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sábado, 7 de octubre de 2017

Papá: por qué la policía nos pega?

Domingo ocho de octubre, pasados unos minutos de la medianoche. A estas horas hace una semana aguardaba con emoción una jornada que se presumía histórica. Por fin iba a poder votar y decidir la vinculación de mi nación con el estado español. Al igual que yo, millones de catalanes esperábamos emocionados ese momento.
La movilización ciudadana comenzó el viernes donde miles de catalanes ocupamos los colegios electorales para que la policía no los cerrara. Desde el mismo viernes nos organizamos en la escuela de mi hijo con un grupo de madres y padres (sí, diré que las chicas han movilizado mucho más que los hombres) preparando todo tipo de actividades lúdicas que sirvieran como excusa ante las insistentes visitas de los mossos d'esquadra. Papás y vecinos atrincherados en la escuela con el apoyo logístico de centenares de otros vecinos que se acercaban a repartir alimentos y otros enseres, con decenas de voluntarios preparando actividades, con la solidaridad y la colaboración de un barrio decidido a proteger la democracia. La noche del sábado fue especialmente tensa puesto que nadie sabía qué iba a ocurrir. ¿Cómo iban a llegar las urnas y papeletas?; ¿la policía española iba a presentarse y a desalojarnos a la fuerza?. Centenares de personas fueron apareciendo desde las cinco de la mañana a las puertas de todos los colegios de Catalunya dispuestos a hacer un tapón humano ante las puertas de las escuelas para que la policía no pudiera robarnos el derecho a votar. Recuerdo el cansancio acumulado, la tensión y también el miedo cuando junto a centenares de vecinos estábamos apostados ante las puertas del colegio mirando aturdidos en los móviles las primeras cargas brutales de la policía. Justo tres calles más arriba la policía nacional había atacado a la gente que protegía el lugar de votación junto al mercado del Guinardó. Reconocí en las imágenes a un vecino con la cabeza abierta tirado por el suelo.  Hicimos un escudo humano apartando a la gente mayor escuchando las sirenas de las lecheras. Estaban en la calle de arriba. Cada vez venían más vecinos corriendo para meterse en el escudo junto a nosotros. Seguíamos recibiendo imágenes preocupantes; esta vez en la escuela Ramon Llull, unas calles más abajo dónde ya había decenas de heridos. Aun así todo el mundo daba consignas pacíficas: levantar las manos, sentarnos en el suelo y agarrarnos unos a otros con fuerza. En mi vida había vivido momentos de tensión en la calle como estos. Estaba convencido que en pocos minutos vendrían a aporrearnos violentamente. Estaba convencido también que mi deber era quedarme allí, quieto y resistir ya no en nombre de la independencia sino en el de la libertad. Tras unos minutos de caos finalmente pasaron unas diez o doce furgonetas a toda leche por el Paseo Maragall sin hacer parada ante nosotros. Respiramos un poco y iniciamos las votaciones con muchos problemas debido a los ataques informáticos que España realizaba continuamente a la red de la Generalitat. Aun así, más tarde voté con orgullo. Y defendí mi escuela junto a ya miles de personas hasta las nueve de la noche, preparados todos ante la venida de las fuerzas de ocupación españolas enloquecidas  a la caza de urnas y votos, orgulloso de mis vecinos, de mi barrio, de las decenas de bomberos que vinieron a ayudarnos, de los centenares de abuelos que vinieron a votar y a los que hacíamos un pasadizo para que lo hicieran, aplaudiendo, emocionados, llorando y devolviendo el aplauso.

Esa mañana a las seis entraron las urnas y las papeletas en el colegio. Fue un momento tenso, con todo el mundo en silencio haciendo un pasadizo para que seis personas a todo correr sacaran las cajas de una furgoneta y las introdujeran a todo correr en el colegio. Voy a recordar ese instante toda mi vida puesto que me sentí un terrorista ayudando a introducir bombas en algún lugar, cometiendo un acto delictivo, sedicioso, de rebelión o como le llamen… en el fondo sentí una gran tristeza. Nunca llegué a pensar que presenciaría algo similar. Y precisamente esto, los sentimientos y las emociones es algo que jamás va a borrarse de mi mente. Por ello escribo estas líneas una semana después de los hechos, recompuesto, crítico pero más tranquilo. Y es que al igual que todos mis vecinos aquél fin de semana sentí hasta el agotamiento toda la gama de emociones posibles: rabia y verdadero odio (por fin entendí a mis cuarenta y cinco cómo empiezan las guerras), orgullo al ver cómo la ciudadanía respondía pacíficamente, ayudaba a la gente, se comprometía con algo, tristeza al ver la incomprensión de mucha gente de España, firmeza ante la expectativa de un ataque violento, miedo ante lo mismo, alegría al ver las lágrimas de ciudadanos votando, solidaridad para con mis compañeros ayudándonos y animándonos durante todo un fin de semana, vergüenza al ver la reacción de algunos políticos catalanes (léase psc i pp), felicidad al concluir la jornada, sorpresa ante lo inesperado de los acontecimientos. Una amalgama de emociones que me dejaron descompuesto y agotado. Y al igual que yo, centenares de miles de catalanes.

