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domingo, 22 de enero de 2017

Inconformista

Inconformista. Adjetivo a menudo expuesto en currículums o como definición personal con connotaciones positivas. Denota, para algunos, cierta tendencia a la mejora, a la superación, a la fijación por llegar a nuevas metas. Numerosas personas se definen así para demostrar su carácter ganador, valiente y decidido sin caer en la cuenta que dicho adjetivo se asemeja mucho a "insatisfecho".  
A menudo se educa a los hijos desde el convencimiento que el inconformismo ayuda a desarrollar las capacidades de autosuperación y tal vez sea así en algun grado aunque no hay que ser muy espavilado para comprobar (y si no prueben a observar el comportamiento de muchos padres que acuden a ver a sus hijos a actividades deportivas) que a menudo se funde con la competitividad. Así pues, muchos niños son educados en el convencimiento que el inconformismo equivale a la competitividad. Nada más fácil: ¿cómo comprueba uno su mejora personal ? Pues en la comparación con los iguales. En el equipararse con los demás. Y ahí llegamos a la base de nuestra sociedad: "yo soy lo que tengo"... y ¿cómo se lo que tengo?... pues cotejándome con mis allegados. Sólo si tengo más que tú voy a ser algo. Sólo si lo hago mejor o más rápido que tú voy a ser alguien. Sólo si soy mejor en algo me voy a sentir bien. Superior. 

Y ahí estamos. Sentirnos inconformistas significa sentirnos inferiores a otros a los que queremos alcanzar o superar.  Aunque no siempre es así. Hay un tipo de inconformismo que tiene que ver con la auténtica superación personal, con aquello de querer ser mejor cada día por el simple hecho de ser mejor persona, más hábil. Un tipo de inconformismo que no se centra en compararse con los demás exclusivamente sino en marcarse retos personales y obtener el placer de recorrer el camino para llegar hasta la meta, aunque todos sabemos que al llegar a la misma esta se desplaza inmediatamente unos metros más allá y no saboreamos el placer de la llegada tanto en la realidad como en el pensamiento previo y después en el recuerdo del éxito.

Con los niños pasa igual. Si los educamos en un inconformismo exacerbado corremos el riesgo que se sientan eternamente frustrados en una época en que la inmediatez recorre sus venas. Si en cambio les enseñamos a marcarse metas realistas y disfrutar del proceso de esfuerzo, tenacidad y aprendizaje ayudándoles a compararse con ellos mismos y no siempre con los demás les estaremos enseñando a mejorar como personas, a disfrutar del esfuerzo y a autorecompensarse sin tener que recurrir siempre a la influencia externa.


Deberemos ayudarles a descubrir su motivación intrínseca, fijar un objetivo claro, reconocible y alcanzable, promover las acciones necesarias, entrenamiento y pasos para la mejora, acompañarlos en el proceso y hacerlos conscientes de que el desánimo, los impedimentos y las frustraciones son estadios intermedios hacia el éxito así como fuente de aprendizaje y mejora. Deberemos también educarlos en la fortaleza y en el convencimiento de sus propias capacidades para que se den cuenta de que una vez logrado un objetivo se pueden marcar otro y luchar por él. A la vez , como adultos responsables, deberemos convertirnos en figuras de referencia dónde los niños puedan verse reflejados y imitar actitudes y sentimientos. ¿Cómo vamos a educarlos en la superación si nosotros no nos atrevemos a marcarnos nuevas metas y a compartirlas con ellos? .... Y para el que ahora mismo piensa que esas metas son muy complicadas le contestaré que la nueva meta personal que compartí con mi hijo fue la de elaborar una pizza casera más sabrosa que la anterior. ¿Y saben? Lo conseguí! Y lo celebramos juntos!    

sábado, 24 de septiembre de 2016

Nuestro peque de cinco años


Cuando te das cuenta que tu hijo de cinco años te hace preguntas incómodas, te saca a relucir incoherencias, no te hace caso repetidamente en algunos aspectos y admiras con cara de anonadado la hermosa carita de bebito que tenía hace sólo un par de años ya estás entrando, como yo, en la nueva fase de la paternidad/maternidad infantil. Enhorabuena! Abrazos y felicitaciones! Tenemos ahora algo así como unos seis años más antes del próximo (y espeluznante para algunos) gran cambio de ciclo como padres.

 

Pues sí. De repente nuestro pequeño de cinco años nos pone en tela de juicio algunos conceptos. O nos pregunta cosas como "papá, no estaría bien que las personas tuviéramos un cuerpo de recambio…por si a caso?" o "papá… he estado pensando… cómo sabemos que no vivimos en un video juego y que alguien desde fuera nos está manejando" (glups!! Y sin ver todavía "Matrix") o "qué te parece si este fin de semana viajamos al Brasil?"....

 

Dejando a un lado los estadios de Piaget o Vygotsky los papás de niños de cinco años entendemos claramente que nuestros hijos nos necesitan de manera distinta. Ya no les hace falta ese control espectacular en el parque ni el agobio de la cucharita en la  comida. Ahora muchas problemáticas son resueltas con el lenguaje: "puedes jugar tranquilo pero en un lugar dónde te pueda ver", "cómo?, que no vas a cenar las espinacas?... Muy bien, déjalas... Pero mañana por la mañana te espera el plato que dejes...".

