Debe ser que últimamente ando
algo sensible o paranoico pero a menudo en Twitter me siento atacado por
algunas personas que se proclaman progresistas o militantes de diversas causas por
el símple hecho de decir que soy director de un centro de protección mal
llamado de menores o por nombrar mi profesión
de educador social. ¿Me duele? Pues algo sí; aunque por otro lado entiendo la crítica
velada a lo que algunas de estas personas se refieren que entiendo debe ser
aquello de que formo parte activa de un sistema que perpetúa la injustícia, que
actúa como panóptico social, que maniobra útilmente entre aquellos más
vulnerables para mayor beneficio del control social, que sectariza la sociedad
para poder analizar las vidas de personas y se da derecho para actuar sobre
ellas y sus hijos y hijas en pos de unos ítems de “riesgo social” aplicados de
manera objetiva (aunque no sea así) y
basados en unos parámetros digamos adaptados a una sociedad occidental blanca, patriarcal
(sí, aunque nos pique reconocerlo) y adaptada a un sistema de vida que
reconocemos como el adecuado en un consenso del que no todos han participado.
Desde este punto de vista el “no adaptado” a la “norma” o al “dogma” corre el
riesgo de ser estigmatizado, filtrado por la red de los servicios sociales y
psicologizado, psiquiatrizado, educado, manipulado, etc por los distintos
dispositivos de los que la sociedad se vale para asegurar su continuidad en los
mismos criterios que la definen como “correcta”: centros de menores, justícia
juvenil, equipos de atención a la infancia y adolescencia, etc en el caso del
trabajo social dedicado a la infancia. Dispositivos todos ellos surgidos a la
luz, si hacemos deconstrucción de la historia, de grupos sociales confinados
por “peligrosidad social” ya fuera ligado a cuestiones psiquiátricas o
criminalizantes. Sí, reconozcámoslo! Nuestras profesiones vienen de ahí. Ese es
nuestro origen mal que nos pese y mal que queramos olvidarlo. Y siguiendo la
estela de Foucault que tanto me entusiasmó en su momento debo reconocer que el
orígen de cualquier institución va a determinar de por vida sus métodos y
objetivos por mucho que vayamos limando con el pasar de las décadas esos
orígenes que nos cuesta reconocer.
Por ello, cuando por tuiter o por
dónde sea alguien me desvalora en mi profesión quiero pensar que está apelando
a esos orígenes de fondo y trasladándolos a la época actual, mostrándose
crítico o crítica ante una situación social que encuentra injusta e
injustificable y ataca a uno de los mecanismos que a menudo más se las dan
(damos) de progresistas y “buenistas” pero que en el fondo sí que es cierto que
dotamos de estabilidad al sistema general que perpetúa y a veces exacerba la
injustícia, el patriarcado, el racismo o la marginalidad.
Es por ello que puedo entender que
hoy una joven antropóloga me haya invitado a no opinar en su publicación
tuitera para no “estropearla” a propósito de mi crítica sobre las letras de un
músico joven surgido de un barrio que conozco bien que yo considero que reivindican
cosas pero que a mi juicio recrean situaciones de calle, de violencia,
exacerbación de actitudes callejeras próximas a delitos varios y que a mi
entender eso no abandera demasiado... Por hablar así me han acusado de
criminalizar al joven y al barrio entero y en algún momento he podido leer
algún comentario acerca de mi “paternalismo blanco” con el beneplácito de
entender que dicha publicación aludía a ese joven en un concierto repleto de
muchos otros jóvenes – muchos racializados- y que ello era una muestra positiva
de voz alternativa y de empoderamiento hacia minorías que se sienten justamente
maltratadas.
Dejando de lado que comparto
plenamente el argumento de la necesidad de voces empoderadas que abanderen
movimientos, reúnan militancias, aglutinen gente y tomen poder político sigo
pensando que el símple hecho de que un actor aislado (aunque potente) surgido
del bolsillo de un industrial avispado sabedor de la necesidad que muchos
jóvenes tienen de disponer de referentes “rebeldes” con el sistema y de poder
expresar justa queja sobre la mierda en la que viven, no representa un
movimiento social, político o juvenil en el que verter con santa inocencia las
lógicas inquietudes que militantes de comunidades diversas ponen ahí. Y lo digo
a riesgo de ser “linchado” por personas que conozco. Aunque opino que el simple
hecho de “reunir” en torno a algo a una comunidad juvenil con un estereotipo en
sus espaldas (sea de caràcter racista, cultural, homofóbico, etc) ya es acto
imprescindible para empoderarse y saberse comunidad potente y unida para actuar
contra lo que les oprime... que es prácticamente todo en muchos casos. Y
opinando así, aún a riesgo que alguien más me llame “paternalista blanco” sigo
pensando que tomar el mando de una reivindicación no pasa por endiosar a sus
prácticas más marginales (la calle, los trapicheos, los chivatos, las balas...)
sino más bien por endiosar a sus ejemplos más brillantes, esos que desde el
propio sistema que les ha oprimido han logrado alzar sus voces, hacerse ver y visibilizar
a sus comunidades y que desde ahí son capaces de ser críticos y convertirse en referentes
... pero, total, ¿qué sabré yo?... si para algunos o algunas sólo soy una pieza
más del engranaje que perpetúa la injustícia o la opresión desde mi lugar
profesional...
Y dicho esto asumo el riesgo que
alguien me diga:
- a) Tú no puedes opinar de esto por que no has vivido ese azote del sistema en tu propia carne.
- b) Tú debes callarte por que ocupas un lugar clave en el aparato de control social.
- c) Tú debes callarte por que eres un pureta que no entiende las lógicas juveniles actuales.
Aunque ya me adelanto a
responder:
- a) Cierto. No he vivido según qué cosas y desconozco muchas de las lógicas que subyacen pero ... ¿eso me desautoriza a preguntar, opinar o ser crítico con respeto? A veces pasa que perdemos la energía en demonizar al que se siente de tu parte (aún ignorante de millones de cosas y absolutamente sin pretender dar lecciones de lo que no se sabe y también metiendo la pata) sin atacar realmente al enemigo más acérrimo que acostumbra a ser común ... y sí, en según qué cuestiones esto no es tan fácil de ver y a menudo el “enemigo” está en las maneras de hacer, sentir y lógicas culturales heredadas y vigentes que yo mismo seguro que tengo incorporadas en mi ADN cultural. Y además me gustaría aclarar que desde ayer y gracias al comentario de una persona también tengo más en cuenta la cuestión de "catársis" necesaria que muchos jóvenes necesitan (si es a través de la rabia expresada desde la música pues ya vale) para hacer aflorar de alguna manera la situación de injusticia, opresión o racismo en la que viven mordiéndose los puños a menudo...
- b) Cierto. Dirijo un Crae. Pero mi pequeña lucha particular pasa por empoderar al máximo a los niños/as, adolescentes y famílias con las que trabajo en mi dia a dia para que un día puedan decidir con mayor autonomia y puedan disponer de vidas más felices. Sí, supongo que suena “happy flowers” pero los que me conocen saben que respeto al máximo a cada persona y que siempre me dediqué a ello ya fuera en el centro o en otros espacios profesionales.
- c) Cierto. Ya soy algo mayor y seguramente se me escapan cosas de la juventud de hoy. Pues claro! Y es que los que deben tomar el mando son los propios jóvenes en muchos aspectos y alzar la voz exponiendo argumentos, críticas o alternativas. Yo me quedé cantando cosas de La Polla Récords y Kortatu ....
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