Lejos de querer escribir un panfleto político sólo pretendo describir mis sensaciones y sentimientos para que me podáis entender. Creo que poder compartir es sano y saludable. Antes que catalán soy persona, padre, educador y pedagogo, justo en ese orden. Y ciertamente comparto este escrito para que me podáis ayudar a dar respuesta a las preguntas de mi hijo a lo largo de la semana. Y es que cuando tienes un hijo de seis años que está viendo la agitación en la calle y en la familia y se interesa por lo que ocurre debes darle respuesta.

Ante las acusaciones de muchos organismos españoles sobre cómo los catalanes adoctrinamos a nuestros niños no voy a dar respuesta ahora; ante todo porque no merece respuesta y en segundo término porque sería adentrarnos en las cloacas en las que ellos se mueven. Pero sí que me gustaría compartir las conversaciones con mi pequeño, repletas de dudas y cuestionamientos.
En primer lugar no voy a obviar el mensaje que yo le di: "mira hijo; el pueblo de Catalunya quiere votar (el concepto de voto lo tiene claro) si queremos ser españoles o crear un nuevo país pero España ha dicho que no podemos hacerlo y que lo va  a impedir a la fuerza; por ello papá se queda en la escuela, para proteger los votos y asegurar que la gente `pueda votar". Ante sus inquietudes sobre lo que la policía española iba a hacer le comenté que no lo sabía pero que era posible que nos sacaran a la fuerza puesto que para ellos esta votación estaba prohibida a lo que me respondió "¿pero cómo van a querer prohibir que la gente vote?, en mi clase cada año decidimos cómo vamos a llamarnos y el proyecto a investigar…"
Tras ver las imágenes de violencia mi hijo me comentó que si él fuera adulto iba a reaccionar violentamente ante la policía española. Por ello dediqué varios días de esta semana a comentar con él que la violencia no soluciona nada y que sólo genera más desastres y que la mejor vía es la resistencia pacífica y el diálogo. Le recordé que una cosa son los políticos y la policía y otra las personas y le conminé a reforzar el amor incondicional que siente por nuestros familiares de Teruel a los que ciertamente adora y que son y se sienten españoles. Aun así debo hacer un pequeño paréntesis lleno de tristeza puesto que nadie me ha llamado o me ha  mandado un triste mensaje desde Teruel para saber si estamos bien… lo digo con una tristeza extrema puesto que yo amo a mi familia aragonesa con todo mi corazón.
Dicho esto, el resto de la semana seguí hablando con mi hijo sobre el amor a las personas y lugares, en este caso de España, que nada tenían que ver con el odio generado desde los medios de comunicación o los políticos al servicio de la casta española.

Finalmente creo que Oriol, mi pequeño, ha podido entender los conceptos básicos: que las personas debemos amarnos, que algunos no quieren dialogar y prefieren la violencia y que hay que aislarlos, que la libertad debe defenderse a toda costa, que la solidaridad de los vecinos y la comunidad es un valor a proteger, que los enemigos no son las personas sino los cuatro que manipulan y que quieren preservar sus intereses y que en el fondo los adultos muy a menudo actuamos de manera descerebrada ….

Sin embargo debo reconocer y lo hago públicamente, algunos errores míos esta última semana. Confieso: he insultado delante de mi hijo al presidente Rajoy y algunos otros psicópatas de su gobierno, he proferido maldiciones contra las fuerzas de ocupación españolas y en algún momento he llegado a decir ante mi hijo que se trata de malas personas sin corazón ni cerebro. Dejando a un lado que realmente creo que es así en muchos casos (no en todos) me siento culpable por ello y se me deshace el alma cuando escucho de su boca decir que "la policía española sólo quiere hacernos daño". La he cagado en esto y voy a intentar solucionarlo para que Oriol no sea un adoctrinado de mi tesis que la mayoría de españoles odia a mi pueblo. No voy a nombrarle esto. Lo juro. Porque no sería saludable ni ético. Que él llegue a sus propias conclusiones cuando sea mayor. Sin embargo sí que le voy a decir la verdad: que las fuerzas de seguridad nos han atacado por querer votar y que no lo veo justo ni moral aunque cumplieran órdenes.

Me doy por satisfecho con que mi hijo entienda esto y siga pensando que las personas catalanas, españolas o japonesas son, en general, gentes de bien con las que vale la pena convivir, disfrutar y amar.