 

Entramos pues, en esta bendita fase en que el lenguaje oral nos ayuda a dar instrucciones, a anticipar respuestas, a explicar reglas, a preguntar y escuchar atentamente, a bromear y a empezar con chistes, ironías (sólo para algunos avanzados), compromisos y promesas difícilmente realizables. Entramos también en un  momento superior del lenguaje no verbal donde comprobamos a diario las expresiones de nuestro peque a la vez que él entiende rápidamente nuestros gestos, momentos de alegría, agobio o cabreo supino sin mediar palabra.

 

Un nuevo mundo de posibilidades se nos presenta ahora. Descubrimientos espectaculares, exploraciones, experimentos, razonamientos abstractos advenedizos, emociones para gestionar, valores aplicados en conductas concretas y explicados por ellos mismos. Se trata de una fase increíblemente rica aunque lógicamente agotadora, extenuante por momentos. Aún así, nuestro mejor premio pasa por comprobar sus momentos de felicidad, su libertad de movimiento y ansias de autonomía, la libre expresión de emociones (con la que delicadamente debemos orientarles sin coartarles), sus aprendizajes cotidianos y su autocontrol en algunos límites (autodisciplina) que ya hemos conseguido instaurar con éxito en una primera fase básica.

 

Creo importante destacar  en este momento evolutivo estos dos conceptos: gestión emocional y autodisciplina. 

 

Ambos se entrelazan en todo momento y se retroalimentan. Sin duda las familias debemos esforzarnos en reforzarlos de cara a que nuestro pequeño aprenda a saber lo que le ocurre y como se siente en todo momento a la vez que dispone de la voluntad suficiente para llevar a cabo sus propósitos.

 

La gestión emocional empieza por el simple hecho de conocer las emociones que invaden en todo momento al pequeño. Se trata de algo en teoría fácil y asequible aunque debemos tener en cuenta que la mayoría de adultos no hemos estado familiarizados ni formados en nuestra educación en este sentido y a menudo somos analfabetos en este ámbito. Sin entrar a valorar con mayor profundidad simplemente destacaremos que con cinco años un niño o niña debe ser capaz de verbalizar su estado de ánimo teniendo el vocabulario suficiente (triste, feliz, animado, aburrido, emocionado, enfadado, alegre, sorprendido...) a la vez que sabe distinguir físicamente (dónde y cómo siente la rabia, por ejemplo) y mentalmente (qué pensamientos le invaden en cada uno de los diferentes estados). El hecho de ejercitar conversaciones en este sentido es el mejor entrenamiento para aumentar la capacidad de comprender las propias emociones, hecho básico para después intentar gestionarlas. Diálogos cotidianos con preguntas como "qué sientes ahora?", "en qué parte del cuerpo sientes calor ahora?", "te has mirado al espejo cuando estás enfadado?, qué ocurre?", son de gran utilidad; también es muy recomendable leer libros relativos a emociones (en el mercado hay muchos, un buen comienzo puede ser "el monstre de colors") así como aprovechar momentos cotidianos ante el televisor o por la calle para adivinar estados de ánimo de otras personas o símplemente compartir con nuestros hijos como nos sentimos nosotros mismos y qué nos ocurre.

 

Tarea también necesaria aunque ardua es la relacionada con la autodisciplina. Recomiendo en este sentido poder leer alguno de los libros de Jose Antonio Marina, pedagogo que hace especial énfasis en remarcar que el objetivo de la educación es hacernos libres pero en un marco de autocontrol, autodisciplina y fuerza de voluntad para elegir nuestros propios caminos con criterio. Así pues trabajar este ámbito con nuestros peques de cinco años tiene mucho que ver con los límites claros y previsibles, con las consecuencias por encima del castigo, por nuestra empatía con sus sentimientos, con los premios, con los retos que les planteamos, con la positividad y nuestra confianza en ellos.

Un elemento clave toma fuerza a los 5 años: "inténtalo de nuevo". Esa expresión resume la actitud con la que debemos ayudar a nuestro peque a enfrentar las dudas, los miedos y los fracasos. Nada hay más reforzante para un niño que conseguir finalmente montar ese puzle gigante que parecía imposible....

 

Sin duda un niño o adolescente con fuerte autodisciplina será capaz de retarse a sí mismo con gran confianza, de marcarse objetivos importantes y de sentir una plena autoconfianza.

 

Los actos cotidianos de nuestros hijos son los espacios privilegiados de los que disponemos para observarlos, interactuar con ellos, descubrir sus potencialidades, sus dificultades, anhelos y retos. La hora del baño, ayudando a poner la mesa, de camino a casa, viendo la televisión... Cualquier momento del día es excelente para recordarnos que somos padres y que nuestra mayor tarea es amar a nuestro hijo ... Qué mejor manera de amarlo que ayudarlo a que se comprenda a sí mismo así como que se sienta seguro de sí mismo y sepa enfrentar nuevos retos con confianza y fuerza de voluntad??

 

Pero, atención papás y mamás!! Sólo una última reflexión. Recordad que el mejor modelo educativo es el ejemplo... Vuestro hijo observa atentamente todo lo que hacéis y decís: cómo andamos nosotros de gestión emocional y de autodisciplina?? ... Tal vez mejor empecemos por ahí.

