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Nuestro peque de cinco años
Cuando te das cuenta que tu hijo de cinco años te hace preguntas incómodas, te saca a relucir incoherencias, no te hace caso repetidamente en algunos aspectos y admiras con cara de anonadado la hermosa carita de bebito que tenía hace sólo un par de años ya estás entrando, como yo, en la nueva fase de la paternidad/maternidad infantil. Enhorabuena! Abrazos y felicitaciones! Tenemos ahora algo así como unos seis años más antes del próximo (y espeluznante para algunos) gran cambio de ciclo como padres.
Pues sí. De repente nuestro pequeño de cinco años nos pone en tela de juicio algunos conceptos. O nos pregunta cosas como "papá, no estaría bien que las personas tuviéramos un cuerpo de recambio…por si a caso?" o "papá… he estado pensando… cómo sabemos que no vivimos en un video juego y que alguien desde fuera nos está manejando" (glups!! Y sin ver todavía "Matrix") o "qué te parece si este fin de semana viajamos al Brasil?"....
Dejando a un lado los estadios de Piaget o Vygotsky los papás de niños de cinco años entendemos claramente que nuestros hijos nos necesitan de manera distinta. Ya no les hace falta ese control espectacular en el parque ni el agobio de la cucharita en la comida. Ahora muchas problemáticas son resueltas con el lenguaje: "puedes jugar tranquilo pero en un lugar dónde te pueda ver", "cómo?, que no vas a cenar las espinacas?... Muy bien, déjalas... Pero mañana por la mañana te espera el plato que dejes...".
Entramos pues, en esta bendita fase en que el lenguaje oral nos ayuda a dar instrucciones, a anticipar respuestas, a explicar reglas, a preguntar y escuchar atentamente, a bromear y a empezar con chistes, ironías (sólo para algunos avanzados), compromisos y promesas difícilmente realizables. Entramos también en un momento superior del lenguaje no verbal donde comprobamos a diario las expresiones de nuestro peque a la vez que él entiende rápidamente nuestros gestos, momentos de alegría, agobio o cabreo supino sin mediar palabra.
Un nuevo mundo de posibilidades se nos presenta ahora. Descubrimientos espectaculares, exploraciones, experimentos, razonamientos abstractos advenedizos, emociones para gestionar, valores aplicados en conductas concretas y explicados por ellos mismos. Se trata de una fase increíblemente rica aunque lógicamente agotadora, extenuante por momentos. Aún así, nuestro mejor premio pasa por comprobar sus momentos de felicidad, su libertad de movimiento y ansias de autonomía, la libre expresión de emociones (con la que delicadamente debemos orientarles sin coartarles), sus aprendizajes cotidianos y su autocontrol en algunos límites (autodisciplina) que ya hemos conseguido instaurar con éxito en una primera fase básica.
Creo importante destacar en este momento evolutivo estos dos conceptos: gestión emocional y autodisciplina.
Ambos se entrelazan en todo momento y se retroalimentan. Sin duda las familias debemos esforzarnos en reforzarlos de cara a que nuestro pequeño aprenda a saber lo que le ocurre y como se siente en todo momento a la vez que dispone de la voluntad suficiente para llevar a cabo sus propósitos.
La gestión emocional empieza por el simple hecho de conocer las emociones que invaden en todo momento al pequeño. Se trata de algo en teoría fácil y asequible aunque debemos tener en cuenta que la mayoría de adultos no hemos estado familiarizados ni formados en nuestra educación en este sentido y a menudo somos analfabetos en este ámbito. Sin entrar a valorar con mayor profundidad simplemente destacaremos que con cinco años un niño o niña debe ser capaz de verbalizar su estado de ánimo teniendo el vocabulario suficiente (triste, feliz, animado, aburrido, emocionado, enfadado, alegre, sorprendido...) a la vez que sabe distinguir físicamente (dónde y cómo siente la rabia, por ejemplo) y mentalmente (qué pensamientos le invaden en cada uno de los diferentes estados). El hecho de ejercitar conversaciones en este sentido es el mejor entrenamiento para aumentar la capacidad de comprender las propias emociones, hecho básico para después intentar gestionarlas. Diálogos cotidianos con preguntas como "qué sientes ahora?", "en qué parte del cuerpo sientes calor ahora?", "te has mirado al espejo cuando estás enfadado?, qué ocurre?", son de gran utilidad; también es muy recomendable leer libros relativos a emociones (en el mercado hay muchos, un buen comienzo puede ser "el monstre de colors") así como aprovechar momentos cotidianos ante el televisor o por la calle para adivinar estados de ánimo de otras personas o símplemente compartir con nuestros hijos como nos sentimos nosotros mismos y qué nos ocurre.
Tarea también necesaria aunque ardua es la relacionada con la autodisciplina. Recomiendo en este sentido poder leer alguno de los libros de Jose Antonio Marina, pedagogo que hace especial énfasis en remarcar que el objetivo de la educación es hacernos libres pero en un marco de autocontrol, autodisciplina y fuerza de voluntad para elegir nuestros propios caminos con criterio. Así pues trabajar este ámbito con nuestros peques de cinco años tiene mucho que ver con los límites claros y previsibles, con las consecuencias por encima del castigo, por nuestra empatía con sus sentimientos, con los premios, con los retos que les planteamos, con la positividad y nuestra confianza en ellos.
Un elemento clave toma fuerza a los 5 años: "inténtalo de nuevo". Esa expresión resume la actitud con la que debemos ayudar a nuestro peque a enfrentar las dudas, los miedos y los fracasos. Nada hay más reforzante para un niño que conseguir finalmente montar ese puzle gigante que parecía imposible....
Sin duda un niño o adolescente con fuerte autodisciplina será capaz de retarse a sí mismo con gran confianza, de marcarse objetivos importantes y de sentir una plena autoconfianza.
Los actos cotidianos de nuestros hijos son los espacios privilegiados de los que disponemos para observarlos, interactuar con ellos, descubrir sus potencialidades, sus dificultades, anhelos y retos. La hora del baño, ayudando a poner la mesa, de camino a casa, viendo la televisión... Cualquier momento del día es excelente para recordarnos que somos padres y que nuestra mayor tarea es amar a nuestro hijo ... Qué mejor manera de amarlo que ayudarlo a que se comprenda a sí mismo así como que se sienta seguro de sí mismo y sepa enfrentar nuevos retos con confianza y fuerza de voluntad??
Pero, atención papás y mamás!! Sólo una última reflexión. Recordad que el mejor modelo educativo es el ejemplo... Vuestro hijo observa atentamente todo lo que hacéis y decís: cómo andamos nosotros de gestión emocional y de autodisciplina?? ... Tal vez mejor empecemos por ahí.