 He podido librar a mi hijo de mis convencimientos catalanistas y de mi odio (sí, lo reconozco) a los aparatos del estado español. Y sí, lo haré público en un bloc de educación. Lo siento. Pero es así. Siento odio por el aparato estatal español, herencia directa del franquismo, herencia directa del caciquismo español de siempre, aristocrático, monárquico, centralista, herencia directa de una sociedad (la castellana) orientada y anclada en valores conservadores, feudales, herencia directa del fracaso de una estructura social anticuada, rancia, sojuzgada y apaleada, con miedo a mostrarse, con alergia a la libertad y con un letargo de trescientos años en los que se la ha adoctrinado en un nacionalismo español sin sentido para la sociedad pero con mucha utilidad para los amos de todo, esos que se abrazan al Opus, que viven en los barrios altos de Madrid, que iniciaron la guerra, que disponen de todos los recursos y ven a la ciudadanía como meros vasallos a su servicio, que se valen de medios de comunicación y políticos para seguir en la élite y que ahora mismo están empezando a cagarse de miedo porque están viendo que varios millones de personas se levantan contra ellos.

 Y amigos, de eso va la educación; de ayudarnos a progresar y ser libres. Y sí; yo soy educador social y pedagogo. Amo la libertad. Odio la tiranía. Y en eso estamos. Y en días como los actuales recuerdo a uno de mis referentes educativos de siempre, el gran pedagogo catalán Ferrer i Guardia, fusilado por el estado español por propugnar una educación libertaria. Y me doy cuenta que además de trabajar por la paz y la concordia, los profesionales de la educación también debemos mojarnos y si cabe denunciar, salir a la calle, comprometernos o correr ante la policía para matar; sí, matar, al fascismo que resurge ante las amenazas de libertad. Amigos educadores, eduquemos en la libertad y la justicia. Eduquemos en el respeto, el diálogo y la participación. Somos educadores … pero somos seres políticos, no lo olvidemos nunca. Por la libertad!

martes, 26 de septiembre de 2017

Lo primero es lo primero





Nos acercamos al día uno de octubre. Una jornada soñada por muchos catalanes de todas las edades que ven en un Referéndum de autodeterminación la vía de escape de un estado fallido (el español) que ha sido manejado desde tiempos inmemoriales por un pequeño sector , una oligarquía, casta o llámese como se quiera, dueña de todo y acostumbrada al poder de las armas y la fuerza bruta. No soy historiador ni antropólogo y ciertamente mis argumentos son básicos pero precisamente por ello son fuertes: un estado artificial (bien mirado, como todos) que ha inoculado durante siglos el miedo y odio a partes iguales, que ha mantenido un régimen feudal cada vez más sofisticado en el que el vasallaje está asumido por políticos de toda ideología, iglesia, fuerzas armadas y policiales, universidades, tribunales y la población de a pie, capaz de aceptar (en una grandísima mayoría) que esta semana el estado español mande a más de diez mil policías armados a mi nación, despidiéndoles con vítores, cantándoles por la calle consignas guerreras, aplaudiendo y animando a que vengan a reprimir con toda la violencia a mi gente, a tres millones de catalanes que pedimos votar y que aún no hemos realizado ni el más mínimo acto de violencia. Un estado que miente, que tiene a su servicio a toda la prensa, los jueces y tribunales, que adoctrina en la mentira histórica, que sólo mira por conservar los privilegios de una élite corrupta y sanguinaria (sí, sanguinaria, por que fueron los responsables de los miles de muertos en la guerra, en la posguerra y en todos los anteriores conflictos y que a día de hoy si pudieran aplaudirían de nuevo las metralletas y los fusilamientos). Un estado tan, como decirlo… un estado tan “de mierda” debe caer algún día por su propio peso. Tal vez nuestra actual “revuelta catalana” (una más en nuestra historia) sea la espoleta que pueda hundir por fin al estado más mafioso y corrupto de Europa. Y lo más gracioso de todo es que la inmensa mayoría de españoles están estos días aplaudiendo las partidas de los antidisturbios hacia mi casa y creyendo ciegamente en la manipulación obsesiva con que todos los medios españoles bombardean sin importar línea ideológica editorial, por que a fin de cuentas lo de las ideologías en España es otra más de las falsedades en que vivimos. Un sistema en que hace falta que haya brega entre partidos, televisiones y periódicos para tener a todos los españolitos ensimismados en sus debates inocuos y regirados. Debates que no llevan a ninguna parte y que se repiten exiguamente desde los tiempos de la República, dando círculos concéntricos en el patio del cortijo del señorito de turno, de sus hijos y nietos que a regañadientes van dando algún pequeño paso a la izquierda para poder conservar y controlar todos sus bienes sin que la masa se de cuenta que vive esclavizada y engañada, como sus padres y abuelos.