 

 

   





viernes, 26 de febrero de 2016

Hævnen (En un mundo mejor)

Acabo de deleitarme con esta película sueco-danesa. Al no ser un experto en el séptimo arte no entraré en críticas ni valoraciones estéticas que dejo para los entendidos aunque debo reconocer que me ha gustado y mucho. Y no solamente por la actuación de la espectacular actriz danesa Trine Dyrholm sino especialmente por la trama orquestada sutilmente por un guion que  ahonda de lleno en la respuesta que como padres, educadores y personas damos a la violencia cotidiana que nos rodea.
Hay una escena en concreto que me ha tocado de lleno. El protagonista corre hacia los columpios del parque al ver que su hijo pequeño se pela con otro niño. Tras separarlos con calma les pregunta por qué motivo se están pegando y los niños explican que uno quería echar del parque al otro. Al instante aparece el padre del otro chico y empuja violentamente al protagonista mientras le conmina a no tocar nunca más a su hijo. De paso le suelta un par de bofetones -de los que duele ver de verdad, por lo humillante- y le provoca para que se revuelva. Anton observa la situación: su hijo pequeño asustado ante lo que le hacen a su padre y el mayor con rabia en la mirada, esperando un acto violento en respuesta que no se va a dar. Decide retroceder y salir del parque evitando un altercado mayor consciente de que su hijo mayor va a tacharle de miedoso y va a sentir una fuerte decepción aunque orgulloso por poner en práctica una de sus máximas éticas que pretende transmitir a sus hijos.

En el filme se dan diversas situaciones que cotidianamente querríamos resolver por la línea agresiva como bullying en la escuela o situaciones abusivas gratuitas. Sin embargo lo que se pone en relieve durante toda la cinta es precisamente el control de la respuesta ante el abuso: ¿caer en la tentación de revolverse violentamente o mantenerse firme y valiente sin caer en la respuesta al mismo nivel? En este sentido aparecen algunas escenas que invitan a la catarsis violenta por aquello de pensar en la justicia y ese dilema momentáneo nos lleva a lo más hondo de nuestra humanidad.

Todo ello me recordó a mis años de escuela. Concretamente en cuarto de EGB. Un niño de mi clase (pongamos que se llamaba Jaume) tenía atemorizados a todos los demás. Su modus operandi era a través de disponer de tres o cuatro fieles matones así como de un sinfín de aduladores temerosos de recibir golpes y humillaciones en la hora del patio. Yo estaba cansado de ver como a mis compañeros les robaban las canicas, les insultaban y pegaban injustamente, se reían de uno y otro y nadie hacia nada. Por suerte yo nunca fui víctima directa de sus fechorías hasta el día que decidí plantarles cara ante un injusto canje de canicas que rozaba el robo. Mi preciada canica metálica grande fue a parar a los bolsillos de Juan y no pude hacer nada por recuperarla. Durante un par de días insistí en lo injusto del canje ya que habían hecho trampas en el juego pero sólo encontré de respuesta risas y mofas. Cansado, a la hora del patio me dirigí al "cappo" Jaume indicando que su pequeño sicario me estaba tratando injustamente a lo que me respondieron todos con amenazas colectivas, mofas y humillaciones diversas. Aún recuerdo los bailes de Santiago alrededor de mi riéndose y dándome alguna sutil patada con sus horribles botas amarillas y Jaume riendo con aquella carcajada sádica que un niño de nueve años no debería de tener.
Las dos horas posteriores al recreo antes de la salida fueron algo terrible para mí. Sentía una rabia intensa y mi mirada estaba fija en Jaume a quién soñaba en agarrar y pegar sin compasión. Y sencillamente así fue. La algarabía de la salida de clase se truncó en el patio, justo enfrente de la puerta donde las familias recogían a los niños. Recuerdo bien que me dirigí a Jaume y le dije muy seriamente que se había terminado ser el "jefe". Cuando se mofó de mi le agarré por el cuello y tras tirarlo violentamente al suelo empecé a propinarle puñetazos en la cara, uno tras otro, sin soltarle el pescuezo, aunque los cuatro sicarios se abalanzaran sobre mí pegándome y arañándome. Yo no le solté. Ni cuando varios padres y madres (entre ellas la mía, que se asustó al encontrarme debajo de la montaña de niños que se ostiaban) nos intentaron separar. Yo seguía lanzando patadas y puñetazos sin compasión aun viendo la sangre en su nariz y un ojo hinchado muy feo.

Todo terminó unos días después con una mediación escolar y una pequeña charla. Pero, ¿saben lo mejor? La banda de Jaume se desmontó y nunca más él volvió a ser "el jefe" y alguno de sus pequeños matones con el tiempo se hizo amigo mío y a día de hoy Jaume y yo, aun viéndonos poquísimo, nos apreciamos. Curioso.

Esa historia de mi infancia siempre me provoca dudas. Estoy plenamente convencido que la violencia conlleva irremediablemente a más violencia ("Hævnen", el titulo original del filme significa venganza) así lo demuestra. Y la historia de la humanidad está llena de ejemplos. Como padre y educador no permito que la agresividad se responda del mismo modo.
Aún recuerdo en mis años de universidad un ejercicio de "Clarificación de valores" que el viejo profesor de educación moral nos propuso: encuentran a un viejo desvalido al borde de la muerte que resulta ser el responsable de grandes matanzas en campos de concentración nazis; ¿qué hacemos?, ¿lo llevamos a juicio y destrozamos la vida de su tranquila família que nada conoce o lo dejamos morir en paz? Dilemas morales que se entrelazan con ansias de venganza y en lo más hondo la violencia aunque creamos que es justa.

