Tras la
inmensa acometida mediática del black Friday me siento algo aturdido. No he
realizado ninguna compra pero he observado anonadado cómo miles de familias,
adolescentes y niños han puesto sus ilusiones en estos días con la esperanza de
poder llevarse a casa gangas variopintas a precio de saldo (supuestamente). Y
es que cuando una sociedad pone en juego sus ilusiones alineadas con el deseo
de tener y poseer objetos algo nos está alejando de nuestra humanidad.
Sin sentirme
cualificado para dar lecciones de ética o moral sólo me erijo en observador y
atiendo a una realidad cada vez más enquistada: muchas familias encuentran el
éxito y la felicidad en el hecho de "tener", "disponer" de
artículos variopintos ya sea la última ropa de marca para el nene de P4, el
altavoz espectacular para el iphone, las botas de montaña con tecnología para
subir al Everest (aunque nuestra meta pase sólo por una subida a Collserola al
año), el recibidor de diseño, el porta documentos envidia de toda la oficina,
el traje estratosférico a mitad de precio, las cortinas de "breaking
bad" o los Levi's lavados a la piedra pómez.
Esta última
semana me he sentido agredido por la publicidad. Todo el mundo hablando del
"black Friday". Adolescentes soñando con la sudadera soñada de
doscientos euros a mitad de precio. Papás y mamás haciendo incursiones en la
web para cazar la mejor ganga. Tios y abuelos a la espera de unas rebajas
sonadas en el Corte Inglés. "Compre y disfrute". "Financiamos
los que sea". Acumular para ser felices; tener para mostrar a los demás
(aunque sea bajo la excusa que esta marca "dura diez años" por
aquello de la calidad…), poseer como signo de estatus (aunque los últimos años
la clase media haya rebajado sus pretensiones y compre artículos de los
denominados "no snobs" para no parecer lo que comúnmente llamamos
"un fantasma"… está mal visto). Sin embargo, la industria siempre va
unos pasos por delante y sabe perfectamente cual es su nicho de ventas, su
cliente potencial.
Y nuestros
hijos están empapados de esta furia consumista. No pueden escapar por que
nuestra sociedad se basa en el consumo desaforado, en la necesidad construida
desde fuera. No pueden huir por que nosotros tampoco lo hacemos. Aunque
después, los papás y mamás más "progres" les hablamos de reciclaje,
de las familias que casi no pueden alimentarse, de aquello de comprar sólo
"lo que necesitamos y no más", de que "tener no nos hace más
felices" y argumentos parecidos. Sin embargo ellos van al cole y observan
a sus amigos con las zapatillas último modelo, la sudadera surfista de moda o
la mochila más "in" … y lo quieren; pretenden esos objetos por que la
sociedad les ha enseñado que son más estéticos que otros, que su estatus va a
ser distinto y que van a sentirse envidiados… y quieren sentirse así, adoran
que los demás los miren y envidien, que piensen "qué suerte tiene
este", " cómo me gustaría ser
como él" y parecidos…. Y es ahí como donde educador y pedagogo me alarmo y
como persona me escandalizo. Y conste que no digo una barbaridad… o ¿sí?...
Por todo
ello propongo un "white Saturday" dónde las familias podamos poner en
valor lo que de verdad queremos poseer. ¿Y qué queremos?; ¿qué deseamos más
para nuestros hijos?, ¿Qué se sientan envidiados o empoderados en el cole por
llevar unas Munich "special"?, ¿Que se sientan orgullosos de sus
padres por poder comprarles lo que desean (aunque algunos menores de 10 años ni
lo sepan aún…)?, ¿Qué empiecen a hacer distinciones entre personas por el hecho
de poseer objetos o por su origen social?... ¿seguro que deseamos esto?...
¿creemos -cómo nos inculcan sutilmente los medios- que los pequeños empiezan a
triunfar en la vida a partir de todo esto?... Y nosotros, ¿nos sentimos más
aliviados si nuestro pequeño de cuatro años calza unas "Timberland"?,
¿le hace este hecho más humano o más capaz?.... Todos diremos un NO rotundo…
pero el inconsciente, magullado, nos traiciona.
Por todo
ello propongo un "white Saturday". Un día especial dónde se ponga en
valor lo que de verdad cuenta: la felicidad de los niños, la humanidad, el
valor de las pequeñas cosas cotidianas, el placer del juego, de la risa, la
sonrisa, el resplandor de la mañana de sábado, la pereza de levantarse, el beso
de buenas noches, el cuento antes de dormir, la canción que hace saltar, las
cosquillas, la peli en familia, las palomitas en el sofá, la odiada espinaca y
el querido "nugget", la dentadura del abuelo en el baño, el globo que
huye, el porrazo en el parque, la celebración por la ecuación resuelta, la
señora del mercado, el sabor de la fruta, las nuevas canas del papá, el
conflicto resuelto, el amigo de siempre, el placer de un baño, el gol fallado y
la suplencia sufrida, el lloro desconsolado y el abrazo incondicional. Y es que
los papás y mamás somos incondicionales de nuestros hijos se mire por donde se
mire… pero haríamos bien en serlo también el sábado, no sólo el viernes.
Brutal, nano. Un plaer llegir-ho. Una abraçada
ResponderEliminarEi!!! M'alegro que t'agradi!! feliç any!!!Petons per tota la família!!
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