su archivo de word.

Su mamá le llamó para cenar y Matías suspiró quejosamente advirtiendo de repente que había perdido la tarde entera sin escribir ni una frase.

Cenó apresuradamente, con simulada voracidad. Recobró fuerzas para revolverse ante su pc y reencontrarse para empezar su biografía:

"Hoy decidí empezar el libro de mi vida. No sé muy bien ni por dónde empezar ni qué explicar. Me gusta mucho escribir y siempre que me pongo las palabras fluyen y se enlazan con facilidad expresando todo aquello que me propongo. Sin embargo hoy no es así. Quiero relatar mi vida y no sé cómo hacerlo. He llegado a la conclusión que tal vez mi historia no merezca ser contada. De hecho no me gusta nada de lo que vivo cada día. Por eso hoy reniego de ella. Mi biografía hasta este sábado de enero se resume en una enorme mierda y por ello quiero que finalice hoy mismo para empezar a partir de mañana domingo una nueva, una que de aquí unos años sí merezca ser contada y me alegre y me haga feliz al recordarla. Será entonces cuando retome este libro. Será entonces cuando a estas líneas penosas las sucedan unas de alegres y enérgicas".


Acto seguido guardó su archivo decidido a matar su existencia actual para ser otro Matías al día siguiente y empezar a acumular vivencias y materiales útiles para el progreso de su obra futura. 

domingo, 22 de enero de 2017

Inconformista

Inconformista. Adjetivo a menudo expuesto en currículums o como definición personal con connotaciones positivas. Denota, para algunos, cierta tendencia a la mejora, a la superación, a la fijación por llegar a nuevas metas. Numerosas personas se definen así para demostrar su carácter ganador, valiente y decidido sin caer en la cuenta que dicho adjetivo se asemeja mucho a "insatisfecho".  
A menudo se educa a los hijos desde el convencimiento que el inconformismo ayuda a desarrollar las capacidades de autosuperación y tal vez sea así en algun grado aunque no hay que ser muy espavilado para comprobar (y si no prueben a observar el comportamiento de muchos padres que acuden a ver a sus hijos a actividades deportivas) que a menudo se funde con la competitividad. Así pues, muchos niños son educados en el convencimiento que el inconformismo equivale a la competitividad. Nada más fácil: ¿cómo comprueba uno su mejora personal ? Pues en la comparación con los iguales. En el equipararse con los demás. Y ahí llegamos a la base de nuestra sociedad: "yo soy lo que tengo"... y ¿cómo se lo que tengo?... pues cotejándome con mis allegados. Sólo si tengo más que tú voy a ser algo. Sólo si lo hago mejor o más rápido que tú voy a ser alguien. Sólo si soy mejor en algo me voy a sentir bien. Superior. 

Y ahí estamos. Sentirnos inconformistas significa sentirnos inferiores a otros a los que queremos alcanzar o superar.  Aunque no siempre es así. Hay un tipo de inconformismo que tiene que ver con la auténtica superación personal, con aquello de querer ser mejor cada día por el simple hecho de ser mejor persona, más hábil. Un tipo de inconformismo que no se centra en compararse con los demás exclusivamente sino en marcarse retos personales y obtener el placer de recorrer el camino para llegar hasta la meta, aunque todos sabemos que al llegar a la misma esta se desplaza inmediatamente unos metros más allá y no saboreamos el placer de la llegada tanto en la realidad como en el pensamiento previo y después en el recuerdo del éxito.

Con los niños pasa igual. Si los educamos en un inconformismo exacerbado corremos el riesgo que se sientan eternamente frustrados en una época en que la inmediatez recorre sus venas. Si en cambio les enseñamos a marcarse metas realistas y disfrutar del proceso de esfuerzo, tenacidad y aprendizaje ayudándoles a compararse con ellos mismos y no siempre con los demás les estaremos enseñando a mejorar como personas, a disfrutar del esfuerzo y a autorecompensarse sin tener que recurrir siempre a la influencia externa.