Estos dilemas aparecen en la vida cotidiana de nuestros pequeños y adolescentes. Ellos responden a menudo desde su cerebro reptiliano, desde su emoción básica. Y nosotros nos espantamos al observar la creciente violencia entre la población adolescente. Sin embargo no nos paramos a pensar del todo en sus motivos, quizás no tan cercanos a nuestra moralidad o tal vez sí aunque con un desfase temporal que no entendemos.


Sea como fuere los adultos nos preocupamos y a menudo nos sentimos impotentes ante situaciones de bullying y agresiones o humillaciones diversas que se dan cada dia en escuelas e institutos sin darnos cuenta que el detonador de todo a menudo no es más que el miedo. Miedo a sentirse rechazado, diferente, apartado, solo, incomprendido, injustamente tratado o vilipendiado. Y ese terror es capaz de crear monstruosidades. Capaz de generar maltrato y prepotencia. Brutalidad y perversión. De todo ello es capaz puesto es lo mismo que funciona en la sociedad adulta: el miedo al fracaso, la ley de la jungla, el poderoso siempre premiado aún a sabiendas de lo injusto de su poder. ¿Estamos los adultos sometidos?, ¿es la violencia juvenil una respuesta o un espejo?

domingo, 7 de febrero de 2016

+ Humans



L'altre  diumenge per la tarda vaig aprofitar per apropar-me al CCCB per a poder gaudir d'una exposició que ja feia díes que tenía al llistat  de coses a fer  de la meva agenda: "+ Humans. El futur de la nostra espècie". Vaig anar tot sol, sense ningú amb qui comentar, llegint i rellegint les informacions, delectant els videos amb atenció, reflexionant sobre tot el que apareixia i escoltant els comentaris dels meus companys visitants, acció aquesta, la d'escoltar als altres, que requereix d'entrenament i atenció.

L'exposició, perfectament equilibrada en quant a l'estètica, els continguts, la rigorisitat i el possibilisme em va deixar autènticament bocabadat. Presentar de manera tan magistral el futur de la humanitat a partir d'avenços tecnològics i hipótesis de futur de manera clara i sintètica em va donar molt de gust i em va fer pensar moltíssim en les possibilitats i amenaces amb les que haurem d'enfrontar-nos els propers anys.
Vaig gaudir i imaginar amb tecnologies esperançadores en el món de la salut i la sostenibilitat ambiental, les màquines generadores d'empatia, l'apropament inevitable de tots els èssers humans, l'allargament de l'esperança de vida i l'impacte en l'economia, la familia i les relacions humanes, la sexualitat del futur, la robótica domèstica, la gestió del temps i el pensament, la infantesa i l'educació. A banda de recomenar-vos amb molt d'èmfasi que hi aneu abans que marxi a un altre país també voldria compartir el profund impacte que vaig sentir un cop vaig sortir del CCCB i vaig anar lligant caps i rumiant. I és que sempre que parlem o pensem en el futur ho fem des de la hipòtesi, l'exageració o el radicalisme positiu o negatiu. I en aquest cas vaig veure tant clar que la tecnología actual ja permet la majoria de propostes de l'exposició que per una banda em vaig sentir desbordat i per altra ben motivat a enfrontar-me a  tot allò que vindrà esperançat que podem fer una millor societat.

A la primera part de l'exposició em vaig emprovar el "casc desaccelerador" i la "màquina avatar". El primer artilugi consistia en un casc que, un cop posat, mostrava un monitor intern amb una visió alentida del temps, amb imatges processades en un lapse més lent que obria una possibilitat a la reflexió en una societat tan accelerada i urgent com la  nostra. El segon consistía en una mena d'arnilla amb una càmera instalada al darrere amb un angular que permetia veure't en temps real i poder contemplar l'efecte de la teva pròpia vida en moviment en tercera persona difuminant la realitat de la realitat virtual.
Es tracta de dos exemples concrets dels moltíssims que em van colpir i em van fer replantejar el present i el futur en clau de persona, pare, parella, fill i professional de l'educació social. I és que cal saber que ens trobem en un moment històric autènticament excepcional; un cop passades les grans revolucions que van modificar la vida humana ens trobem tot just encetant la gran revolució tecnològica que, al igual que l'agrícola i l'industrial, ens duran en poques generacions cap a un mòn radicalment diferent on les concepcions avui més integrades hauran quedat obsoletes i oblidades.
La gran preocupació que totes les persones que treballem amb persones tenim rau en la possibilitat de pèrdua de valors, la dràstica reducció d'interaccions entre els individus, els profunds canvis a nivell de xarxa relacional propera substituïts poc a poc per l'aparell globalitzador i un nou veïnatge virtual o llunyà en l'espai, els nous aparells educatius i el tracte que faran dels sistemes emocionals, l'inmediatesa en tots els àmbits de la vida humana, les noves estructures familiars i l'impacte en la socialització, la nova organització laboral i l'impacte en les famílies -com estructura fonamental de la societat- i altres molts aspectes fascinants d'imaginar a la vegada que terrorífics pensats des del nostre pensament de 2016. 