Y llegados a este punto llega el pueblo catalán (o al menos una mayoría) y se rebela. Decimos basta. Y la bandera estelada ha sido el arma que esta vez hemos tomado, como lo fue la bandera anarquista en los convulsos años veinte y treinta. Y España reacciona del mismo modo: la violencia; aplastar todo aquello que pueda poner en peligro a los amos de todo. Y digo que la bandera estelada de Catalunya ha sido nuestra arma esta vez. Y lo digo con la conciencia de que más de la mitad de independentistas –aún sintiéndonos siempre catalanes y digamos muy poco españoles- no estaríamos abrazando hoy esta causa sino fuera por la injusticia en que vivimos… pero no sólo los catalanes!! El resto de españoles!!! Por ello esta revuelta popular pacífica no sólo es catalana sino que es y debería ser española. Por desgracia, sólo unos pocos miles de españoles han salido a protestar ante los atropellos fascistas de estas últimas semanas en Catalunya y ello me hace entrar de lleno en mi tema, el educativo. Porque supongo que os preguntaréis como en un blog de un pedagogo que habla de educación social hoy pongo sobre la mesa un estallido de libertad como el que mi pueblo está viviendo.
Tal vez más de un lector haya interrumpido en las primeras líneas la lectura aburrido por el tema o mosqueado por el tono catalanista. Y es que este catalufo de mierda que escribe es además de persona con sentimientos y emociones igual que el resto de mis hermanos españoles (ojo, hermanos) alguien que adora la libertad de expresión, que cree en las personas, en los movimientos y la ilusión colectiva y muy especialmente en la educación. Por ello soy educador social y pedagogo. Porque amo el progreso de las personas y los pueblos. Y muy a menudo el progreso requiere salir de nuestras ideas impuestas, mirar por encima de las nubes y comprender que hay diversidad de puntos de vista y que las sociedades son diversas pero que  las une mucho más de lo que las separa. Y pensando en ello lo que nos une ahora mismo a una gran mayoría de catalanes es un ansia de libertad y dignidad colectiva sin precedentes en las últimas décadas y que tiene mucho más que ver con un descubrimiento colectivo sobre la mierda de estado que nos sojuzga que con la revisión histórica de la nación catalana. Porque ciertamente todos nuestros padres y abuelos han sufrido en sus carnes la represión y el odio franquista, la prohibición de nuestra lengua y cultura, la negación de nuestra historia como nación milenaria pero a día de hoy no es eso lo que nos importa. Yo mismo que nunca fui de banderitas no voy a ir a las urnas el próximo domingo invocando la historia de mi pueblo sino que voy a ir gritando por mi libertad, por la construcción de un estado más justo y moderno, por huir de un estado férreo con el que nunca se pudo dialogar por que su único argumento fue y es la violencia. Y como yo, muchos miles de catalanes vamos a ir temprano a los colegios electorales aunque miles de policías armados españoles con el virus del odio nos estén aguardando porra en mano y mostrando sus metralletas. Nos da igual. Y si van a rompernos las cabezas de nuevo pues vamos a aguantar pacíficamente, por que si de algo me siento orgulloso hoy es precisamente de nuestro postulado pacífico y no violento. Y retomando el eje educativo, vamos a mostrar a nuestros niños y jóvenes que la actitud cívica, la tranquilidad y la no violencia ante las provocaciones con que nos encontraremos van a ser la tónica general.

Nuestra lucha no es otra que la libertad, esa con la que queremos educar y vivir. Como educador deseo que mi trabajo provoque cambios, rompa estereotipos y venza obstáculos. Deseo que los jóvenes descubran, que sean críticos y defiendan sus valores. Deseo que sepan mediar, que sean dialogantes y empáticos, que sepan defenderse y defender a los suyos con la palabra. Que sean fuertes y honestos. Que puedan sobrellevar sus cargas y deshacerse de ellas para correr más ligeros; que puedan convivir, amarse y ser felices. Por ello trabajo en esto. Por ello voy a ir a votar el domingo. Por que nadie va a pisarme en nombre de una legalidad poco moral y nada ética. Por que lo primero es lo primero.

martes, 12 de septiembre de 2017

Educació social i terrorisme

No he gosat escriure res les darreres sermanes doncs realment no sabia què dir. Mentiria sino  constatés que em fan molta por els esdeveniments d'aquest agost a Barcelona i Cambrils. Mentiria també si mostrés certeses o convenciment en el fet de saber en tant que professional de l'Educació Social com poder treballar i prevenir que altres joves del nostre país puguin actuar com el grupet de Ripoll. 
He llegit aquestes darreres setmanes moltes reflexions al voltant dels fets. Tots els professionals convergeixen en la manca de recursos socials de prevenció i certament hi estic d'acord al cent per cent. Molts altres cerquen causes centrades en la recerca de la identitat pròpia dels adolescents, del funcionament sectari o de la fal.làcia d'una societat ben integrada. Totes les anàlisis son multifactorials i és impossible reduir les causes a simplificacions evidents. En aquest mateix blog ja vaig escriure sobre els atemptats de Paris apuntant cap al sentiment de ciutadans de segona que molts joves francesos porten en el seu adn invariablement i que sembla que no s'esborra a través de les generacions. Crec que en el cas dels joves de Ripoll també hi ha part d'aquest fet tot i tractar-se de nois participants a la vida social normalitzada (ah, normalització, quin concepte més complexe i simplificador a la vegada) del poble. Sembla, ara, que una ombra de dubte pot esdevenir sobre els milers de nois musulmans que víuen a Catalunya i és precissament això el que els fanàtics estan cercant; dubtes,pors, inquietut i en darrer terme accentuar trencaments, separacions i guettos que esdevinguin en rancúnia o anomia fàcilment manipulable. Tal i com apunten molts mitjans ara que les forces del Isis semblen morir-se a les terres d'Irak i Siria tenen gran interès en exportar la guerra al si de les societats occidentals. I certament ho tenen prou fàcil donat que milers sino milions d'adolescents musulmans europeus o d'altres llocs poden sentir-se atrets en algun moment de les seves vides si es donen els condicionants adequats: sentir-se ciutadans de segona, malmirats, amb pocs recursos educatius i de suport a les famílies, sense gaires expectatives laborals tot ben regat amb la recerca desesperada de l'identitat adolescent i l'aixopluc d'un grup protector, poderós i amb promeses d'èxit i triomf (tot i que en una altra vida).  Tot i aparèixer tots aquests factors el que encara em costa d'entendre és la brutalitat d'arribar a matar i matar-se. Em costa digerir que la violència pugui esclatar d'aquesta manera cruel en el sí d'un grup de joves  disposats a perdre la vida, a morir matant a persones normals, a d'altres joves o ciutadans que, com ells, gaudeixen i pateixen de la nostra societat catalana. 