Deberemos ayudarles a descubrir su motivación intrínseca, fijar un objetivo claro, reconocible y alcanzable, promover las acciones necesarias, entrenamiento y pasos para la mejora, acompañarlos en el proceso y hacerlos conscientes de que el desánimo, los impedimentos y las frustraciones son estadios intermedios hacia el éxito así como fuente de aprendizaje y mejora. Deberemos también educarlos en la fortaleza y en el convencimiento de sus propias capacidades para que se den cuenta de que una vez logrado un objetivo se pueden marcar otro y luchar por él. A la vez , como adultos responsables, deberemos convertirnos en figuras de referencia dónde los niños puedan verse reflejados y imitar actitudes y sentimientos. ¿Cómo vamos a educarlos en la superación si nosotros no nos atrevemos a marcarnos nuevas metas y a compartirlas con ellos? .... Y para el que ahora mismo piensa que esas metas son muy complicadas le contestaré que la nueva meta personal que compartí con mi hijo fue la de elaborar una pizza casera más sabrosa que la anterior. ¿Y saben? Lo conseguí! Y lo celebramos juntos!    

sábado, 24 de septiembre de 2016

Nuestro peque de cinco años


Cuando te das cuenta que tu hijo de cinco años te hace preguntas incómodas, te saca a relucir incoherencias, no te hace caso repetidamente en algunos aspectos y admiras con cara de anonadado la hermosa carita de bebito que tenía hace sólo un par de años ya estás entrando, como yo, en la nueva fase de la paternidad/maternidad infantil. Enhorabuena! Abrazos y felicitaciones! Tenemos ahora algo así como unos seis años más antes del próximo (y espeluznante para algunos) gran cambio de ciclo como padres.

 

Pues sí. De repente nuestro pequeño de cinco años nos pone en tela de juicio algunos conceptos. O nos pregunta cosas como "papá, no estaría bien que las personas tuviéramos un cuerpo de recambio…por si a caso?" o "papá… he estado pensando… cómo sabemos que no vivimos en un video juego y que alguien desde fuera nos está manejando" (glups!! Y sin ver todavía "Matrix") o "qué te parece si este fin de semana viajamos al Brasil?"....

 

Dejando a un lado los estadios de Piaget o Vygotsky los papás de niños de cinco años entendemos claramente que nuestros hijos nos necesitan de manera distinta. Ya no les hace falta ese control espectacular en el parque ni el agobio de la cucharita en la  comida. Ahora muchas problemáticas son resueltas con el lenguaje: "puedes jugar tranquilo pero en un lugar dónde te pueda ver", "cómo?, que no vas a cenar las espinacas?... Muy bien, déjalas... Pero mañana por la mañana te espera el plato que dejes...".

 

Entramos pues, en esta bendita fase en que el lenguaje oral nos ayuda a dar instrucciones, a anticipar respuestas, a explicar reglas, a preguntar y escuchar atentamente, a bromear y a empezar con chistes, ironías (sólo para algunos avanzados), compromisos y promesas difícilmente realizables. Entramos también en un  momento superior del lenguaje no verbal donde comprobamos a diario las expresiones de nuestro peque a la vez que él entiende rápidamente nuestros gestos, momentos de alegría, agobio o cabreo supino sin mediar palabra.

 

Un nuevo mundo de posibilidades se nos presenta ahora. Descubrimientos espectaculares, exploraciones, experimentos, razonamientos abstractos advenedizos, emociones para gestionar, valores aplicados en conductas concretas y explicados por ellos mismos. Se trata de una fase increíblemente rica aunque lógicamente agotadora, extenuante por momentos. Aún así, nuestro mejor premio pasa por comprobar sus momentos de felicidad, su libertad de movimiento y ansias de autonomía, la libre expresión de emociones (con la que delicadamente debemos orientarles sin coartarles), sus aprendizajes cotidianos y su autocontrol en algunos límites (autodisciplina) que ya hemos conseguido instaurar con éxito en una primera fase básica.