Tot i passar-ho tot pel filtre de la por caldrà reconèixer també que les societats en transformació radical (com la nostra avui dia) acostumen a patir greus crisis que desemboquen en nous plantejaments i en una progressiva adaptació. És per això que com a persones i com a professsionals caldrà que les properes dècades estiguem absolutament alerta i conscients dels canvis. No podrem educar als nostres infants amb les mateixes metodologíes que coneixem avui dia i s'imposarà una formació permanent per part dels adults així com una consciència clara "d'aquí i ara" per a poder empatitzar i comprendre la gent jove en el seu moment històric. Qüestions com l'educació emocional i la innovació en l'ensenyament seran absolutament imprescindibles per a poder adaptar les persones a un mòn en ràpida transformació. Les emocions i els valors crec que seran la màxima prioritat en un entorn cada cop més tecnologitzat en que la realitat virtual, la robòtica i altres prendran cada cop més espai a la nostra humanitat. Per això mateix caldrà educar cada cop amb més força en allò que ens fa autènticament humans i que rau en el coneixement d'un mateix i les seves emocions així com en els valors humans compartits que cal preservar per a que ens puguin servir de far i guia per sempre.

Haurem també de ser conscients -especialment aquells que ens dediquem a treballar amb població més desfavorida- que les distàncies socials s'enxamplaran enormement entre aquelles persones amb més formació i les que no han pogut accedir favorint la creació de societats dualitzades que a la llarga poden dur a un mòn de primera i un altre de segona (bé, de fet ja és quelcom que tenim present avui dia…).

Com a educador i pedagog em comprometo des d'avui a lluitar i treballar al màxim per potenciar intensament  l'enfortiment de les capacitats, habilitats, emocions i valors que ens defineixen com a èssers humans… és la nostra única esperança i si ens en sortim podem pensar en unes generacions futures més justes, felices i equilibrades. Som-hi!!

domingo, 29 de noviembre de 2015

White saturday


Tras la inmensa acometida mediática del black Friday me siento algo aturdido. No he realizado ninguna compra pero he observado anonadado cómo miles de familias, adolescentes y niños han puesto sus ilusiones en estos días con la esperanza de poder llevarse a casa gangas variopintas a precio de saldo (supuestamente). Y es que cuando una sociedad pone en juego sus ilusiones alineadas con el deseo de tener y poseer objetos algo nos está alejando de nuestra humanidad.
Sin sentirme cualificado para dar lecciones de ética o moral sólo me erijo en observador y atiendo a una realidad cada vez más enquistada: muchas familias encuentran el éxito y la felicidad en el hecho de "tener", "disponer" de artículos variopintos ya sea la última ropa de marca para el nene de P4, el altavoz espectacular para el iphone, las botas de montaña con tecnología para subir al Everest (aunque nuestra meta pase sólo por una subida a Collserola al año), el recibidor de diseño, el porta documentos envidia de toda la oficina, el traje estratosférico a mitad de precio, las cortinas de "breaking bad" o los Levi's lavados a la piedra pómez.

Esta última semana me he sentido agredido por la publicidad. Todo el mundo hablando del "black Friday". Adolescentes soñando con la sudadera soñada de doscientos euros a mitad de precio. Papás y mamás haciendo incursiones en la web para cazar la mejor ganga. Tios y abuelos a la espera de unas rebajas sonadas en el Corte Inglés. "Compre y disfrute". "Financiamos los que sea". Acumular para ser felices; tener para mostrar a los demás (aunque sea bajo la excusa que esta marca "dura diez años" por aquello de la calidad…), poseer como signo de estatus (aunque los últimos años la clase media haya rebajado sus pretensiones y compre artículos de los denominados "no snobs" para no parecer lo que comúnmente llamamos "un fantasma"… está mal visto). Sin embargo, la industria siempre va unos pasos por delante y sabe perfectamente cual es su nicho de ventas, su cliente potencial.

Y nuestros hijos están empapados de esta furia consumista. No pueden escapar por que nuestra sociedad se basa en el consumo desaforado, en la necesidad construida desde fuera. No pueden huir por que nosotros tampoco lo hacemos. Aunque después, los papás y mamás más "progres" les hablamos de reciclaje, de las familias que casi no pueden alimentarse, de aquello de comprar sólo "lo que necesitamos y no más", de que "tener no nos hace más felices" y argumentos parecidos. Sin embargo ellos van al cole y observan a sus amigos con las zapatillas último modelo, la sudadera surfista de moda o la mochila más "in" … y lo quieren; pretenden esos objetos por que la sociedad les ha enseñado que son más estéticos que otros, que su estatus va a ser distinto y que van a sentirse envidiados… y quieren sentirse así, adoran que los demás los miren y envidien, que piensen "qué suerte tiene este", "  cómo me gustaría ser como él" y parecidos…. Y es ahí como donde educador y pedagogo me alarmo y como persona me escandalizo. Y conste que no digo una barbaridad… o ¿sí?...