Ho reconec. No tinc explicacions prou vàlides i això em fa sentir incòmode, fràgil.  Com a professional de l'educació social faig meves les crítiques vessades en alguns mitjans contra la meva professió, incapaç d'adonar-se de la radicalització extrema d'uns joves que han passat per les nostres mans i que, amb els minsos recursos dels que disposem hem tractat d'atendre i acompanyar el millor que hem sapigut.

Avui que comença el nou curs escolar llegeixo amb estupor la fixació d'alguns periodistes en assenyalar les noves eines i recursos que els docents hauran d'aplicar aquest nou curs tant per explicar a l'alumnat què és el que va passar a la nostra ciutat com molt especialment per a detectar adolescents que comencen a radicalitzar-se. I pensant en això m'adono en que n'és de fàcil exportar el treball policial, la por i la sospita cap a l'àmbit educatiu. 
El meu àmbit de treball (el Crae, la protecció de nois i noies tutelats) també serà un lloc on de ben segur ens caurà un nou "protocol"o similar per tal d'intentar anticipar situacions de joves similars. I quan ens "caigui" això m'hauré de replantejar molt el sentit de la nostra feina i intentar treballar amb el meu equip la veritable responsabilitat com professionals: educar i acompanyar més que sospitar i malpensar. Polèmica qüestió? Pot ser... Què en penseu? 

domingo, 9 de julio de 2017

Educadors i educadores 25 anys després


La memòria acostuma a fallar i cada cop sabem amb major certesa científica que els records (que literalment fan reviure els mateixos circuits neuronals que d'antuvi) sovint es van reconstruint amb el temps amb capes i mes capes d'invencions personals involuntàries. Potser per això és molt saludable poder compartir-los i reviure'ls  de nou amb aquelles persones que en un moment de la nostra vida ens van acompanyar en alguna part del camí. I és precisament això el que ahir vam fer els antics companys i companyes de la primera promoció dels estudis d'Educació Social de la Universitat de Barcelona en una nit màgica que un bon grup vam anar allargant fins a trenc d'alba, com en els bons temps.

Potser molts de nosaltres ja ens havíem anat veient en alguna trobada anterior però el fet d'aplegar-nos tanta gent com enguany en un any per a celebrar els nostres inicis universitaris allà per un llunyà 1992  va resultar no sols engrescador sinó veritablement emocionant.

Ens vam poder posar al dia de cadascú de nosaltres i per això vàrem necessitar ben be tres o quatre hores plenes de preguntes, abraçades, emocions, somriures i sorpreses. Resulta curiós el fet de no veure a una persona en tants anys i tot d'una, al retrobar-la tant temps després, esquivar ràpidament l'impacte que ens produeixen els seus canvis físics per a tornar a veure-la i sentir-la com abans, com si sols hagués passat un parell de setmanes que no ens vèiem. Ahir ens va passar una mica això fins al punt que a mitjanit tothom estava ja tan engrescat, xerraire i alegre que recordava molt qualsevol matí al bar de la facultat entre classe i classe. De fet el to de les converses era similar i en un moment donat amb tothom ja posat al dia van començar a sortir les propostes, idees i bogeries a fer exactament igual que quan teníem vint anys. Una de les mes interessants passava per a fer una edició "revival" de la nostra estimada revista "Des de la trinxera" amb nous articles i aportacions per a regalar als actuals estudiants a la universitat; altres apuntaven  ja a repetir viatges, rutes i trobades del passat.