 

Creo importante destacar  en este momento evolutivo estos dos conceptos: gestión emocional y autodisciplina. 

 

Ambos se entrelazan en todo momento y se retroalimentan. Sin duda las familias debemos esforzarnos en reforzarlos de cara a que nuestro pequeño aprenda a saber lo que le ocurre y como se siente en todo momento a la vez que dispone de la voluntad suficiente para llevar a cabo sus propósitos.

 

La gestión emocional empieza por el simple hecho de conocer las emociones que invaden en todo momento al pequeño. Se trata de algo en teoría fácil y asequible aunque debemos tener en cuenta que la mayoría de adultos no hemos estado familiarizados ni formados en nuestra educación en este sentido y a menudo somos analfabetos en este ámbito. Sin entrar a valorar con mayor profundidad simplemente destacaremos que con cinco años un niño o niña debe ser capaz de verbalizar su estado de ánimo teniendo el vocabulario suficiente (triste, feliz, animado, aburrido, emocionado, enfadado, alegre, sorprendido...) a la vez que sabe distinguir físicamente (dónde y cómo siente la rabia, por ejemplo) y mentalmente (qué pensamientos le invaden en cada uno de los diferentes estados). El hecho de ejercitar conversaciones en este sentido es el mejor entrenamiento para aumentar la capacidad de comprender las propias emociones, hecho básico para después intentar gestionarlas. Diálogos cotidianos con preguntas como "qué sientes ahora?", "en qué parte del cuerpo sientes calor ahora?", "te has mirado al espejo cuando estás enfadado?, qué ocurre?", son de gran utilidad; también es muy recomendable leer libros relativos a emociones (en el mercado hay muchos, un buen comienzo puede ser "el monstre de colors") así como aprovechar momentos cotidianos ante el televisor o por la calle para adivinar estados de ánimo de otras personas o símplemente compartir con nuestros hijos como nos sentimos nosotros mismos y qué nos ocurre.

 

Tarea también necesaria aunque ardua es la relacionada con la autodisciplina. Recomiendo en este sentido poder leer alguno de los libros de Jose Antonio Marina, pedagogo que hace especial énfasis en remarcar que el objetivo de la educación es hacernos libres pero en un marco de autocontrol, autodisciplina y fuerza de voluntad para elegir nuestros propios caminos con criterio. Así pues trabajar este ámbito con nuestros peques de cinco años tiene mucho que ver con los límites claros y previsibles, con las consecuencias por encima del castigo, por nuestra empatía con sus sentimientos, con los premios, con los retos que les planteamos, con la positividad y nuestra confianza en ellos.

Un elemento clave toma fuerza a los 5 años: "inténtalo de nuevo". Esa expresión resume la actitud con la que debemos ayudar a nuestro peque a enfrentar las dudas, los miedos y los fracasos. Nada hay más reforzante para un niño que conseguir finalmente montar ese puzle gigante que parecía imposible....

 

Sin duda un niño o adolescente con fuerte autodisciplina será capaz de retarse a sí mismo con gran confianza, de marcarse objetivos importantes y de sentir una plena autoconfianza.

 

Los actos cotidianos de nuestros hijos son los espacios privilegiados de los que disponemos para observarlos, interactuar con ellos, descubrir sus potencialidades, sus dificultades, anhelos y retos. La hora del baño, ayudando a poner la mesa, de camino a casa, viendo la televisión... Cualquier momento del día es excelente para recordarnos que somos padres y que nuestra mayor tarea es amar a nuestro hijo ... Qué mejor manera de amarlo que ayudarlo a que se comprenda a sí mismo así como que se sienta seguro de sí mismo y sepa enfrentar nuevos retos con confianza y fuerza de voluntad??

 

Pero, atención papás y mamás!! Sólo una última reflexión. Recordad que el mejor modelo educativo es el ejemplo... Vuestro hijo observa atentamente todo lo que hacéis y decís: cómo andamos nosotros de gestión emocional y de autodisciplina?? ... Tal vez mejor empecemos por ahí.