Por todo ello propongo un "white Saturday" dónde las familias podamos poner en valor lo que de verdad queremos poseer. ¿Y qué queremos?; ¿qué deseamos más para nuestros hijos?, ¿Qué se sientan envidiados o empoderados en el cole por llevar unas Munich "special"?, ¿Que se sientan orgullosos de sus padres por poder comprarles lo que desean (aunque algunos menores de 10 años ni lo sepan aún…)?, ¿Qué empiecen a hacer distinciones entre personas por el hecho de poseer objetos o por su origen social?... ¿seguro que deseamos esto?... ¿creemos -cómo nos inculcan sutilmente los medios- que los pequeños empiezan a triunfar en la vida a partir de todo esto?... Y nosotros, ¿nos sentimos más aliviados si nuestro pequeño de cuatro años calza unas "Timberland"?, ¿le hace este hecho más humano o más capaz?.... Todos diremos un NO rotundo… pero el inconsciente, magullado, nos traiciona.

Por todo ello propongo un "white Saturday". Un día especial dónde se ponga en valor lo que de verdad cuenta: la felicidad de los niños, la humanidad, el valor de las pequeñas cosas cotidianas, el placer del juego, de la risa, la sonrisa, el resplandor de la mañana de sábado, la pereza de levantarse, el beso de buenas noches, el cuento antes de dormir, la canción que hace saltar, las cosquillas, la peli en familia, las palomitas en el sofá, la odiada espinaca y el querido "nugget", la dentadura del abuelo en el baño, el globo que huye, el porrazo en el parque, la celebración por la ecuación resuelta, la señora del mercado, el sabor de la fruta, las nuevas canas del papá, el conflicto resuelto, el amigo de siempre, el placer de un baño, el gol fallado y la suplencia sufrida, el lloro desconsolado y el abrazo incondicional. Y es que los papás y mamás somos incondicionales de nuestros hijos se mire por donde se mire… pero haríamos bien en serlo también el sábado, no sólo el viernes. 

sábado, 14 de noviembre de 2015

Llibertat? igualtat? fraternitat?


Acabem de llevar-nos aquest fatídic dissabte amb l'horror de la nit parisina, amb la ferum de la sang vessada barrejada amb restes de beguda i sopars de caprici a la capital de la llum. 
Veient el volum de la massacre és comprensible una resposta social de rebuig i ràbia, de dolor inexplicable vinculat a una violència mental extrema que fins i tot en els més reposats i reflexius provoca petits moments catàrtics imaginaris de venjança absoluta contra els assassins. 
La quantitat de persones mortes és insignificant si la comparem, posem, amb qualsevol dia normal a certes zones de Síria o d'altres zones del món en determinats moments però la proximitat geogràfica i cultural de París ens provoca una identificació immediata que ens posiciona com a víctimes d'un fet intolerable.
Fa tremolar la fredor extrema dels assassins. Com en una mena de videojoc fatídic, com si la gent que anava morint no fos real, els sonats que disparaven metralladora en mà tenien temps per a recarregar les seves armes tranquil·lament enmig del infern que havien creat i tornar a començar dirigint les seves bales sobre persones innocents. Difícilment imaginable. Colpidor.
Unes 140 víctimes confirmades i altres que aniran traspassant els propers dies serà el balanç final al crit de "Allah és gran". 
I ara què? Doncs la tònica habitual: els governs europeus demonitzaran obertament algunes zones estratègiques per tal de bombardejar sàdicament (ara sí, amb el suport de la població) per intentar apropiar-se de recursos naturals i d'altra mena que seran gestionats, expoliats, venuts i revenuts pels monopolis que controlen els governs i el present del món. I així funciona. Els amos del món necessiten que la població doni suport a la guerra i la violència en nom de la seguretat i la justícia provocant paradoxalment la major de les injustícies.

I és que vivim en una realitat de paradoxes i contrasentits.
Avui, lluny de centrar-me en el que escolto per la ràdio: "xoc de civilitzacions", "no podem posar a tots els musulmans al mateix sac", "tots som parisins", "s'activa el nivell cinc d'alarma terrorista" i d'altres bejenades, tòpics i ridícules anàlisi; jo duc el meu pensament cap als joves assassins i les seves motivacions reals.
Potser els propers dies els mitjans començaran a desvetllar l'origen dels sicaris i segurament restarem sorpresos al veure que es tracta de persones molt joves i de ben segur, la majoria nascuts a França d'orígens nord-africans. I si és així -com jo aventuro- aviam quin mitjà de comunicació es mostra valent i reflexiona sobre la realitat dels milions de persones d'origen estranger (però francesos) que viuen o malviuen a França. M'agradarà veure si algun diari o televisió explica com milers de joves francesos resten exclosos sistemàticament de la societat formant part de terribles ghettos en ciutats, barris i pobles amb elevats índex de pobresa, atur i delinqüència on el sistema de protecció i serveis socials estén els seus braços tímidament sense el suport d'una decidida política de promoció social que mai no ha existit. M'agradarà copsar si els poders francesos són capaços de reconèixer que darrere les seves criminals accions colonials van haver d'acceptar de mala gana que els nous "nacionals" visquessin a Europa i formessin les seves llars, famílies i societats segregades, sense suport real i sempre sota sospita. El resultat de tot això el tenim clar: milions de francesos i franceses de segona que tendeixen a ajuntar-se en allò que els dona identitat. La religió, la cultura, el lloc d'origen, la ràbia adolescent. Qualsevol d'aquests aspectes dota de sentit la vida en comunitat d'una part de la població que se sent assenyalada i ha viscut els darrers seixanta anys, generació rere generació, sota el paraigua fictici d'allò que és francés qualsevol que accepta els preceptes clàssics de la república. El problema, però, és que les comunitats segregades subtilment acaben per no creure's allò de la llibertat, igualtat i fraternitat. No són lliures per que no poden sortir de la seva classe social, no són iguals per què sempre seran jutjats pel seu lloc d'origen i la seva condició social  i la fraternitat sols la troben en les seves comunitats, fet darrer que agreuja el seu sentit anti-sistema i la seva exclusió de sentir-se francesos de "soca-rel".