Entre riures i records regats amb cervesa va anar passant la nit com si res hagués canviat en molts anys. I tot d'una vaig parar-me a pensar en tot el que m'havien explicat, en els diferents recorreguts professionals, en les trajectòries vitals diverses de cadascú de nosaltres veient que la gran majoria havíem exercit la professió tots aquests anys i seguíem al peu del canó, en diferents moments personals i en cicles diversos: qui exercia rols directius, qui havia estat sempre a la mateixa feina, qui havia passat per molts llocs, qui pensava en les persones a atendre amb molta energia, qui parlava apassionadament, qui ho feia amb mes desgana, qui volia aprendre, qui tenia dubtes, qui estava de tornada i qui cercava noves vies….

Em vaig adonar que tots i cadascú de nosaltres estimem la nostra professió i malgrat estar en diferents cicles professionals, àmbits, estatus o ideals hem aconseguit aquest darrer quart de segle ajudar a construir l'Educació Social, fer-la crèixer i malgrat tots els entrebancs i errors , dirigir-la amb fermesa cap a la població que volem atendre, creient encara en que la suma dels petits esforços farà crèixer la societat sencera.
Per tot això aquest matí la ressaca no m'ha impedit sentir-me orgullosisím de tots nosaltres i encara més, molt feliç i ilusionat al mirar endevant, cap als propers 25 anys i sentir pel que faig cada dia la mateixa passió que sentia en els primers moments.

Si alguna cosa teníem en aquells anys era il.lusió i poc després passió pel que anavem aprenent i descobrint a la feina. Ahir vaig copsar que no l'havíem perdut. Aquesta rauxa pot tenir cicles i passar per moments mes dolços, desencantats o fins i tot agònics pero no es perd i és el que ens ha ajudat, ens ajuda i ens permetrà seguir construint una professió meravellosa i apassionant com poques.


Estic molt feliç d'haver compartit ahir amb vosaltres i desitjo de tot cor seguir retrobant-vos ... m'acomiadaré avui donant-vos les gràcies a tots i totes doncs heu estat part imprescindible en la meva formació com a persona... 

Amunt aquesta primera promoció d'eduques!!!!

miércoles, 15 de febrero de 2017

Excusas del educador para no escribir


Sentado en la sala de espera del Csmij de L'Hospitalet de Llobregat dispongo de tiempo para rememorar algunas de mis andanzas pasadas como educador social en los diferentes proyectos en los que he estado colaborando en mis veintidós años de aventura profesional. 
Ciertamente siempre coincido con multitud de compañeros en que si los educadores tuviéramos por costumbre escribir más sobre las anécdotas, sentimientos, injustícias, éxitos, propósitos y despropósitos de nuestra profesión podríamos disponer no sólo de una sino de diversas enciclopedias sobre la práctica de la educación social.

A veces me apetece escribir anécdotas vividas en el pasado aunque bien mirado se me antojan ahora como escabrosas, amarillas, humorísticas cuando no tremendamente irreverentes para con las personas con las que traté o irrelevantes puestas en la linea del tiempo. 

A menudo también me propongo escribir sobre emociones, sentimientos o valores puestos en juego pero un velo de vergüenza cuando no de miedo o pereza por revivir experiencias complejas me invade impidiéndome teclear nada.

Tras descartar anecdotario y sensaciones encontradas pruebo con centrarme en revisión de casos, experiencias grupales y proyectos enfatizando el marco teórico y la inspiración filosófica bien aterrizada en la práctica pero se me antoja tan pesado escribir sobre aspectos técnicos cuando lo que me apetece es disfrutar de la escritura...

Por ello directamente otras veces quiero reflejar aspectos educativos más generalistas, filosóficos, sociológicos, ideológicos, críticos pero descarto la idea a media escritura al encontrarme con un texto más político que educativo y a menudo más catártico que constructivo.

Pruebo finalmente por aspectos narrativos más próximos a la literatura pero dudo entre escribir cuentos para niños, jóvenes o adultos y cuando por fin me decanto por alguno de estos destinatarios me invade una leve sensación de paternalismo impidiendo que mi escrito no se agarre a "moralejas" o discursos de fondo que a la postre descarto por simplistas. 

Tras analizar rápidamente mis múltiples motivos que me impiden escribir más sobre mi profesión me vienen a la cabeza otros de más generales: la vergüenza, inseguridades personales o el marco legal y administrativo en el que trabajamos (especialmente en el sistema de protección de menores). 

Aún en la sala de espera pienso en la reunión de esta tarde junto a otros compañeros educadores para compartir experiencias de escritura en blogs sobre nuestra profesión y me pregunto qué hará que algo tan apasionante como nuestra labor sea tan compleja de plasmar en palabras. 

domingo, 22 de enero de 2017

Inconformista

Inconformista. Adjetivo a menudo expuesto en currículums o como definición personal con connotaciones positivas. Denota, para algunos, cierta tendencia a la mejora, a la superación, a la fijación por llegar a nuevas metas. Numerosas personas se definen así para demostrar su carácter ganador, valiente y decidido sin caer en la cuenta que dicho adjetivo se asemeja mucho a "insatisfecho".  
A menudo se educa a los hijos desde el convencimiento que el inconformismo ayuda a desarrollar las capacidades de autosuperación y tal vez sea así en algun grado aunque no hay que ser muy espavilado para comprobar (y si no prueben a observar el comportamiento de muchos padres que acuden a ver a sus hijos a actividades deportivas) que a menudo se funde con la competitividad. Así pues, muchos niños son educados en el convencimiento que el inconformismo equivale a la competitividad. Nada más fácil: ¿cómo comprueba uno su mejora personal ? Pues en la comparación con los iguales. En el equipararse con los demás. Y ahí llegamos a la base de nuestra sociedad: "yo soy lo que tengo"... y ¿cómo se lo que tengo?... pues cotejándome con mis allegados. Sólo si tengo más que tú voy a ser algo. Sólo si lo hago mejor o más rápido que tú voy a ser alguien. Sólo si soy mejor en algo me voy a sentir bien. Superior. 

Y ahí estamos. Sentirnos inconformistas significa sentirnos inferiores a otros a los que queremos alcanzar o superar.  Aunque no siempre es así. Hay un tipo de inconformismo que tiene que ver con la auténtica superación personal, con aquello de querer ser mejor cada día por el simple hecho de ser mejor persona, más hábil. Un tipo de inconformismo que no se centra en compararse con los demás exclusivamente sino en marcarse retos personales y obtener el placer de recorrer el camino para llegar hasta la meta, aunque todos sabemos que al llegar a la misma esta se desplaza inmediatamente unos metros más allá y no saboreamos el placer de la llegada tanto en la realidad como en el pensamiento previo y después en el recuerdo del éxito.

Con los niños pasa igual. Si los educamos en un inconformismo exacerbado corremos el riesgo que se sientan eternamente frustrados en una época en que la inmediatez recorre sus venas. Si en cambio les enseñamos a marcarse metas realistas y disfrutar del proceso de esfuerzo, tenacidad y aprendizaje ayudándoles a compararse con ellos mismos y no siempre con los demás les estaremos enseñando a mejorar como personas, a disfrutar del esfuerzo y a autorecompensarse sin tener que recurrir siempre a la influencia externa.


Deberemos ayudarles a descubrir su motivación intrínseca, fijar un objetivo claro, reconocible y alcanzable, promover las acciones necesarias, entrenamiento y pasos para la mejora, acompañarlos en el proceso y hacerlos conscientes de que el desánimo, los impedimentos y las frustraciones son estadios intermedios hacia el éxito así como fuente de aprendizaje y mejora. Deberemos también educarlos en la fortaleza y en el convencimiento de sus propias capacidades para que se den cuenta de que una vez logrado un objetivo se pueden marcar otro y luchar por él. A la vez , como adultos responsables, deberemos convertirnos en figuras de referencia dónde los niños puedan verse reflejados y imitar actitudes y sentimientos. ¿Cómo vamos a educarlos en la superación si nosotros no nos atrevemos a marcarnos nuevas metas y a compartirlas con ellos? .... Y para el que ahora mismo piensa que esas metas son muy complicadas le contestaré que la nueva meta personal que compartí con mi hijo fue la de elaborar una pizza casera más sabrosa que la anterior. ¿Y saben? Lo conseguí! Y lo celebramos juntos!    

sábado, 24 de septiembre de 2016

Nuestro peque de cinco años


Cuando te das cuenta que tu hijo de cinco años te hace preguntas incómodas, te saca a relucir incoherencias, no te hace caso repetidamente en algunos aspectos y admiras con cara de anonadado la hermosa carita de bebito que tenía hace sólo un par de años ya estás entrando, como yo, en la nueva fase de la paternidad/maternidad infantil. Enhorabuena! Abrazos y felicitaciones! Tenemos ahora algo así como unos seis años más antes del próximo (y espeluznante para algunos) gran cambio de ciclo como padres.

 

Pues sí. De repente nuestro pequeño de cinco años nos pone en tela de juicio algunos conceptos. O nos pregunta cosas como "papá, no estaría bien que las personas tuviéramos un cuerpo de recambio…por si a caso?" o "papá… he estado pensando… cómo sabemos que no vivimos en un video juego y que alguien desde fuera nos está manejando" (glups!! Y sin ver todavía "Matrix") o "qué te parece si este fin de semana viajamos al Brasil?"....

 

Dejando a un lado los estadios de Piaget o Vygotsky los papás de niños de cinco años entendemos claramente que nuestros hijos nos necesitan de manera distinta. Ya no les hace falta ese control espectacular en el parque ni el agobio de la cucharita en la  comida. Ahora muchas problemáticas son resueltas con el lenguaje: "puedes jugar tranquilo pero en un lugar dónde te pueda ver", "cómo?, que no vas a cenar las espinacas?... Muy bien, déjalas... Pero mañana por la mañana te espera el plato que dejes...".