Els joves més manipulables per les xarxes de captació d'assassins són aquells que viuen en aquestes condicions. Com en tot, quan algú està cercant la seva identitat i apareix un missatge molt potent, radical i proper culturalment que entronca amb la seva ràbia vital i el sentiment d'abandó social, es tendeix a adoptar-lo per així poder sentir-se part d'un grup de poder, per donar sentit a unes vides properes a la marginalitat i buides. És ben fàcil.

En els meus anys de treball al barri del Raval, a Barcelona, vaig poder entendre com joves marroquins que havien viscut en condicions miserables al carrer passaven del consum permanent de dissolvents i de robatoris diaris en una vida sense sentit a ser de sobte abanderats de la religió sota la direcció de la mesquita refusant qualsevol idea "occidentalitzant".
D'altres experiències amb adolescents i joves en condicions similars em duu a pensar que hi ha determinades organitzacions polítiques, criminals, religioses o terroristes que saben molt bé com i on cercar les persones més vulnerables per a donar-los un sentit a la seva existència. Així doncs, bandes llatines, determinats moviments religiosos importats d'Amèrica, altres aparells religiosos radicals, sectes i d'altres capten als adolescents i joves més perduts i vulnerables per a engrossir les seves files amb persones que acabaran erigint-se en veritables fanàtics de la causa, en una comunitat tancada que els tractarà de "germans" i suplirà l'amor i suport de la família, en un espai on es podran sentir orgullosos i trobaran grans motius per viure o morir.

Algú té dubtes que la reacció dels poders aquesta propera setmana passarà per mesures de seguretat extremes?
Algú te dubtes que el que viurem pels carrers els propers dies serà un increment de la desconfiança vers qualsevol tipus de població que puguem relacionar llunyanament amb l'islamisme?

Jo no en dubto. Com tampoc no dubto que cap estament polític mourà un dit per a augmentar els recursos per a treballar en la inclusió d'aquest perfil de joves o per a posar noves mesures per a que aquestes famílies redueixin la seva vulnerabilitat social. I cap poder polític no ho farà -tot i que alguns ho intentin o tinguin clar què cal fer- per què els veritables poders no ho permetran ja que aquest joc els va perfecte: tenir l'enemic a casa crea por i aquesta és indispensable per a justificar més violència cap a d'altres, per a garantir més injustícia i aprimar encara més la democràcia i finalment per a tenir a la societat dividida, autèntic precepte indispensable per a continuar manipulant-nos com vulguin. 