 

Entramos pues, en esta bendita fase en que el lenguaje oral nos ayuda a dar instrucciones, a anticipar respuestas, a explicar reglas, a preguntar y escuchar atentamente, a bromear y a empezar con chistes, ironías (sólo para algunos avanzados), compromisos y promesas difícilmente realizables. Entramos también en un  momento superior del lenguaje no verbal donde comprobamos a diario las expresiones de nuestro peque a la vez que él entiende rápidamente nuestros gestos, momentos de alegría, agobio o cabreo supino sin mediar palabra.

 

Un nuevo mundo de posibilidades se nos presenta ahora. Descubrimientos espectaculares, exploraciones, experimentos, razonamientos abstractos advenedizos, emociones para gestionar, valores aplicados en conductas concretas y explicados por ellos mismos. Se trata de una fase increíblemente rica aunque lógicamente agotadora, extenuante por momentos. Aún así, nuestro mejor premio pasa por comprobar sus momentos de felicidad, su libertad de movimiento y ansias de autonomía, la libre expresión de emociones (con la que delicadamente debemos orientarles sin coartarles), sus aprendizajes cotidianos y su autocontrol en algunos límites (autodisciplina) que ya hemos conseguido instaurar con éxito en una primera fase básica.

 

Creo importante destacar  en este momento evolutivo estos dos conceptos: gestión emocional y autodisciplina. 

 

Ambos se entrelazan en todo momento y se retroalimentan. Sin duda las familias debemos esforzarnos en reforzarlos de cara a que nuestro pequeño aprenda a saber lo que le ocurre y como se siente en todo momento a la vez que dispone de la voluntad suficiente para llevar a cabo sus propósitos.

 

La gestión emocional empieza por el simple hecho de conocer las emociones que invaden en todo momento al pequeño. Se trata de algo en teoría fácil y asequible aunque debemos tener en cuenta que la mayoría de adultos no hemos estado familiarizados ni formados en nuestra educación en este sentido y a menudo somos analfabetos en este ámbito. Sin entrar a valorar con mayor profundidad simplemente destacaremos que con cinco años un niño o niña debe ser capaz de verbalizar su estado de ánimo teniendo el vocabulario suficiente (triste, feliz, animado, aburrido, emocionado, enfadado, alegre, sorprendido...) a la vez que sabe distinguir físicamente (dónde y cómo siente la rabia, por ejemplo) y mentalmente (qué pensamientos le invaden en cada uno de los diferentes estados). El hecho de ejercitar conversaciones en este sentido es el mejor entrenamiento para aumentar la capacidad de comprender las propias emociones, hecho básico para después intentar gestionarlas. Diálogos cotidianos con preguntas como "qué sientes ahora?", "en qué parte del cuerpo sientes calor ahora?", "te has mirado al espejo cuando estás enfadado?, qué ocurre?", son de gran utilidad; también es muy recomendable leer libros relativos a emociones (en el mercado hay muchos, un buen comienzo puede ser "el monstre de colors") así como aprovechar momentos cotidianos ante el televisor o por la calle para adivinar estados de ánimo de otras personas o símplemente compartir con nuestros hijos como nos sentimos nosotros mismos y qué nos ocurre.

 

Tarea también necesaria aunque ardua es la relacionada con la autodisciplina. Recomiendo en este sentido poder leer alguno de los libros de Jose Antonio Marina, pedagogo que hace especial énfasis en remarcar que el objetivo de la educación es hacernos libres pero en un marco de autocontrol, autodisciplina y fuerza de voluntad para elegir nuestros propios caminos con criterio. Así pues trabajar este ámbito con nuestros peques de cinco años tiene mucho que ver con los límites claros y previsibles, con las consecuencias por encima del castigo, por nuestra empatía con sus sentimientos, con los premios, con los retos que les planteamos, con la positividad y nuestra confianza en ellos.

Un elemento clave toma fuerza a los 5 años: "inténtalo de nuevo". Esa expresión resume la actitud con la que debemos ayudar a nuestro peque a enfrentar las dudas, los miedos y los fracasos. Nada hay más reforzante para un niño que conseguir finalmente montar ese puzle gigante que parecía imposible....

 

Sin duda un niño o adolescente con fuerte autodisciplina será capaz de retarse a sí mismo con gran confianza, de marcarse objetivos importantes y de sentir una plena autoconfianza.

 

Los actos cotidianos de nuestros hijos son los espacios privilegiados de los que disponemos para observarlos, interactuar con ellos, descubrir sus potencialidades, sus dificultades, anhelos y retos. La hora del baño, ayudando a poner la mesa, de camino a casa, viendo la televisión... Cualquier momento del día es excelente para recordarnos que somos padres y que nuestra mayor tarea es amar a nuestro hijo ... Qué mejor manera de amarlo que ayudarlo a que se comprenda a sí mismo así como que se sienta seguro de sí mismo y sepa enfrentar nuevos retos con confianza y fuerza de voluntad??

 

Pero, atención papás y mamás!! Sólo una última reflexión. Recordad que el mejor modelo educativo es el ejemplo... Vuestro hijo observa atentamente todo lo que hacéis y decís: cómo andamos nosotros de gestión emocional y de autodisciplina?? ... Tal vez mejor empecemos por ahí.