martes, 10 de noviembre de 2015

Aprender a fluir




Durante un entrañable fin de semana en casa de mis amigos Ferran y Carol asistimos con mi hijo Oriol de tres años a una feria navideña infantil que se había instalado en el pueblo. En ella encontramos varios hinchables gigantes, talleres de manualidades, maquillage y también una  pista infantil para bicicletas y patinetes organizada a modo de circuito. Mi hijo Oriol, como buen loco por todo aquello que tenga ruedas se agarró una bicicleta y más tarde un patinete y ya no los soltó en toda la tarde. A mí no me quedó más remedio que quedarme en pie esperando observando el ir y venir incesannte del niño mostrándole ánimos tras alguna de sus aparatosas caídas. El niño daba vueltas y más vueltas por el circuito, aprendiéndose de memoria las diversas curvas, controlando mejor a cada paso por meta los derrapes con la rueda de atrás en el suelo encerado, aumentando paulatinamente su velocidad con el paso de los minutos, esquivando cada vez con mayor habilidad a los demás niños, proponiéndose atrapar a los chavales mayores que le llevaban ventaja y disfrutando al observar que efectivamente les reducía la distancia a cada vuelta. Concentrado. Feliz. Para él no había nada más en ese instante que el puro disfrute del momento, el goce increíble de marcarse pequeños retos y de mejorar sus movimientos, cada vez con mayor destreza y tino, en cada curva con una nueva expectativa de pedalear más rápido y de derrapar mejor, disfrutando.
Perdí la noción del tiempo mirando a mi hijo y captando ese estado de ánimo concentrado y feliz. Sus ojos resplandecían de felicidad cuando adelantaba a otro niño y su expresión denotaba seguridad, temple y absoluta concentración. Fue entonces cuando recordé la antigua lectura de un libro muy importante en mi vida: "Fluir (Flow). Una psicologia de la felicidad" de  Mihaly Csikszentmihalyi . Y pensé en ese autor puesto que su tesis principal sobre la búsqueda de la felicidad tenía que ver precisamente con ese estado de ánimo: fluir.
Fluir; hoy tal vez una palabra bastante en boga aunque desconocida en la época en que el autor escribió su obra. La felicidad como un estado subjetivo, cómo no, aunque ligado a una actividad humana concreta, a algo en lo que disfrutamos ya sea por puro placer cómo por reto personal.
En su libro aparecen ejemplos de personas de todas las culturas y edades. Ellas se mostraban felices a partir de actividades cotidianas que se convirtieron en eje central de sus vidas: la viejita que cortaba leña en un pueblo perdido de los Alpes y que vivía sumida en lo que a nuestros ojos podría parecer la pobreza, el joven nadador que sacrificaba su adolescencia por rebajar cada mes unas centésimas en su marca, el padre de família que ayudaba a hacer los deberes a su hija a diario, el quiosquero que comentaba las notícias cada mañana con sus vecinos... Cada persona dispone de sus objetivos diarios, de sus retos personales, de sus ambiciones cotidianas como quiere y en ellas puede encontrarse y sentirse plena, dichosa, concentrada. Feliz.
Casi todo el mundo denosta el trabajo; pero quién no ha sentido alguna vez en su vida un goce intenso al sentirse realizado con su tarea, plenamente concentrado en algún proyecto o idea, desarrollando una pequeña innovación, cumpliendo mejor su cometido o concentrándose absolutamente en algo?  Y sin hablar del trabajo, quién no se ha sentido feliz absorbiéndose en su hobby, en algún deporte o símplemente mejorando en labores domésticas? Y es que hay dos conceptos que están muy próximos a "fluir": la concentración y el reto personal. Ambos funcionan a la par y cuando fluímos somos capaces de olvidar todas nuestras preocupaciones para centrarnos en una única tarea que nos absorbe y que nos plantea la mejora contínua, el reto de perfeccionar cada movimiento, de ir más rápido, de llegar más lejos, de hacerlo mejor o de sentir con mayor intensidad.
Los niños son especialmente sensibles a estos estados. Sólo debemos observar a pequeños de tres o cuatro años para apreciar como se esfuerzan en mejorar el trazo del dibujo, en perfeccionar su equilibrio en el patinete, su velocidad en ejecutar tareas diversas. Los adultos a menudo no somos conscientes del intenso placer que sienten nuestros hijos con estos esfuerzos. Los pequeños retos inconscientes que ellos se marcan así como el intenso estado de concentración en el que entran los hacen entrar en un plano distinto en el que no existe nada más que la actividad que realizan en ese momento. Recuerden por unos instantes la determinación innata de los bebés aprendiendo a dar sus primeros pasos, inmunes a las caídas y al desánimo, felices por andar unos centímetros más lejos cada vez.
La cultura y la educación recibida han castrado a los adultos impidiendo la continuidad de esas sensaciones infantiles. Nosotros nos movemos en otro plano, más atentos "al qué dirán", incapaces de aislarnos con nosotros mismos centrándonos en una sóla tarea mental, frustrados permanentemente por no sentir durante todo el tiempo esa sensación de felicidad que tanto ansiamos, aquejados a diario por millones de motivos de preocupación y miedo, atascados en egoísmos y envidias con nuestros allegados, temerosos del futuro y invidentes ante el presente.
Esta gran capacidad perdida la mantienen pocos adultos ajenos a la idea que en ello reside la felicidad, ese estado subjetivo que los amos del mundo pretenden vendernos por la vía consumista.

Como padre y educador reivindico el esfuerzo que debemos hacer para observar a los niños re-aprendiendo de ellos por un lado y animándolos por otro para retrasar la inevitable castración que la cultura dominante va a ejercer sobre ellos con el tiempo.
Hoy mismo estuve observando a mi hijo, ya con cuatro años, en el parque infantil: recorrió como veinte veces seguidas el mismo recorrido de obstáculos, saltando por entre la cuerdas, trepando por las maderas y resbalando por el poste de hierro; cada vez lo hacía con mayor desempeño hasta llegar a dominar perfectamente todo el castillo infantil sintiéndose más rápido, ágil y pleno. El golpe en la cabeza al caerse desde el poste no le hizo cesar en su empeño, animado por mí restando importancia al dolor del accidente y poco a poco consiguió subir hasta el límite de la construcción infantil, lugar al que nunca antes había llegado. Una vez encaramado arriba me miró con rostro de satisfacción y me mostró el pulgar hacia arriba describiendo su satisfacción personal y su estado de ánimo pleno. Estos instantes de mi paternidad resultan ser gigantes, extremos y dichosos. Comprobar que tu hijo disfruta con un esfuerzo y consigue su humilde objetivo se convierte en un ejemplo básico de lo que debe ser su proceso educativo: un reto permanente, la búsqueda del placer en el esfuerzo cotidiano, el inconformismo desde una visión subjetiva, la mejora basada en la atención plena en una actividad.
Hoy mismo me he propuesto releer al autor de "Fluir" (qué complicación escribir su apellido) para recordar que la paternidad y la educación deben basarse en el placer de aprender centrados en la adquisición de las habilidades de concentración y en la idea del reto cotidiano. Dicho de otro modo: animamos a nuestros hijos en sus quehaceres cotidianos por muy inservibles que nos parezcan a nosotros?; permitimos que se tomen el tiempo necesario para concentrarse en una sola tarea durante mucho tiempo en una era en la que la multiplicidad de estímulos no nos permite a los adultos sentir el " aquí y ahora" por más que unos minutos? Les confieso ahora que escribiendo estas líneas, a medianoche, en silencio y ante una cerveza negra he estado fluyendo como hacía tiempo que no lo hacía.